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La velocidad del Málaga frena al Eibar

El equipo andaluz tira de oficio y calidad para derrota0r a domicilio a un voluntarioso conjunto armero

Chory castro dispara ante ante la presión de Pantic.
Chory castro dispara ante ante la presión de Pantic.Javier Etxezarreta (EFE)

En Ipurúa solo habían ganado Real Madrid y Atlético. Ahora se suma el Málaga, un equipo que por fin ha encontrado la línea recta después de tantos volantazos en el arranque del campeonato. Para ganar a Eibar, ya se sabe, hay que correr mucho. Pues bien, el Málaga tiene dos velocistas que circulan a velocidad de vértigo con el balón en los pies. Uno es Chory Castro, que en la primera parte dio un recital de slalons por su banda y por el centro. Tras uno de ellos marcó Juanpi, que hasta entonces parecía cohibido y escondido de un partido que merecía mucha energía. Pero en la segunda mitad, el joven delantero venezolano metió la quinta marcha y le tomo las medidas adecuadas a Ipurúa para funcionar como un huracán sin freno. Con esas dos armas y un sufrido trabajo en el centro del campo, el Málaga le obligó al Eibar a jugar con una verticalidad y un golpeo larguísimo y aéreo del balón que no le es extraño, aunque es menos habitual de lo que el tópico le atribuye.

No le perdía la cara el Eibar al partido, impulsado por ese torrente físico que es el argentino Escalante, válido para fregar lo que haga falta y para coser un traje si es preciso. Un cinco argentino clásico. Pero sus dos fusiles, Enrich y Borja Bastón, estaban detenidos por las dos torres malaguistas: el ex del Eibar Albentosa y Filipenko. Torres secaba a Keko, el constructor de centros y jugadas mientras Inui encontraba más facilidades con Rosales. Un disparo de Juncá y una contra larguísima de Inui, muy mal resuelta, fueron los únicos argumentos del Eibar en la primera mitad. El Málaga se ponía el buzo para defender, pero se lo quitaba para atacar. Al minuto ya había malgastado una magnífica ocasión de gol y había dispuesto de algunas ocasiones bien resueltas por Riesgo.

Y el gol llegó cuando más duele, en el minuto 45 en una mala salida de Capa con el balón que se lo arrebató Charles para cedérselo a Chory Castro y su centro lo empujó Juanpi al alimón con Ekiza (que había sustituido al lesionado Pantic). Al Eibar le quedaba la heroica, poner una marcha más, intensificar el esfuerzo, buscar la estrategia. Consiguió empujar al Málaga hacia su área, encerrarlo aunque sin apurarle más allá de los centros a balón parado de Jota Peleteiro. Sin embargo, la ocasión más clara para empatar llegó con un globo altísimo de Juncá que Kameni se tragó promoviendo una jugada confusa de hasta tres remates, el último de cabeza de Escalante, sin portero, pero con muchos defensas en el área, cuando Enrich estaba ya con la pierna levantada para el golpeo.

Con el partido ya languideciendo en el descuento, Juanpi, el héroe, el velocista, tuvo en sus botas el segundo gol. Sin portero, con el área despejada de rivales, centrado en el campo, se apresuró al ver la portería vacía y golpeó con tanto efecto que el balón se marchó fuera. No se merecía ese castigo pero no pudo culpar a nadie ni nada. Si acaso a su exceso de confianza. Santa Cruz le redimió un minuto después en otra contra con el Eibar ya volcado entre la esperanza y el suicidio. Con la puntera batió el paraguayo a Riesgo. Pero aún hubo tiempo para otro gol. De Bastón. De quién si no. Su decimoquinto en Liga. Luego Mateu Lahoz pitó el final terminando con el suplicio físico de un partido lleno de exigencias.

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