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El inesperado regreso de Bolivia en la Copa América

La selección andina vence 18 años después con un equipo de jugadores semidesconocidos

Alejandro Prado
Los bolivianos celebran su triunfo.
Los bolivianos celebran su triunfo.CRIS BOURONCLE (AFP)

En la Copa América de 1997 una selección brasileña plagada de estrellas se paseó por los estadios bolivianos para ganar el torneo con suficiencia. Los Ronaldo, Romario, Leonardo o Dunga no encontraron oposición ni siquiera en la final, en la que derrotaron a la anfitriona por 3 a 1. Aquella Bolivia, entrenada por el español Antonio López, accedió al partido por el título tras derrotar a México en La Paz. Esa victoria era la última del país andino en el torneo continental hasta ayer.

Fueron los últimos coletazos del glorioso combinado que se clasificó para el Mundial de 1994. Platini Sánchez, Etcheverry, Peña o Baldivieso aún se mantenían de aquel equipo de Xabier Azkargorta. Además de ese subcampeonato, el palmarés de Bolivia se limita a una Copa América conquistada en 1963, edición en la que ejerció también de anfitriona. El hecho de que sus únicos logros se hayan conseguido como local siempre ha provocado suspicacias sobre la ventaja que tiene por jugar en la altitud de La Paz.

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De todos modos, los gloriosos tiempos de los noventa quedan ya muy lejos. La Bolivia de ahora es una selección repleta de jugadores de segunda y hasta tercera fila que llegó a Chile sin ninguna pretensión. La victoria de la noche del lunes ante Ecuador se convierte en su mayor hito en los últimos años junto al 6-1 que endosó a Argentina en la fase de clasificación para el Mundial de 2010.

Pero aquella goleada no pasó de ser simbólica ya que el equipo no tenía posibilidades de conseguir nada. La victoria ante Ecuador significa la casi segura presencia en cuartos de final de Bolivia. En la prensa de ese país sobre todo se habla de un hombre. El joven portero Romel Quiñónez se convirtió en el inesperado héroe de un equipo que se vio ganando 0-3 al descanso. Los atacantes de La Verde aprovecharon la verbena que era la defensa ecuatoriana para encarrilar el partido y prepararse para sufrir en la segunda parte. Y ahí es donde emergió el guardameta. El detonante de su extraordinaria actuación fue la parada que le hizo a Valencia en un penalti. La segunda parte fue otro cantar. Bolivia dio varios pasos atrás y se atrincheró para aguantar el chaparrón de Ecuador. Dos balones entraron en la portería de Quiñónez y uno más se estrelló en el travesaño. La Verde consumó la proeza y sus cuatro puntos invitan a soñar aunque pierda con la anfitriona el viernes.

La prohibición del mate en los estadios

En la apacible ciudad colonial de La Serena solo se oía acento rioplatense este martes en un día frío y nublado que presagiaba una noche de abrigo. Había 10 argentinos por cada uruguayo. La prohibición de llevar mate al estadio, una infusión que además de tonificar la mente calentaría el cuerpo, unía a los hijos del Río de la Plata en la previa del partido. Los uruguayos han popularizado el lema "El mate no mata" para expresar su enojo.

"Los chilenos no entienden que el mate es nuestra bebida sagrada", exclamaban varios en el coqueto y abarrotado centro urbano.

Bolivia viajó a Chile rodeada por la tibieza de medios y afición, pero tras el inopinado éxito en Valparaíso el país se ha volcado. “Felicitar a la selección y reconocer la garra y la gran batalla que dieron”, manifestó Evo Morales, gran aficionado al balompié.

Al margen de Quiñónez, el otro protagonista del partido fue Martin Smedberg, un centrocampista nacido en Suecia hace 30 años de padre boliviano. El Sueco, como es conocido en Sudamérica, dio la asistencia del primer gol y anotó el segundo. Smedberg, que milita en el Göteborg, siempre ha vivido en Europa, pero no dudó cuando el seleccionador Mauricio Soria le llamó para esta Copa América. “Gran parte de mis raíces están en Bolivia. Para mí es un orgullo representar a Bolivia en este torneo. Quiero ganar y sé que podemos darle la victoria al país”, manifestó antes del partido ante Ecuador.

El Sueco es un claro ejemplo de lo que es esta Bolivia: una amalgama de jugadores desconocidos para el gran público que compiten en la liga local o recorren el mundo para jugar al fútbol. En un equipo sin estrellas, quizá lo más parecido es Mauricio Martins, el delantero que juega en China. Pocas caras reconocibles en un conjunto que quiere por fin obtener algún logro sin el amparo de los más de 3.500 metros de altitud del estadio de La Paz.

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Sobre la firma

Alejandro Prado
Redactor en la Mesa de Edición del diario EL PAÍS. Antes prestó sus servicios en la sección de Deportes y fue portadista en la página web. Se licenció en Periodismo en la Universidad Carlos III y se formó como becario en Prisacom.

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