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La imprevisible emotividad del Liverpool

El equipo que dirige Jurgen Klopp se lleva (4-5) la victoria de Norwich tras remontada y memorable final

Jürgen Klopp se abraza con Kolo Toure.
Jürgen Klopp se abraza con Kolo Toure.Alex Morton (REUTERS)

La llegada de Jurgen Klopp a la Premier League para hacerse cargo del Liverpool se saludó como un soplo de aire fresco en una competición que ha evolucionado hacia un estilo más cerrado del que solía. El técnico que promovió en la Bundesliga un estilo vibrante de transiciones fulminantes, el mismo que clamaba porque no sólo quería ganar, sino también que se le generasen sentimientos a partir del juego, llegaba a uno de los equipos con más mística del mundo. Liverpool y Klopp tienen mucho camino por recorrer hasta lograr ser competitivos al más alto nivel, pero en poco más de tres meses ha convertido al inquilino de Anfield en uno de los equipos más agradables de ver del campeonato, un combo imprevisible capaz de protagonizar duelos como el de esta última jornada en Norwich con un 4-5 final que compendió en 95 minutos todos las idas y venidas que puede provocar el fútbol.

Los números de Klopp en el Liverpool son mejorables. En Norwich ganó su sexto partido de quince en la competición de la regulardidad y en la Copa acaba de necesitar un desempate para eliminar al modestísimo Exeter, que juega en la cuarta categoría del fútbol inglés. Pero algo se está forjando, algo que toca el orgullo de una afición que desplazada en masa a Norwich despidió al equipo cantando sin cesar una y otra vez el “You’ll never walk alone”. En el graderío local las cámaras de la televisión inglesa enfocaron a aficionados con lágrimas en los ojos tras caer en un partido que, a estas alturas, no es ni mucho menos decisivo. Sentimientos.

Sus números son mejorables. La de Norwich fue su sexta victoria en 15 partidos

Al margen de la catarata de emociones, el partido estuvo plagado de imprecisiones defensivas. El Norwich marcó cuatro veces tras cinco tiros a gol, el Liverpool disparó siete veces entre palos para hacer diana cinco. Se adelantó en el minuto 18 con gol de Firmino, que crece en su rol de delantero aunque no sea un nueve puro, pero 35 minutos después ya perdía 3-1. Naismith, el delantero recién llegado del Everton, fue decisivo en esa remontada local, adornada con una genialidad de Mbokani, que reeditó el mítico gol de tacón de Madjer en la final de Copa de Europa que le ganó el Oporto al Bayern en 1987.

Aún hubo tiempo para varios virajes más en Carrow Road. Veinte minutos precisó el Liverpool para darle la vuelta al marcador. Cuando Henderson marcó el segundo tanto, el que acortaba distancias y metía de nuevo a su equipo en el partido lanzó un berrido mientras regresaba a todo trapo hacia su campo: “Fight!!! (¡Pelea!). Firmino y Milner marcaron el tercer y cuarto gol de los reds antes de abocar el partido a un final que parecía relajado hasta que Bassong se sacó de la manga un zapatazo para empatar el partido en el segundo minuto de la prolongación. Klopp le había discutido al cuarto árbitro que se hubiesen agregado cinco minutos, pero fue justo en el quinto, en la última acción del partido cuando, tras varios rechaces en el área, Lallana firmó el 4-5 que se festejó en el Liverpool con el entusiasmo de los equipos que creen. En la celebración las gafas de Klopp saltaron hechas añicos por un manotazo de un alborozado Benteke. “Tengo unas de repuesto, pero me resulta difícil encontrar unas gafas sin usar gafas”, apuntó entre sonrisas al final del partido el técnico alemán.

Más allá de la épica, el Liverpool tiene mucho por mejorar. “Es frustrante recibir cuatro goles, pero hoy al menos marcamos cinco”, resumió Klopp. Durante las últimas semanas se ha debatido sobre la necesidad de un delantero centro porque el brasileño Firmino, que costó 41 millones de euros, aporta ahí, pero en realidad es un llegador, y Benteke no acaba de carburar, lleva siete goles en 27 partidos y ha sido suplente en cuatro de los cinco últimos después de que el club hubiese pagado este verano más de 46 millones de euros por sus servicios. “Se está siendo demasiado duro con él”, le defiende su entrenador. Tampoco Sturridge aporta porque encadena una lesión tras otra y apenas ha jugado 70 partidos, con 44 goles, eso sí, en los tres últimas temporadas, menos de una decena durante el último año. Lo normal es que el próximo verano Klopp promueva una revolución en la plantilla. Mientras tanto pone los cimientos de su vertiginoso e imprevisible libreto.

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