Hamilton se coloca en su sitio
El campeón gana en Austin y suma su tercer título, los mismos que Lauda y Senna, y escribe su nombre entre los mejores de la historia
Hasta hace un par de años, Lewis Hamilton vivía en una contradicción que le atormentaba, un conflicto interior el suyo que tomaba cuerpo a menudo y que podía emerger en cualquier escenario; en un acto con algún patrocinador, en una conferencia de prensa o en una entrevista. “He tardado cuatro años en cuadrar mi vida”, soltaba en una charla con este periódico en mayo de 2013, reconociendo que en su primera etapa en el Mundial se dejó atrapar por distintos aspectos ajenos a las carreras que influyeron negativamente en su rendimiento.
Hamilton terminó por entender que estaba desperdiciando un don especial, probablemente único en toda la parrilla, y no paró hasta que consiguió ponerlo todo en orden. Finalmente fue él quien encontró su sitio en Austin, donde este domingo se adjudicó su tercera corona de campeón (2008 y 2014), la segunda consecutiva con Mercedes, un logro que sitúa a este treintañero con pintas de rapero a la altura de monstruos como Niki Lauda y Ayrton Senna, su ídolo de toda la vida. Esta última victoria, la 10ª de 16 posibles, es también la 43ª de su palmarés, una cifra que le coloca como el tercer corredor que más acumula, solo por detrás de Michael Schumacher (91) y Alain Prost (51). El segundo en cruzar la meta fue Nico Rosberg, mientras que el tercero fue Sebastian Vettel.
Aunque pueda parecer mentira si uno le echa ojo a su cuenta de Instagram, el chico de Tewin (Gran Bretaña) está en paz. Y eso que se pasa mucho más tiempo en su jet privado que entrenándose o dentro del monoplaza. Ese Bombardier rojo chillón surca los cielos de aquí para allá (Miami, Nueva York, Colorado etc), pero su dueño está más centrado en su trabajo que nunca como ha quedado claro este curso, una temporada que ha manejado como ha querido desde el primer día sin apenas lagunas. Una gestión de lo más cómoda gracias en parte a la incomparecencia de su compañero de equipo, Rosberg, que en ningún momento fue un estorbo. El alemán se juega con Vettel ser el primero del resto de los mortales, y si sale trasquilado de este pulso quedará más que retratado. El chico de Wiesbaden llevaba embobado desde marzo y no despertó hasta ayer, cuando al fin emergió su mejor versión, por más que en el momento definitivo, a falta de menos 10 vueltas para el final, lo echara todo a perder al irse largo.
Con la abismal diferencia de potencial que existe entre el Mercedes y el resto de prototipos y sin un rival directo que le complique la vida, Hamilton se ha dado un paseo de siete meses, y la duda está en saber si esta monotonía terminará por aburrirle. Ese es el gran temor de Bernie Ecclestone, que ya ha dicho de él que es el mejor campeón que ha tenido el certamen, básicamente por todo lo que arrastra. El británico se cansó del esnobismo de McLaren y fichó por Mercedes (2013), tiene apartamentos repartidos por medio mundo y hasta se tiñó de rubio porque consideraba que su imagen necesitaba un cambio. Habrá que ver si ahora que ya ha conseguido su principal objetivo –emular a Senna–, la F-1 todavía tiene aristas que llamen su atención al margen de los más de 30 millones de euros que recibe de su escudería.
Estoy en el mejor momento de mi vida, este ha sido mi mejor año sin ninguna duda", asegura el británico
“Estoy en el mejor momento de mi vida. Este ha sido mi mejor año, sin duda. En invierno pensé que lo que acababa de lograr era imposible de mejorar, pero no. He estado delante desde el primer momento”, se felicitó Hamilton, que a diferencia de lo que ocurrió en 2008 y 2014, esta vez tocó el cielo con varias pruebas de margen. “Será muy difícil mejorar esto. Nunca imaginé poder sumar dos títulos, pues ahora imagina tres. Es como subir al Everest. ¿Qué más puedes hacer luego si no hay montañas más altas que esa?”, añadía el triunfador del día en Texas. “Lewis ha encontrado el equilibrio en su vida y eso le ha dado mucha confianza a la hora de conducir”, abundaba Daniel Ricciardo. “El piloto perfecto no existe, pero Lewis está entre los mejores en términos de velocidad”, le piropeó Jenson Button, uno de los que le conoce mejor. “La temporada pasada lo tuvo difícil y a pesar de ello ganó. Recuerdo que le dije a mi esposa que este año iba a arrasar”, cerró el de Frome.
Hamilton está encantado porque vive como siempre había querido. Su día a día más bien parece la inacabable promoción de una película en estreno. Esta semana, por ejemplo, se fue a Miami a descansar, y allí se le vio con Will Smith. El encuentro no fue espontáneo, estaba agendado por la gente de Purple Pr, la agencia que le lleva los asuntos al margen de la F-1 y que le prepara el terreno para cuando cuelgue el mono. Entonces se centrará en la moda y la música, sus otras dos grandes pasiones. De ahí que no vaya solo a ningún acto comercial. Siempre le acompaña una estilista que le deja listo para los flashes, y Daniel Forrest, ‘Spinz’, que se encarga de hacerle todas esas fotos que van directas a Instagram, una herramienta de propaganda perfecta para convertirle en un icono mundial como en su día fueron Tiger Woods o David Beckham.
Y Rosberg, desquiciado
Vale la pena pasar un fin de semana de perros si la cosa termina el domingo con un gran premio tan bestialmente trepidante como el que se disputó en Austin, una auténtica montaña rusa trufada de duelos, adelantamientos, derrapadas y salidas de pista digna de las mejores épocas del Mundial. Por primera vez en lo que va de año Rosberg sacó los colmillos, una pena que terminara desquiciado y sin saber qué más debe hacer para ganar a su compañero.
A Rosberg le pasó de todo después de recuperar la posición que Hamilton le birló en la arrancada, al arrinconarle y llevarle fuera de la pista. Situado de nuevo al frente del pelotón, el alemán dominó la escena la mayor parte del tiempo, hasta que la aparición del coche de seguridad en los últimos giros revolucionó el gallinero por enésima vez. Al británico, que agonizaba con los neumáticos de su monoplaza prácticamente en las lonas, se le abrió el cielo. Entró al garaje, puso gomas nuevas y se reincorporó a la pista, rearmado para la batalla final.
El duelo con su vecino nunca llegó a producirse porque Rosberg se fue largo en una de las eses del circuito, abriéndole la puerta a su rival y despejándole el camino hacia su tercera corona. La frustración del germano tomó cuerpo en la sala que da acceso al podio, cuando de malas maneras le devolvió a Hamilton la gorra que este le había tirado un segundo antes. “Cometí un error, pero lo raro es que nunca antes me hubiera pasado”, se limitó a decir Rosberg.
Carlos Sainz, que arrancó el último tras estrellarse en la cronometrada, se sacó de la chistera una impresionante escalada que le llevó a terminar el sexto. Sin embago, fue penalizado con cinco segundos (finalmente fue séptimo) por un fallo del limitador de velocidad en el pit lane.Fernando Alonso termino undécimo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.