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Nada separa a los cuatro grandes del Tour

Entre Nibali, el mejor de los cuatro aspirantes, y Quintana, que cerró el pañuelo, solo hubo 18s de diferencia. Dennis, primer líder a velocidad récord

Carlos Arribas
El australiano Rohan Dennis con el maillot amarillo.
El australiano Rohan Dennis con el maillot amarillo.ERIC GAILLARD (REUTERS)

Cuando coincide con su hermano Dáyer en alguna carrera y observa que en la puerta del autobús hay aficionados esperando para un selfie, un autógrafo o un achuchón caluroso, Nairo Quintana manda al pequeño por delante y creyéndole el hermano bueno los ansiosos pesados se lanzan a por él como moscas, mientras, riéndose entre dientes, el colombiano que quiere ganar el Tour se escabulle sin ser molestado.

 Maneja tan bien el juego de las falsas apariencias Quintana que hasta los grandes periódicos se someten y publican fotos equivocadas, tomando a uno por otro. Esta virtud del colombiano fue un lujo en Utrecht, la ciudad en la que, quién podría decirlo, para fiarse de las apariencias y los prejuicios, Tim Krabbé —un escritor que jugaba al ajedrez, quería ser como Knetemann, tan contrarrelojista sobre su bici, y para probarlo escribió un libro de culto llamado El ciclista— paseaba junto a los canales su amor con Sylvia Krystel, la famosa actriz de Emmanuelle, nativa de la ciudad holandesa de la que en una tarde calurosa partió el 102º Tour de Francia a velocidad récord: el ganador, el joven especialista australiano Rohan Dennis (BMC), quien durante unos meses este año fue recordman de la hora, rodó a 55,446 kilómetros por hora de media, 300 metros más que la anterior contrarreloj más rápida (55,152 de Chris Boardman, otro hombre-hora, en el prólogo de Lille de 1994, de 7 kilómetros, la mitad).

Las calles de una contrarreloj, como las de un descenso, son trazos en un plano sobre los que los ciclistas dibujan sus propias líneas, trazos dentro de un trazo, y, como un esquiador lanzado en un descenso, Dennis, de 25 años, lo hizo magníficamente, como también trazaron espléndidamente sus rivales ya tirando a viejos, Tony Martin, el potentísimo alemán, el prodigio de las contrarreloj que aún no ha logrado vestirse de amarillo Tour, y el suizo Fabian Cancellara, ganador de cinco prólogos en los últimos 12 años. Se quedaron a 5s y 6s, respectivamente, del australiano, que se llevó por tan escaso margen el lote completo: victoria, récord y maillot amarillo. La diferencia a su favor la cultivó en los segundos siete kilómetros, los de vuelta a la casilla de salida, en los que soplaba el aire de cara. En esas condiciones son los que logran desarrollar mayor potencia absoluta los que ganan, y, aunque los tres, y algunos más del campo de los potentes, parecían lavadoras en la fase del centrifugado moviendo frenéticos enormes desarrollos (platos de 58 dientes, la moda, pues combinados con un piñón tirando a alto permiten una cadena más recta, menos fricción, más eficiencia), fue Dennis el más efectivo contra el viento, como poco después, siempre jugando con las apariencias, lo fue Nairo Quintana.

Más que un dibujante avezado de trazo firme, el colombiano partió tartamudeando, dudando en algunas curvas, que parecía que le sobraban, y pasó por la mitad del recorrido marcando el 113º tiempo. Después, contra el viento, donde a falta de potencia máxima usó inteligencia de carrera y aerodinamismo, Quintana dio un salto hacia delante. Terminó a 1m 1s de Dennis y cuando los que se dejaron llevar por las apariencias le preguntaron si no estaba decepcionado, él respondió que había que esperar a ver qué tiempo hacían los otros tres del grupo de los cuatro. Para ello hubo que esperar más de dos horas, pues para ganar tiempo de descanso y para que no se le hiciera muy largo el día, en su equipo, el Movistar, decidieron que saliera de los primeros. Cuando salieron los otros tres, Alberto Contador, Chris Froome y Vincenzo Nibali, que remataron la jornada, el tiempo no había empeorado ni había aumentado la velocidad del viento. Todo lo más, había aumentado la densidad del aire, lo que no sería suficiente para explicar por qué todos ellos perdieron en ese tramo tiempo con el colombiano aparentemente tan frágil, tan diminuto en medio de los gigantes. Él acabó esprintado, mientras los demás parecían no tener fuerzas para levantar el culo del sillín en la última recta.

Ninguno de ellos, un hecho histórico, pudo terminar entre los 20 primeros. Nibali, el más sólido aparentemente, pasó por la mitad el 18º y terminó el 22º, a 43s de Dennis; Froome, amante de dibujar eses por las calles, inseguro, pasó del 32º al 39º. Contador adelantó seis plazas, de la 52ª a la 46ª, y Quintana, que recortó tiempo a todos, de la 113ª a la 57ª. “No es el tiempo lo que me preocupa, pues todos hemos estado bastante parejos”, dijo Contador, el tercero de entre los grandes, a 15s de Nibali, a 8s de Froome y con 3s menos que Quintana finalmente, más pendiente del valor psicológico de las actuaciones.”"Pero me habría gustado estar por delante de algunos más. Las sensaciones, además, no han sido buenas. Ha sido un día de mucho calor, muy explosivo, he salido ya con las pulsaciones bastante altas y he decidido regular para que no me cayera más tiempo”. Y se despidió, agorero, anunciando que hoy, cuando el pelotón visite el famoso dique de Zelanda, entre el mar y el mar, lloverá y bastante hará con salvar el día. Y aún quedan ocho etapas para llegar a la montaña.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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