El Tour del 16: un 14 de julio en el Ventoux , cronoescalada y Alpes a gogó
La 'grande boucle', que sale del Mont Saint Michel el próximo año, multiplica los elementos simbólicos en su 103ª edición
El Tour es una metáfora que se alimenta, como todos los acontecimientos arraigados en la memoria, de aquello que el recuerdo fija como verdadero una vez y se niega a cambiarlo para siempre y de símbolos. Como metáfora de la guerra que es, como todo el deporte, la guerra incruenta, dicen, la primera etapa del 103º Tour de Francia, el sábado 2 de julio, acabará con un tremendo sprint de violenta velocidad en Utah Beach, un pedazo de arena en el Atlántico conocido desde el gran Desembarco de Normandía de 1944 con el nombre clave que le dio el ejército de EE UU. Tal escenario bélico despampanante, reforzado por la cercanía de Bayeux, desde donde Guillermo el Normando partió a conquistar la isla de Gran Bretaña, hace innecesario el recurso a los cruentos adoquines o a los diques sacudidos por los vientos que otros años destrozaron al pelotón. Los enemigos que esperan a los ciclistas son ciclísticos sin más: montañas, contrarreloj y algún llano malicioso, un muro en Cherburgo bajo los paraguas, media montaña en Lioran, cerca de los Puys... Sin exageraciones ni gratuitos espectáculos.
Como vivero de falsas verdades, el Tour del 16, presentado a lo grande en París, como siempre en otoño, cuando los aficionados a falta de carreras viven de sueños, romperá con una tradición que nunca ha existido, la de que cada año deben circunnavegar Francia los corredores en sentido diferente, según las manecillas del reloj un año, con los Alpes antes que los Pirineos, y a la inversa, al siguiente. Como en 2015, y como en 60 de los 94 Tours en que se han subido Pirineos y Alpes, la cordillera que une Francia a España (tres días, más un cuarto de descanso en Andorra, como en los viejos tiempos de Anquetil) llegará antes que los Alpes (cinco días, y un descanso en Berna entre medias, entre Suiza y la Alta Saboya, donde, 230 años después de la primera ascensión a sus 4.808 metros brilla siempre el Mont Blanc los días sin niebla), y entre medias, se encontrarán consecutivamente con el Mont Ventoux, la montaña insólita que no pertenece a ninguna cadena ni macizo, y con una contrarreloj larga en la Provenza que tan bien huele.
Al Ventoux, que para los ciclistas es la luna y es la tragedia, se subirá el 14 de julio, que para el mundo es la revolución. La última vez que se ascendió a los más de 2.000 metros del monte calvo, Nairo Quintana osó desafiar al intocable Chris Froome. Acabó el colombiano desmayado, desvanecido entre las piedras blancas que deslumbran. Sufrió más nunca ha sufrido sobre una bici y empezó a quedar segundo en el Tour.
Para que los escaladores que temen a los contrarrelojistas construidos de vatios no dejen pasar pausadas las montaña, el Tour ha colocado una contrarreloj llana de 37 kilómetros (dos, tres minutos para los especialistas) para asustarlos y azuzarlos. El miedo a lo que vendrá les obligará a atacar en los Pirineos, entre Pau y Bagnères de Luchon (con Tourmalet, Azet y Peyresourde y su descenso) el segundo sábado de carrera, y entre Vielha y, el domingo en Andorra, tras Bonaigua y Cantó, final en Arcalís, allí donde Ullrich, Virenque y Pantani simbolizaron una tarde de 1997 el ciclismo de una época.
En los Alpes se encontrará el nudo gordiano del Tour 16. Cinco largos días y pocos grandes nombres confinados en un rincón pegado entre Suiza y el Valle de Aosta: no habrá Galibier ni Télégraphe, sino las Colombières, la grande y la pequeña, Aravis, Forclaz, donde Anquetil engañó a Federico en 1963, el inédito Emosson, un embalse suizo a 1.800 metros, y una guinda-guiño a los escaladores, Quintana y compañía: una cronoescalada de 17 kilómetros entre Sallanches y Megève, con ascensión al inédito col de Chozeaux.
El sábado 23, desde la Joux Plane y su diabólico descenso, el último puerto de los Alpes, como es habitual en la década (Semnoz en el 13, Alpe d’Huez en el 15), se volará a las afueras de París para terminar, como siempre, en la capital (en los Campos Elíseos desde 1975) el último domingo de julio.
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