Kerber, la ‘sirenita’ que eligió la raqueta
La alemana, ganadora en Australia, prefirió el tenis a la natación y por su estilo se le compara con Nadal
El gran público se lo pregunta: ¿Quién es esa chica de sonrisa dentífrica y ojos turquesas que consiguió privarle a Serena Williams en Melbourne de su 22º título del Grand Slam y, por tanto, de impedirle a la número uno que alcanzase la marca histórica de Steffi Graf? ¿Quién es esa gladiadora que levantó a los aficionados al tenis del asiento e hizo que hasta su colega Andrea Petkovic le propusiera matrimonio vía Twitter? Hasta hace dos días, Angelique Kerber (Bremen, 28 años) era una desconocida para aquellos que no siguen al dedillo la información de tenis, pero ahora, tras su meritoria victoria contra la reina del circuito, tras los flashes y el descubrimiento de ese rostro, de esa tenista que juega al tenis de maravilla, procede la explicación.
Desde 1999 (Graf, en Roland Garros), una alemana no conquistaba un gran torneo
De raíces polacas –Slawomir y Beata, sus padres, son dos inmigrantes que se asentaron en Alemania–, Kerber nació con evidentes dotes para el deporte. De hecho, cuando era una niña sobresalió en la natación –que sigue practicando con asiduidad– y su futuro se proyectaba entre el agua clorada, pero la insistencia de su abuelo Januzs y de sus propios padres, a los que les gustaba jugar al tenis, hizo que finalmente se decantase por la raqueta. Nació en Bremen, pero reside en Puszczykowo –una localidad de 10.000 habitantes adscrita al condado de Poznan–, donde pasó la mayor parte de su infancia. El Alquimista, de Paulo Coelho, es su obra literaria de referencia.
Entre bambalinas, guarda una buena amistad con Agnieszka Radwanska y habla fluidamente alemán, polaco e inglés. Ingresó en el circuito profesional en 2003, pero hasta 2011 no dio un salto cualitativo. Entonces alcanzó las semifinales del US Open y le sirvió de trampolín para que un año más tarde repitiera en Wimbledon y se filtrase en el top-10, su hábitat en estos últimos años. Ahora, como número dos, es la nueva lugarteniente de Serena, a la que admira y en la que se inspira, aunque su base viene de ver los vídeos de su compatriota Graf. Sin embargo, por su estilo de juego, son bastantes los que trazan el símil con Rafael Nadal.
Zurda, con un físico muy poderoso pese a su complexión –intermedia: 1,73 y 68 kilos–, es una jugadora que trabaja a destajo en el gimnasio y que no da una pelota por perdida; ataca y repele con un drive y un revés más que considerables. En su regularidad y progresión tiene mucho que ver su preparador, Torben Beltz. “A veces no he creído mucho en mí misma, pero aquí, en Australia, ha cambiado todo”, decía el sábado; “mis entrenadores y todo el mundo veían que jugaba muy bien en los entrenamientos, así que no entendían por qué no trasladaba eso a los partidos. Creo que no soy la persona más fácil de entrenar”.
A veces no he creído mucho en mí misma, pero aquí, en Australia, ha cambiado todo
Patrocinada por Adidas, espónsor de los grandes deportistas alemanes, tiene una academia propia en Puszczykowo y es embajadora de la firma de coches Porsche, junto a Maria Sharapova. Con su éxito en Melbourne, su valor comercial se multiplicará. Lo tiene todo: tenis, presencia y ahora un Grand Slam. Desde 1999 (Graf, en Roland Garros), una alemana no conquistaba un gran torneo. Lo consiguió Kerber, esa sirenita que dejó el agua y eligió la raqueta, y que ayer cumplió la promesa que hizo antes de competir en Melbourne: si ganaba, se bañaría en las aguas del río Yarra, en Melbourne. Dicho y hecho.
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