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memorias en blanco y negro
Columna
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El día que el baloncesto desplazó al fútbol

España perdió la final europea con Italia, en 1983, pero el baloncesto había ganado al fútbol al retrasar el horario de la final de Copa entre el Barça y el Madrid

Los jugadores del Madrid y del Barça discuten tras una falta en la final de Copa de 1983.
Los jugadores del Madrid y del Barça discuten tras una falta en la final de Copa de 1983.EL PAÍS

La Selección de baloncesto alcanzó ya una final europea en Francia, en 1983. No la ganó, pero ese día consiguió algo más difícil: desplazar de hora la final de Copa, Madrid-Barça. Un éxito sin precedentes sobre el fútbol. Aquello despertó no poca polémica y supuso la confirmación definitiva de que el baloncesto había arraigado.

Eran buenos años para nuestro baloncesto, con la generación de los Corbalán, Epi, Fernando Martín, Sibilio, Andrés Jiménez, Romay, López Iturriaga, Solozábal… En 1982 habían sido cuartos en el Mundial de Cali, tras el aldabonazo de una victoria sobre Estados Unidos. En 1984 ganaron plata en los JJOO de Los Ángeles. En ese 1983 intermedio se permitieron el lujo de cambiar de hora la final de fútbol.

Y eso que aquel Eurobásket no empezó bien. El primer partido, contra Italia, dejó sabor desagradable. La primera parte no se pudo ver por la negativa de la televisión francesa a enviar la señal. España se presentó con una publicidad encubierta, BEE, Banco Exterior de España. Contravenía las normas, pero se quería hacer pasar la leyenda por Baloncesto Equipo España. En conversaciones previas entre la Federación, que presidía Segura de Luna, y el comité organizador, ya salió la cuestión, pero se confiaba en la comprensión final del francés Robert Bunsel, vicepresidente de la FIBA y exentrenador del Madrid. Pero a la hora de la verdad, no coló. Tras muchas discusiones, todos queriendo forzar la situación, España salió con las camisetas con el BEE. La televisión francesa no emitió la señal. Segura de Luna rectificó ya con el partido en marcha y se llevaron al banquillo camisetas sin ese logo. Pero Díaz Miguel, el entrenador, se negó a gastar un tiempo muerto en el cambio de camiseta, así que el cambio no se produjo hasta el descanso.

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La segunda parte ya se televisó, tras explicaciones difíciles de los comentaristas. Y lo que se vio fue una España que estuvo a punto de ganar… pero perdió. A falta de 8 segundos, con 74-73 y posesión, Corbalán, el mejor del partido (19 puntos) cometió uno de los pocos fallos de su vida. En lugar de retener y botar, envió a Sibilio, Villalta interceptó, entregó a Marzorati y éste puso el 74-75. Se nos quedó cara de tontos.

Pero aquel era un gran equipo, se repuso, ganó a los restantes rivales del grupo (Yugoslavia, Francia, Grecia y Suecia) y llegó a la final, tras batir en semifinales a la URSS, 95-94, con una sensacional canasta de Epi. La semifinal se jugó el 1 de junio, adelantada un día, supuestamente por interés de la televisión holandesa, que jugaba la otra semifinal contra Italia. Eso aquí se tomó como una afrenta y un perjuicio para la maltrecha espalda de Fernando Martín. La expectación subió al máximo.

Italia ganó a Holanda. Final, pues, contra Italia, el único que nos había ganado, con el fallo de Corbalán, que siguió siendo el mejor cada día, el lío de las camisetas, el adelanto de la semifinal, la canasta de Epi… El ambiente estaba en todo lo alto.

La final era el domingo, 4, a las 20.30. El mismo día, a las 20.00, tenían que jugar en La Romareda el Madrid y el Barça la final de Copa. Era el Barça de Schuster y Maradona, con Menotti de entrenador. Y el Madrid con Di Stéfano de entrenador, que ya había sido segundo en tres competiciones: Supercopa (ante la Real), Recopa (ante el Aberdeen) y Liga (ganada por el Athletic el último día por derrota del Madrid en Valencia).

Por aquellos años, mucha gente del fútbol hacía muy de menos al baloncesto, como un deporte afeminado, sobrepagado y mimado por una prensa acrítica. Pero ya tenía un arraigo, había evolucionado de ser una cosa de Saporta y el Madrid a pretenderse alternativa real al fútbol. El conflicto se discutió apasionadamente. Por supuesto, la FIBA ni se planteó cambiar la hora.

La final de Copa enfrentaba al Barcelona de Maradona y Schuster contra el Madrid entrenado por Di Stéfano

Así que tras dos días de forcejeo se pasó la final de Copa a las 22.15. El director de RTVE era Calviño, el ministro de Cultura era Javier Solana, pero quien mandaba más en esas cosas era Alfonso Guerra. Eran años del primer gobierno socialista, aún quedaban rescoldos de la idea de que el fútbol había sido cosa de Franco para embrutecer al pueblo. Además, en el 82 el fútbol había dado el cante en el Mundial, celebrado aquí. El baloncesto gozaba de imagen más moderna, sus jugadores solían tener cultura universitaria, parecía mejor imagen para la España que venía. Había dos canales. Se hubiera podido dar uno por cada uno, pero el segundo de ellos, que llamábamos UHF, tenía poca implantación fuera de las grandes ciudades. Y tampoco al gobierno socialista le pegaba dar deporte por los dos canales. Así que tras intensos cabildeos, Pablo Porta, presidente de la Federación, cedió. Emitió un comunicado en el que incluyó que había habido consultas a la Casa Real.

El fútbol se dolió. Viajaban unos 25.000 culés y 13.000 madridistas, con trastorno para el regreso. Para los periódicos deportivos (As se quejó en un editorial y en un titular de portada) el atraso era demoledor para el cierre y la distribución. Habían planteado que hubiera sido mejor un adelanto. También protestaron restaurantes, cines y teatros, a los que hasta entonces había tenido en cuenta el fútbol.

Las bromas de Di Stéfano

Pero así fue. José Ángel de la Casa, que narró la final de fútbol para TVE, recuerda que se emitió el segundo tiempo del baloncesto por las pantallas de los videomarcadores del estadio, para lo que hubieron de hacerse ciertas adaptaciones técnicas.

España perdió la final con Italia, pero el baloncesto había ganado al fútbol. En Zaragoza se impuso el Barça, 2-1, con un cabezazo acrobático muy recordado de Marcos, casi sobre la hora. Fue un partido tenso, duro y desagradable, con una patada horrible de Migueli a Bonet que retiró a este del fútbol. Cuando Tente Sánchez, el capitán, cogió la Copa de manos del Rey Juan Carlos, ya era medianoche, la hora bruja. El presidente Núñez lloró como un niño. Ahí nació su fama de llorón.

Para Di Stéfano fue el cuarto subcampeonato. Aún tendría que sufrir otro, en la final de la Copa de la Liga, invento de Núñez que no duró mucho, y precisamente ante el Barça. Mucho castigo para Di Stéfano, que precisamente era de los que más se distinguían por hacer bromas sobre el baloncesto.

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