El fútbol fantasma
Hay misterios bellísimos, que no nos dejan descansar, como el gol de Inglaterra en el 66
En el fútbol se producen a veces lances inexistentes, que no se pueden atrapar en una explicación. Es como si no hubiesen sucedido del todo, al estilo del gol de Maradona en el que se fue de seis, o de la parada de Gordon Banks a remate de cabeza de Pelé, que decía que él marcó el gol, pero el portero inglés lo paró. Son misterios nunca revelados. Magia. No hay respuesta. No va haber ninguna respuesta. Nunca ha habido ninguna respuesta. “Ahí tienes la respuesta”, decía Gertrude Stein. El fútbol sobrevive porque en cada partido estalla un episodio que no se previó, incluso varios, y lo cambia todo. Puede ser un regate, atravesando un muro de ladrillos, o una jugada coral, para piano, con partitura de Bach, o la velocidad sin más de una circulación de balón, compitiendo con la luz.
Esta vertiente fascinante, en la que durante unos instantes el juego desobedece, se descontrola y navega sin rumbo en la incertidumbre, es la que llena los estadios, mientras enloquece al técnico, que esa noche, al apagar la lámpara, no deja de preguntarse “¿Cómo pudo pasar?”. La gente va al campo, sin embargo, porque en parte le gusta no saber qué va a ocurrir. Esos nervios horribles y placenteros representan el secreto del fútbol.
Hay misterios en este deporte que los entrenadores creen estar a punto de revelar, y en el último instante se velan como un negativo. “Vos elaborás una táctica para un día”, decía Menotti, “pero te aparece algo inesperado y a la mierda la táctica”. Esa cercanía al secreto último, imposible de recorrer, recuerda a un relato de Roald Dahl en el que una mujer asesina a su marido con un zanco de cordero congelado. Lo golpea con gran precisión y belleza en la cabeza, y lo mata. Chas. Magia. Después guisa el cordero e invita a comer a los policías que investigan el caso. Los agentes, derrengados tras buscar el arma del delito infructuosamente, se la comen sin darse cuenta. No podían estar más cerca, ni a la vez más lejos.
Entre las cosas que algunos días suceden en un estadio, y cuya existencia se cuestiona, está también el gol sobre la línea de portería. ¿Fue gol? ¿No lo fue? La tecnología que pretende incorporar la FIFA para resolver en tiempo real la duda, y acabar con eso que se llama gol fantasma, nos empuja a un debate que ya se ha resuelto en otros deportes a favor de la tecnología. Confieso que no conozco mi opinión, aunque me gustaría. Sólo sé que cuando las cosas empiezan a estar demasiado claras, comienzan también a perder la emoción. Se viven sin nervios. Todos queremos por naturaleza saber, pero ¿tenemos que saberlo todo? Hay misterios bellísimos, que nunca nos dejan descansar, y sobre los que pasan los años y seguimos hablando, como el gol fantasma de Inglaterra en el Mundial del 66. Por otra parte, pienso en el dolor que llevamos en el corazón grabado para toda la vida cuando le conceden al rival un gol que no fue, y lloro.
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