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Hamilton vuela sin saber por qué

El británico gana en Monza por delante de Vettel, después de que su equipo le pida que fuerce para sortear una posible sanción

Oriol Puigdemont
Hamilton celebra el triunfo en Monza.
Hamilton celebra el triunfo en Monza.GIAMPIERO SPOSITO (REUTERS)

Cinco vueltas antes de cruzar la meta en Monza como protagonista principal del fin de semana, Lewis Hamilton comenzó a recibir por la radio mensajes aparentemente sin sentido de Peter Bonnington, su ingeniero de pista. El británico circulaba a sus anchas, con una sola mano podríamos decir y un mundo de ventaja (más de 20 segundos) sobre Sebastian Vettel, su primer perseguidor. De repente, desde el muro de Mercedes le pidieron que pisara a fondo y que, si podía no corriera, que volara. Así, si más. “Necesitamos que lo hagas, después te lo explicaremos todo”, le dijo Bonnington. Y el bicampeón (2008 y 2014), que no pasa por ser un tipo fácil de manejar, quiso que le informaran de lo que estaba pasando. “No tomes riesgos, estás haciéndolo exactamente lo que necesitamos”, le rogaron. “Me estáis pidiendo que corra más, y eso evidentemente conlleva riesgos”, respondió él poco antes de adjudicarse su séptima victoria de la temporada y la 40ª de su palmarés, una cifra que le deja a una de igualar las 41 de Vettel y a Ayrton Senna, su ídolo de toda la vida. “Estas últimas vueltas no han sido nada divertidas, chicos”, soltó de regreso al taller.

Los motivos que le dieron al piloto de Tewin (Gran Bretaña) al bajarse del coche todavía le angustiaron más que esos últimos giros en los que tuvo que forzar sin saber por qué. Resulta que los comisarios informaron a Mercedes de que habían detectado una irregularidad en las presiones del neumático trasero izquierdo de sus dos monoplazas, tanto en el de Hamilton (0,3 PSI por debajo del límite establecido por Pirelli) como en el de Rosberg (1,1 PSI por debajo), y que requerían la presencia de ambos en Dirección de Carrera a las 16:15 de la tarde, justo después del ceremonial del podio que cerró Felipe Massa. Fue esa comunicación la que puso en alerta el garaje del constructor de Stuttgart y motivó que desde allí apremiaran a su piloto para que aumentara el ritmo, en previsión de una posible sanción posterior. El margen definitivo sobre Vettel fue de poco más de 25 segundos, un cojín que finalmente quedó en eso porque los comisarios concluyeron que las presiones eran correctas cuando las ruedas se colocaron.

Dos horas después de escuchar a las partes implicadas y de volver loco a medio ‘paddock’, la FIA anunció que no iba a penalizar a nadie, poniendo fin al último de esos embrollos tan estrafalarios y propios de la F-1. Carlos Sainz (undécimo) se saltó la primera variante y al madrileño le cayó una sanción de cinco segundos, Fernando Alonso las pasó canutas, sin coche ni ritmo ni nada, y tuvo que abandonar, mientras que Roberto Merhi concluyó el 16º.

Los comisarios detectaron irregularidades en la presión de las gomas de los dos Mercedes, aunque finalmente no hubo penalización

Habría sido injusto arrebatarle a Hamilton un triunfo tan incontestable como este, un paseo por el parque que fue especialmente apacible después de que Kimi Raikkonen se pegara un tiro en pie en el peor momento. Lo del finlandés es para hacérselo mirar. El sábado clavó la cronometrada (fue el segundo, su mejor clasificación desde que vuelve a vestir de rojo) para quedarse petrificado el domingo en la salida. Se apagaron los semáforos al mismo tiempo que se encendieron los chivatos de su volante, un festival de luces tan llamativo como peligroso. El nórdico tardó dos días en darse cuenta de lo que había pasado –el embrague no mordió bien y saltó el sistema automático de anticalado que puso el motor en punto muerto–. Un desastre que podía haber ido a mayores si Rosberg, justo detrás, no hubiera sabido esquivarle.

Tras su abandono, Rosberg cada vez tiene más negro plantarle cara a su compañero, que todo hay que decirlo, le está machacando

Buenos reflejos los del alemán, que sin embargo no pudo evitar la avería que terminó con el propulsor de su W06 en llamas. Esta es la enésima calamidad que sobreviene este año al corredor de Wiesbaden, que se vio obligado a correr sin la última evolución de motor disponible y que cada vez tiene más negro plantarle cara a su compañero, que todo hay que decirlo, le está machacando.

Y Alonso, tan tranquilo

Cada vez cuesta más entender la estrategia comunicativa que sigue Yasuhisa Arai, el máximo responsable de Honda en el Mundial de Fórmula 1. Antes de desembarcar en Bélgica, la prueba anterior, el japonés aseguró que el objetivo de su marca era desplazar allí un motor que fuera capaz de ofrecer un rendimiento similar al del Ferrari, y el descalabro en Spa fue mayúsculo (Alonso y Button terminaron a una vuelta de los primeros). Dos semanas después, Arai volvió a hacer de las suyas y aseguró que el propulsor Honda era más potente que el de Renault. Después de las pruebas del viernes y la cronometrada del domingo, Arai trató de explicar su punto de vista y para ello tiró de los datos que le ofrece su maquinaria: “Nuestros sensores así lo indican”.

Pasan las carreras y en McLaren parecen cada vez más desconcertados. Ya no es solo que el propulsor sea debilucho y frágil, que lo es, sino que el coche, además, no tiene un chasis tan bueno como algunos pregonan. “Algo le ha pasado al motor porque no pasaba de 100 por hora”, explicó Fernando Alonso después de abandonar por quinta vez este año. Lejos de lo habitual en él, al asturiano se le ve más tranquilo que nunca, y eso es algo que llama la atención dadas las circunstancias actuales en las que se encuentra su escudería, que está absolutamente clavada. “Toca preparar las cosas para el año que viene”, sostiene él.

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