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Manolo Orantes, el primer ‘maestro’

Fue el primer español que ganó el Masters y es uno de los tres jugadores que ha logrado el título individual y el de dobles, junto a Joan Gisbert

Manuel Orantes y Joan Gisbert posan en Barcelona.
Manuel Orantes y Joan Gisbert posan en Barcelona.M. S.

A Rafael Nadal le queda una asignatura pendiente. En su largo palmarés figuran los cuatro Grand Slam, la Copa Davis, el Oro olímpico y la mayoría de torneos Masters 1000. Sin embargo, hay una corona que sigue inédita para él, que hoy afronta las semifinales contra Novak Djokovic: el Masters. Disputó las finales de 2010 y 2013, pero una vez Roger Federer y otra el actual número uno le cerraron el paso. En la historia de este torneo figuran dos nombres españoles en individuales, Manuel Orantes (1976) y Àlex Corretja (1998), y seis en dobles: Orantes-Juan Gisbert (1975), Marcel Granollers-Marc López (2012) y David Marrero-Fernando Verdasco (2013).

El primero de todos ellos fue, pues, un granadino que recaló en Barcelona y se hizo tenista recogiendo bolas a los socios del CT La Salut, que le recompensaban con sus propinas. Orantes, sin embargo, tuvo una brillante carrera profesional que le llevó no solo la final de Roland Garros (1974) y a conquistar el Open de Estados Unidos (1975), su único Grand Slam, sino también a convertirse en uno de los tres únicos jugadores de la historia que han inscrito su nombre en el palmarés individual y de dobles del Masters. Junto al español, lo lograron el legendario John McEnroe y Stefan Edberg.

“McEnroe lo logró junto a Peter Fleming y Edberg con Anders Jarryd”, explica Joan Gisbert, sentado junto a Orantes en la sala de trofeos del RCT Barcelona. “Solo hay tres. Y hay que reconocer el mérito de Orantes porque durante muchos años estuvo en la elite mundial y luchando por ser el número uno, en una época en la que los nombres de sus rivales se han convertido en leyendas: McEnroe, Borg, Connors, Vilas, Nastase”.

Realmente, la historia es tozuda. Orantes tuvo que luchar duramente en los primeros años de su carrera para librarse del yugo de un Manuel Santana que había despertado la pasión por este deporte en España. No lo tuvo fácil, porque se estaba enfrentando a un mito que ha persistido con el paso de los años, cuya huella es imborrable. Sin embargo, Orantes fue encontrando su espacio. Y ahora, su nombre surge en el Masters mezclado al de dos jugadores que marcaron la historia de este deporte.

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“El Masters siempre me gustó”, confiesa Orantes. “Es el premio al trabajo de todo el año. Y haberlo ganado en las dos modalidades me causa una gran satisfacción porque me recuerda el sacrificio que me supuso”. Gisbert lo corrobora. “En aquellos años todo era mucho más complicado”, afirma el finalista del Abierto de Australia en 1968. “No es que ahora sea fácil. Seguramente es incluso más difícil. Pero para clasificarnos para el Masters nosotros tuvimos que jugar alrededor de 45 semanas. Necesitábamos acumular puntos y más puntos. Y ello nos llevó incluso a disputar el torneo de Calcuta, justo la semana antes de iniciar nuestra andadura en Estocolmo –sede del Masters en 1975-“.

Orantes, también recuerda aquella odisea. “Amritraj, un exjugador, nos engañó un poco porque nos dijo que Calcuta era más o menos como Barcelona y que el torneo nos gustaría mucho”, comenta. “Llegamos allí y la miseria estaba en todas partes. Pero jugamos el torneo.

Gané el individual y, con Juan, estábamos también en la de dobles. Pero la visita del presidente del Gobierno obligó a retrasar la última final y nosotros nos quejamos porque íbamos a perder el avión en Nueva Delhi. ‘No os preocupéis, nos dijeron, viajaréis en el avión particular del presidente y no habrá ningún problema’. Necesitábamos ganar la final para mantenernos primeros de grupo en el Masters y sumar también una buena bonificación en dinero. El partido se nos complicó. Lo ganamos, pero se alargó más de la cuenta. Hasta el punto de que el presidente tenía ya prisa. ‘Recoged vuestras cosas y al avión’, insistieron. No pudimos ni ducharnos. Y durante el viaje nos dieron un bocadillo muy malo en el que estaban marcados los dedos del camarero. El presidente nos recibió y nos dijo: ‘Era bastante igual que España, ¿No?’ Optamos por no responderle”.

