Australia amenaza con despedir a Inglaterra de su Mundial
El XV de la Rosa se mide a un rival renacido con el objetivo de evitar ser el primer anfitrión que se despide en la fase de grupos
El hercúleo David Pocock, el primer wallabie que salía al césped de Twickenham en la víspera al partido más decisivo de cualquier fase de grupos de un Mundial, también sabe jugar al críquet. Su pausado caminar sobre el impoluto tapete londinense se acelera cuando coge la pelota y la lanza con el mismo espíritu competitivo con el que gana incalculables metros. Sus compañeros le imitan, usando como bate el rodillo para calentar sus músculos. Por si no era suficiente que el envite del sábado (21.00) con Inglaterra sea el más repetido de la historia del torneo, recordaron al mundo que la rivalidad entre ambos países va más allá del rugby.
Ningún anfitrión ha caído en la primera fase, deshonor que no han conocido nunca Australia, Francia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y la propia Inglaterra. A ese destino le conduciría irremediablemente la derrota, salvo un improbable escenario en el que Australia gane sin punto bonus e Inglaterra pierda por menos de ocho puntos, anotando además cuatro ensayos.
Frente a la exigencia inglesa, Australia vive un momento de tranquilidad inimaginable hace 11 meses. Mérito de Michael Cheika, capaz de unir a una plantilla despedazada, lindando entre la estructura y el sentimiento de sus estrellas, unas más rebeldes que otras. No hay solemnidad en Twickenham; sobre el césped suena Thunderstruck. Y bajo el éxito de AC/DC calientan los Wallabies, trasladando con alegría el peso del compañero. “Queremos poner una sonrisa en la cara a los jugadores. Ya hemos hablando suficiente sobre dolor y lo difícil que va a ser el partido”, explicaba el técnico.
Cheika, el único entrenador en ganar las grandes competiciones por clubes de ambos hemisferios (la European Champions Cup y el Super Rugby), se siente confirmado. No tenía demasiado que perder; Australia era la víctima propiciatoria del grupo y todo lo que consiguiera sería bienvenido. El medio melé inglés Ben Youngs interpreta esa calma como algo positivo: “Tenemos que darles una razón para que se rindan, siempre pueden conseguir un resultado ante Gales [el próximo sábado]”. Sin embargo, el entrenador australiano se siente forjado por el pasado reciente. “Venimos de un largo camino, hemos tratado cada partido a vida o muerte”.
Habla la experiencia, la de la segunda alineación australiana con más internacionalidades (740) frente al cuarto XV más joven que los ingleses han sacado en un Mundial (26 años y 350 días). Y Cheika recrea cada escenario psicológico en el césped. “Visualizar las situaciones in situ es el 0,1% extra, así se ganan esos partidos tan igualados, poniéndonos en el momento en que haya 80.000 ingleses cantando su canción”.
No habla de su gran carta, su tercera línea con Pocock y Michael Hooper, un experimento que mostró al mundo en agosto y valió para que ganaran a los All Blacks por primera vez en cuatro años. Gran parte del choque depende de cómo gestionen sus embestidas los ingleses, obligados a usar la intensidad de verse al borde del adiós y no dejar que se convierta en indisciplina y penalizaciones, su tumba ante Gales. Australia, valiente siempre en el juego a la mano, tenía el talón de Aquiles en su delantera, por eso contrató como técnico al argentino Mario Ledesma. El seleccionador inglés, Stuart Lancaster, ha aplaudido esta semana la mejora del rival en ese apartado, que decidió a favor de los ingleses el último emparejamiento, en noviembre (26-17). “Fuimos derrotados en las melés importantes, y tenemos que hacer ajustes. Es la parte más humilde en rugby, puedes brillar en una y hundirte en la siguiente si no estás concentrado”, replica Cheika.
Con un tono entre la reivindicación y la despedida, Lancaster recordaba el jueves sus 25 años de enseñanza y entrenamientos para preparar mentalmente a los jugadores. “No hay que transmitirles que el partido es más grande de lo que realmente es porque no podrán abarcarlo”. El técnico detalló las últimas palabras que diría a sus pupilos. ”Que lo hagan por todo el mundo, por el país, pero sobre todo por ellos mismos. Hay grandes jugadores que van a ser mejores en el futuro y este es un gran momento para ellos”.
¿Sirve esa alusión al futuro como matiz si llega el peor de los presentes? Son muchos los ingleses que podrían llegar a jugar otros tres mundiales, una generación que glorifica cualquier testimonio sobre el Mundial que el XV de la Rosa ganó ante Australia en 2003, con la única patada que el concienzudo Jonny Wilkinson ejecutó sin pensar. Silenciados en el último suspiro de la prórroga aquel día, los Wallabies tienen una oportunidad pintiparada para ajustar cuentas con la historia.
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