La vida no tiene sentido sin el 10
Neymar, mientras tanto, alegra con su fútbol y quiebros la espera del aficionado del Barça
No acaba de jugar bien el Barça y a ratos hasta se le ve mal, como el sábado ante el Rayo o anteriormente contra el Bayer y también en Sevilla. Pero nadie culpa al entrenador ni a los jugadores ni tampoco a la directiva de Bartomeu. Ha calado en la hinchada el mensaje de que ni siquiera al campeón de Europa se le puede pedir un poco de fútbol cuando está crujido por Hacienda, diezmado por las lesiones y torturado por la FIFA. Incluso el peor de los partidos se justifica a partir de una clasificación que sitúa a los azulgrana en el liderato con el Celta y el Madrid. El victimismo del Barça ha encontrado sin embargo una explicación más racional: Messi.
Ahora se impone trampear los partidos hasta que vuelva el 10. Así que se acepta incluso que el Rayo gane la posesión de la pelota al Barça. No hay más estilo que el de la supervivencia, motivo de sobra para agradecer la comparecencia de Neymar. Nadie mejor que un artista brasileño para combatir la tristeza, como demostró en su día Ronaldinho, el futbolista que cambió el humor del Barça. Neymar alegra la vida en ausencia de Messi. Juega en un sambódromo: tira caños y sombreros, controla de rabona y se adorna con elásticas, un mago. Un jugador cuyo surtido de gestos técnicos permite ganar encuentros enrevesados como el del sábado ante el Rayo.
También Argentina es capaz de dar por bueno un empate en Paraguay mientras aguarda al 10
También Argentina es capaz de dar por bueno un empate en Paraguay mientras aguarda al 10. La albiceleste se queja por perder las finales con el 10 y es incapaz de meter un gol en las eliminatorias sin Messi. Le extrañan tanto que piden que juegue con un pierna contra Colombia y Brasil. No hay encuentro fácil sin el argentino, cuesta meter un gol y se necesita un fórceps para cantar victoria.
Messi es admirable como futbolista y pocos le envidian como ciudadano barcelonés si se atiende a su mal gusto por el sofá de casa, por sus mensajes indescifrables, por sus pleitos fiscales y porque a juzgar por Instagram sigue viviendo como si estuviera en Rosario. Aburrido en casa, se despierta en la cancha y el fútbol de playa se vuelve callejero, el juego se convierte en una cosa seria, el juego de equipo cobra sentido y Neymar deja de ser Neymar para ser el compañero de Messi. Ningún futbolista juega igual con o sin el 10. No habrá mayor problema de egos azulgrana mientras Messi sea sin discusión el número 1.
Con Messi, el barcelonismo ha sobrevivido a la decadencia de Ronaldinho, a la salida de Guardiola, a la muerte de Tito —si se puede sobrevivir a la muerte— y a una temporada con Martino. Hasta puede convivir con Rosell y Bartomeu, cobrar de Qatar y presumir de Unicef. Nadie quiere imaginarse cómo será la vida sin Messi después de ver pasar cuatro partidos sin su presencia y aceptar que el fin justifica los medios incluso ante el Rayo.
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