Llegaron a Estocolmo con tiempo suficiente para tomar contacto con la pista y poco más. “En el primer partido nos pegaron una paliza monumental”, reconoce Gisbert. “Perdimos con Fred McNair y Sherwood Stewart”. Después fueron a cenar con Andrés Gimeno, que les acompañaba como entrenador de Copa Davis. “Venga Juan, a ver si te animas un poco. Intenta disfrutar. Estás jugando el Masters y es una ocasión única. Diviértete en la pista. Hoy te he visto muy parado, demasiado tenso”. Gisbert, ya con 36 años, se lo agradeció: “M’agrada que m’ho diguis perque jo estic aquí per aprendre (Me gustan tus comentarios, porque yo estoy aquí para aprender)”. Pero Gimeno se exaltó: “Aprendre… a pendre pel cul (aprender… a tomar por el culo)”, le respondió. Lo cierto es aquello les espoleó a los dos, porque ganaron a Ramírez-Gottfried y a los alemanes Jurgen Fassbender y Hans-Jurgen Pohmann en los siguientes partidos. Y se aseguraron el título. “Nos dieron 56.000 coronas suecas, unos 14.000 dólares de la época”, explica Gisbert.

Para Orantes, aquello fue besar la gloria. En 1974 había perdido la final de Roland Garros, después de tener dominado a Bjorn Borg por dos sets a cero, con evidentes problemas en la espalda. “Toda la temporada había sufrido”, resume el granadino. “Acudí a un médico especialista en Barcelona y me dijo que no cogiera pesos y ni siquiera el teléfono. Jugaba a un buen nivel, pero cuando debía enfrentarme a Connors, Borg, Vilas debía estar al 100%. Perdí muchas finales. A finales de año, me enteré de que el Dr. Bestit, formado en Alemania en medicina deportiva, había fichado por el Barça. Le visité y me dijo que parando cuatro meses resolvería el problema. Lo hice”.

1975 fue el mejor año de Orantes. Debutó tarde, jugando la previa en el torneo de Montecarlo. Pero ya sin sentir dolor en la espalda. “Me clasifiqué y gané a Arthur Ashe en la primera ronda. Y después encadené los torneos de tierra batida hasta llegar a Roma. Gané también aquella final ante Ramírez el lunes –se retrasó por la lluvia- y llegué a Roland Garros el lunes por la noche y me programaron el debut el martes a las 10 de la mañana. Jugué fatal y perdí contra Zugarelli. Pero me sirvió de lección”.

Meses más tarde, ya en Estados Unidos, Orantes encadenó también varias victorias, pero tiró su primer partido en el último torneo previo al último Grand Slam para llegar en perfectas condiciones a Nueva York. “Y gané a Connors en la final. Fue mi mejor victoria·. Llegó a España en olor a multitudes. Y concluyó la temporada ganando el doble en el Masters con Juan Gisbert. “En 1974 yo jugué el doble con Nastase, mientras que Manolo lo hacía con Antonio Muñoz”, explica Gisbert. “Me divertí con Ilia. En el torneo indoor de París jugamos la final.

contra Ashe-Tanner. Y Nastase, que había ganado la final individual, se tomó un descanso, diciéndole al árbitro que no veía bien al rival –Ashe era afroamericano-. Estuvieron 10 minutos parados. Y al final les ganamos. En Teherán me dijo: ‘¿Quieres caviar? Ya lo tengo arreglado con Farah Diva para que nos lo consiga’. Y en Londres hacía de chofer a su esposa, Dominique, mientras él hacía de las suyas”.

Se juntaron con Orantes, porque Manolo rompió con Muñoz cuando este se negó a jugar el torneo de Wimbledon en 1974. Habían jugado en Copa Davis, pero eran amigos, porque en 1968 habían vivido en Australia juntos una experiencia inolvidable. “Yo había disputado la final del Open de Australia aquel año, pero como era amateur no pude cobrar el premio”, dice Gisbert. “Pero el Marqués de Cabanes, presidente de la Federación Española, nos dio 500 pesetas a Orantes y a mí para que nos quedáramos tres semanas allí, con Harry Hopmann, para aprender a jugar en hierba. Ganábamos dinero en el póker contra los japoneses. Nos hicimos muy amigos. Y en 1975 empezamos a jugar juntos el doble”.

En 1976, Orantes volvió a tener problemas, esta vez en el codo. Pero accedió de nuevo al Masters y lo acabó ganando en Houston. “En la final, iba perdiendo dos sets a uno y 1-4 frente a Fibak. Todo parecía perdido”, explica Gisbert. “Entonces, en el descanso entrevistaron por la televisión a Kirk Douglas y las imágenes se veían por las pantallas de la pista. Le preguntaron cómo veía el partido. Respondió diciendo que Fibak lo tenía muy encarrilado. Pero a su lado, su esposa hacía que no con el dedo. El comentarista de la televisión le preguntó a ella porqué hacía aquel gesto. ‘Creo que Orantes remontará el partido. Ya le vi hacerlo en Nueva York en semifinales contra Vilas cuando perdía 5-0. Y volverá a hacerlo’, respondió. Entonces, Manolo levantó el dedo gordo en señal de agradecimiento. Y el público estalló en una gran ovación.

La moral de Orantes subió como un suflé. Y se impuso a Wojtek Fibak por 5-7, 6-2, 0-6, 7-6 (7-1), 6-1. Y así pudo escribir la página más brillante de su historia: convertirse en el primer campeón individual y de dobles del Masters. El único español que hasta ahora lo ha logrado.

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