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El día del viento hace perder 1m 27s a Nibali y Quintana

Contador y Chris Froome, grandes favorecidos de una jornada que deja a Cancellara como maillot amarillo

Carlos Arribas
Los corredores del Etixx y del Lotto tiran del grupo de Contador y Froome en el dique de Zelanda.
Los corredores del Etixx y del Lotto tiran del grupo de Contador y Froome en el dique de Zelanda.KOEN VAN WEEL (EFE)

Las niñas rubias de piernas largas coloradas al sol insólito pedalean felices el verano junto a los lagos de Holanda. Es sábado. Un día feliz. Al sur de allí, en la costa artificial donde el mar del Norte le da duro al cemento que protege a todo los Países Bajos, anuncian para el domingo, el día que llegará el Tour, tormentas y rachas de viento helador que agitarán los molinos, arrancarán sonrisas de los surfistas, harán soñar a los aficionados al ciclismo, a los que no se les ponen coloradas las piernas porque las tienen ya bronceadas, tantos miles de kilómetros han pedaleado en culotte, y que odian a los escaladores a menos que sean holandeses y sufran por ello. Llevaban, los aficionados, semanas rezando para que el tiempo malo, el viento que azota en rachas veloces, la lluvia, coincidiera con la etapa del Tour, pues para ellos los diques, las largas líneas sin protección, las rotondas, son los Pirineos, son los Alpes, son todas las montañas confundidas. El ciclismo, dicen, es para todos lucha contra la naturaleza, contra los imposibles. Girarán los molinos, gritan gozosos, girará el Tour. Sufrirán un día los escaladores que nos harán sufrir en la montaña, desean.

Y sus ciclistas favoritos, atentos, pegan con celo en la potencia del manillar los lugares clave como si fueran puertos de montaña. Y el hors catégorie se encuentra justamente en el kilómetro 108,5, a 57,5 de la meta, y no es más que un cruce de carreteras, un giro de 90 grados a la izquierda para abandonar la nacional 218 y entrar en la nacional 494. Allí, recién salidos de Rotterdam, de los últimos vestigios de civilización, entregado el pelotón a la naturaleza sin freno, el ciclismo es un pandemónium, allí manda el viento que todo lo trastorna. Allí, los ciclistas se dividen en tres categorías, los que están a la altura de la situación, de la lluvia que cae chaparrón y empaña sus gafas y sus miradas, su orientación, y toman decisiones valientes; los que se frenan y esperan, y los que se caen.

Se cayeron justamente los holandeses que tan ansiosos estaban por mostrarse en su país a la altura de la pelea, los del Lotto-Jumbo que en su maillot llevan seis bolas con seis números, los números de su suerte, dicen, y no aciertan ninguno, y ruedan por los suelos en sus rotondas, que, dice, tienen efecto yoyó y los despiden, centrífugamente, contra las vallas. Detrás de ellos, cortados –“fue mala suerte”, dijeron ambos, Nibali y Nairo; “entre las caídas y la lluvia se nos fue el pelotón”—se quedaron dos de los grandes, el italiano y el colombiano, que temieron perder ya el Tour el segundo día. “Nairo iba adelante con Dowsett, pero el grupo ha empezado a partirse con el viento, ha comenzado a llover, se ha producido la caída, hemos girado a la izquierda hacia una zona de viento y los grupos se han seguido cortando y cortando por delante hasta que nos hemos encontrado todos detrás. A partir de ahí no ha habido nada que hacer, más que tirar”, fue el resumen de Valverde, también cortado.

Delante de ellos, atentos a las maniobras de los belgas, siempre los maestros del viento y el mal tiempo, aunque ahora cuenten con motores alemanes (Tony Martin) o polacos (Kwiatkowski) que trabajan para un bólido inglés (Cavendish), las del Etixx y las del Lotto belga, decididos para tomar la iniciativa, los otros dos grandes, Alberto Contador, el escalador que sabe sacar ventaja siempre de las etapas complicadas --"y siempre digo que estos días se puede hacer más diferencias que en montaña", dijo, encantado--, pues esa es su fuerza, su maestría, y, sorprendentemente, Chris Froome, quien no se arrugó.

Desde allí, hasta la meta, la etapa, corrida a más de 46 por hora, sin descanso, fue una contrarreloj por equipos frenética. Delante, tres equipos, Lotto, Etixx y Tinkoff tiraban de un grupo de 25 corredores; detrás, a un pelotón de 65 lo arrastraban otros tres: Movistar, que inteligentemente mantuvo la cohesión del grupo, con todos los trotones a disposición de su Nairo; Astana, con Nibali echando pestes internas contra los holandeses Boom y Westra, a los que había fichado justamente para estar con él en el dique y que desaparecieron como por encanto, y el Katusha de Purito, a quien se les había cortado inesperadamente Kristoff, el sprinter noruego que tanto ama el mar del Norte y sus vientos traicioneros. “Y tuvimos la fortuna de que después de nosotros se quedara también Nibali y tuvimos colaboración”, dice José Luis Arrieta, director del Movistar, quien, como su Nairo, llegó a pensar que con lo que quedaba por delante, pese a tener magníficos rodadores como Dowsett, Malori, Erviti y Gorka Izagirre a su servicio, su corredor podría perder cinco minutos. “E incluso llegué a pensar que enlazaríamos. Llegamos a estar a 42s de los coches del otro grupo, pero entonces pinchó Nibali, y luego se cayeron Anacona y Purito, y se nos fue todo”.

Llegaron a 1m 28s del primer grupo. Ganó la etapa Andre Greipel, el gorila del Lotto; tercero fue Fabian Cancellara, nuevo líder gracias a la bonificación.

Domingo de generosidad y egoísmos

C. ARRIBAS/ Neelte Jans

Miran la pantalla los periodistas holandeses, legión en su tierra, y lloran: su hombre, Bauke Mollema, está solo en el grupo de Contador, mientras su gregario teórico, Fabian Cancellara, va a rueda de los Etixx y compañía en el de delante. Y ven, con reverencia, la generosidad sin límites de dos campeones del mundo, Michal Kwiatkowski y Tony Martin, que tiran como locos y sin parar para que un tercero de su equipo, Michael Cavendish, gane la etapa y, de rebote, Martin, segundo en la general, pueda ser líder.

Al egoísmo de Cancellara, la prima donna del Trek, nadie le puede poner peros. El suizo, frustrado por no ganar la contrarreloj el sábado, ya dijo por la mañana que su objetivo era terminar el día de amarillo. "Quiero llegar a 30 días de amarillo", dijo el de Berna, amante de números redondos y récords. "Y en la etapa del lunes será el 29º". Para lograrlo necesita quedar por delante de Martin y bonificar (10, 6 7 4s para los tres primeros). Lanzado el sprint, Cavendish, que arranca el primero, se queda sin gas a 25 metros, y cuando ve que le superan Greipel y Sagan, en vez de pelear por Martin y para que Cancellara no logre la bonificación, levanta el pie sin piedad y deja que el suizo, lanzado, le supere por un tubular. Cancellara previó que el lunes, en el muro de Huy, perdería el liderato. "Pero lo recuperaré el martes en el pavés que tan bien domino", advirtió el suizo, que sabe, como todos, que el Tour del 15 será una batalla diaria.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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