El mejor vallista del mundo es español y se entrena en Madrid
“España me lo pidió”, dice Orlando Ortega, nacido en Cuba, que juró la Constitución en septiembre y está preparado para los Juegos de Río
El otoño madrileño más caluroso que se conoce le parece frío a Orlando Ortega, quien tirita a la sombra de un techado junto a la pista del INEF de Madrid. “Pues si esto te parece frío, espera a que llegue el invierno de verdad”, le advierten al atleta algunos compañeros veteranos, desconocedores entonces, hace un par de semanas, de que ya no habrá inviernos como los de antes. Pero eso Ortega no lo sabe.
Ortega nació en Cuba (en Artemisa, a 60 kilómetros de La Habana) hace 24 años y, aunque ha vivido en Ontinyent y corre para el CAVA, el club de la localidad valenciana, es español sólo desde el 7 de septiembre pasado. “Soy español porque España me lo pidió, porque España me concedió la nacionalidad”, dice Ortega, el mejor atleta mundial de 110m vallas del año y ahora residente en la Blume, donde convive con la elite del deporte olímpico español. “También en Cuba vivía en una residencia de deportistas, pero aquí tengo más medios a mi disposición: fisio, médico, gente que se preocupa por mí y unas instalaciones superbuenas”.
El primer paso hacia España lo dio en agosto de 2013 en Moscú, cuando decidió exiliarse (“desertar”, en la terminología cubana) y no regresar a la isla después de competir en los Mundiales. Fue la respuesta del atleta a la sanción que le había impuesto su federación dos meses antes por no asistir a una convocatoria de la selección. La suspensión inicial de seis meses se quedó en dos, lo que le permitió competir en el Mundial, al que llegó con una marca de 13,08s y el recuerdo de un sexto puesto en la final olímpica de Londres con 21 años. Desmotivado y bajo de forma, sin embargo, su actuación en Moscú fue un desastre, pues no pasó de la primera serie. Al día siguiente se fue a España y comenzó el proceso para hacerse español, un camino sin retorno. “Cuba ha cambiado mucho desde entonces, y debería cambiar más”, dice, “pero yo tenía bien claro lo que quería, y aunque, sí, hayan cambiado las cosas, yo no doy marcha atrás”.
Hijo de su padre, nieto de su abuela
Orlando, padre y entrenador
Cristina Echevarría, abuela olímpica
A Orlando Ortega hijo le entrena a distancia Orlando Ortega padre, quien trabaja ahora en Trinidad y Tobago. “Pero vendrá a España también”, dice el hijo.
Los mejores genes y el mejor ejemplo los ha sacado Ortega de su abuela, Carmen Echevarría, atleta olímpica en México 68 y casada con un futbolista.
Admirado Dayron Robles
Su compañero, colega y amigo Dayron Robles, el mejor vallista cubano de la historia (12,87s) —“mi ídolo, el atleta del que más he aprendido compartiendo entrenamientos con los Antúnez, padre e hijo”, dice—, también estuvo suspendido por la federación cubana, obligado a competir durante meses como apátrida, y hasta tanteó la posibilidad de pedir la nacionalidad española, pero finalmente regresó al redil. “Sí, competirá con el equipo cubano en los Juegos de Río y mi objetivo, mi sueño, es llegar a la final olímpica como español y encontrármelo en la calle de al lado”, dice Ortega, quien, con 12,98s, es el décimo mejor de la historia. “Y en la final, dar lo mejor de mí mismo y ver hasta dónde llego. Quiero lograr lo mejor de mi carrera como español. Superar a Dayron será complicado, pero no imposible”.
Aunque Ortega tenga fe en la capacidad de la federación española para librar la batalla burocrática con la IAAF y con la federación cubana que le abra las puertas a los Juegos, y aunque el presidente José María Odriozola da por seguro que lo conseguirá, su participación olímpica no se puede dar aún por segura. Oficialmente tienen que transcurrir al menos tres años entre su última actuación como cubano, el 11 de agosto de 2013 y su primera selección como español. El 15 de agosto de 2016 se disputará la primera serie de 110m vallas en Río, con lo que los tres años se habrán cumplido por cuatro días, pero se teme que Cuba peleará por eliminar a un rival directo y alegará que los tres años deben cumplirse antes de la inscripción para los Juegos, que se cierra semanas antes.
Ajeno a la pugna y también a las protestas con que algunos atletas españoles acogen la política de nacionalizaciones exprés de la federación, a Ortega solo le preocupan los dolores que le quedan de lesiones pasadas y su preparación para una temporada que comenzará pronto con las pruebas de pista cubierta. “No tengo temor ni problemas, sino muchos amigos”, dice. “Los únicos problemas son las molestias que están ahí, en la pierna”.
Aparte de a Dayron, Ortega admira el estilo del norteamericano Allen Johnson, uno de los más grandes de su especialidad y, como él, espigado y felino, velocidad y agilidad puras. “Me dicen que tendría que muscular más, ensancharme”, dice el vallista, de físico fino, sin exageraciones ni músculos hipertrofiados, que le permite llegar en siete zancadas a la primera valla. “Pero mi cuerpo no quiere cambiar. ¿Qué le vamos a hacer?”
Solo cambia, o así parece, el clima.
{Entradilla}
CARLOS ARRIBAS, Madrid
{Pie de foto}
Ortega, en el mitin de Zúrich en septiembre pasado.<MC>[AUTFOTO] / ERIK THAM (CORDON)
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.