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El mercado de las camisetas azulgrana

Los aledaños del Nissan Stadium se llenan de improvisados tenderetes de zamarras del Barcelona

Jordi Quixano
Llegada del Barcelona al aeropuerto de Tokyo.
Llegada del Barcelona al aeropuerto de Tokyo.Y.TSUNO (AFP)

Tres horas antes de celebrarse la semifinal del Mundial de Clubes entre el Barcelona y el Guangzhou chino, los aledaños del Nissan Stadium de Yokohama ya eran un hervidero de personas y gritos desde las improvisadas tiendas que vendían camisetas del Barça, además de todo tipo de artilugios azulgrana —gorros, zamarras de Messi y su historia en el club, bufandas, llaveros, calcetines, figuritas de los futbolistas…—. Como en la propia estación de tren de Kozukue, donde al ascender las escaleras para salir a la calle se arremolinaban cientos de aficionados —los mismos que se empujaban para hacerse un hueco en el vagón sin ningún tipo de rubor— que pedían precio y gastaban de lo lindo en las equipaciones del Barça. Era el mercado de las camisetas.

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Había toda una red de tenderetes —a buen seguro ilegales— gestionados por ingleses y también por árabes que se entremezclaban con los puestos de comida, donde el edamame y los noodles hacían de pipas y cacahuetes. “¡Messi, Luis Suárez, Rakitic, Iniesta, Neymar, Jordi Alba!”, recitaban una madre y una hija entre risas; “¿Sandro y Munir? Mmmmm no tanto”. Pero la mayoría desfilaba con cierto silencio, casi como en una fila, con conversaciones entre susurros.

Unas pocas gotas de lluvia saludaban a la marabunta —por algo ya no quedaban entradas a la venta el día anterior al duelo—, pero ninguno perdía la sonrisa. No había, sin embargo, cánticos ni nada por el estilo, algo que a buen seguro se acabará en apenas una noche, pues ya empiezan a arribar los miles de hinchas (se estima que serán 16.000) del River Plate, que aguarda rival en la final. Muchos periodistas argentinos sí que aparecieron por el Nissan Stadium y dejaron claro que las instalaciones se quedarán pequeñas, también deficientes en cuanto a wi-fi, porque no funcionaba, y era una queja continuada. Problemas que no les importaban a los aficionados, como a esos de la peña azulgrana de Tokyo, que llevaban unas esteladas al cuello —“Cataluña, Cataluña”, decían— y que pronunciaban alguna que otra palabra en catalán. De paso, vendían de estraperlo entradas para el encuentro al tiempo que se tiraban el dedo índice a la mano a modo de advertencia de silencio.

Cuando quedaban dos horas para el inicio del encuentro, los jugadores del Barça salieron por la puerta del Royal Park Hotel camino del autobús y del estadio. Justo entonces llegaba el comunicado médico del Barcelona que indicaba que Messi acababa de padecer un cólico nefrítico y era baja para el duelo. Al resto, ya se les esperaba en el Nissan Stadium. Muchos, claro, bien ataviados.

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