El Valencia deja en la lona al Madrid
Una serie de infortunios del conjunto blanco, con la lesión de Kroos, tres tiros a los postes y un penalti fallado, y la gran actuación de Diego Alves ponen al Barça a un dedo del título
Todo lo que puede salir mal le salió mal al Madrid, que se fue la lona de la Liga tras un partido embrujado. Y menudo hechizo: tres remates a los postes, un penalti fallado por Cristiano a un segundo del descanso y Kroos de baja antes de la media hora. Todo sucedió antes del intervalo. Demasiadas desventuras para cualquiera, máxime si al frente está un rival con galones, un Valencia bien hilado, cuajado en defensa y con turbo para contragolpear. El Madrid salvó un punto por las bravas, con el corazón en la boca, pero insuficiente para asaltar el trono de un Barcelona que ya le aventaja en cuatro puntos cuando solo quedan seis en juego. La Liga ya es mucho más que una quimera.
REAL MADRID, 2-VALENCIA, 2
Real Madrid: Casillas; Arbeloa (Carvajal, m. 46), Pepe, Ramos, Coentrão (Marcelo, m. 46); James, Kroos (Illarramendi, m.26), Isco; Bale, Chicharito y Cristiano. No utilizados: Navas, Nacho, Lucas Silva y Jesé.
Valencia: Alves; Barragán, Mustafi, Otamendi, Gayà; Parejo, Javi Fuego, André Gomes (De Paul, m. 77); Feghouli, Paco Alcácer (Negredo, m. 69) y Piatti (Orban, m. 89). No utilizados:
Goles: 0-1. M. 19. Paco Alcácer. 0-2. M. 25. Javi Fuego. 1-2. M. 65. Pepe. 2-2. M. 83. Isco.
Árbitro: Clos Gómez. Amonestó a Arbeloa, Chicharito, Pepe, Gayá y André Gomes.
Unos 75.000 espectadores en el estadio Santiago Bernabéu.
La gente vio cómo se iba el campeonato y la tomó con el de siempre, con Iker Casillas, el saco preferido de Chamartín. El portero, víctima de viejas y malintencionadas intrigas palaciegas, también es pagano de haber perdido su condición de portero milagro. No lo fue en el remate a bocajarro de Alcácer, tampoco en el irremediable cabezazo de Javi Fuego con toda su defensa con la caraja, aturdidos aún por la retirada de Kroos justo en ese instante. Casillas, por una vez, se lo recriminó al graderío. Con dos goles a cuestas, el Madrid se aferró a su epopeya, con Chicharito e Isco al frente del batallón, pero tras estrellarse con las maderas se dio de bruces con un porterazo. Cuando el fútbol no quiere, no hay forma.
Volvió Ramos a su puesto natural tras el fiasco de Turín y Ancelotti tiró de tres centrocampistas de talento y Chicharito como ariete en ausencia del convaleciente Benzema. Una alineación común, sin remiendos. Al otro lado, el Valencia gravitó sobre sus cinco reclutas en el medio campo, lo que le permitía tener superioridad en la zona y bloquear las bandas de Bale y Cristiano, con Piatti y Feghouli en la custodia junto a los laterales. Un blindaje para su portería, y el punto de partida para la ofensiva. Antes del minuto, Alcácer dio el primer aviso, y repitió en un mano a mano tras arrollar André Gomes a Pepe sin pitido arbitral.
La respuesta local fue inmediata. Bale, al menos en el primer tramo otro Bale, no el de Turín, se prestaba al juego, ya fuera con la pelota en circulación o detenida. Así, con el balón en sosiego, estrelló una falta directa en la mismísima escuadra izquierda de Diego Alves. Aún temblaba la portería visitante cuando Cristiano cabeceó un córner al larguero. No era una tarde blanca. Por si faltaban pruebas, segundos después de la frustración del portugués, Gayà se calzó un guante de seda en la zurda y dio su séptima asistencia del curso liguero. En esta ocasión, un servicio combado, con la pelota con el efecto del plátano. Un centro perfecto, endemoniado para zagueros y porteros, porque el balón, con esa curva esquiva a los primeros y se aleja de los segundos. Alcácer, que se mueve como pocos en la ratonera de las áreas, estaba puntual, en el sitio adecuado para superar a Casillas, a un palmo del rematador no desvió del todo el cuero.
La maldición madridista no quedó ahí. Kroos sintió molestias después de una caída acrobática. El alemán, el reloj del Madrid en esa posición en la que el equipo no da con la alternativa, se fue a la enfermería mientras Parejo aguardaba a lanzar una falta lateral. Los compañeros de Kroos quedaron tan conmocionados por el hecho que no movieron un pelo para despejar el centro del capitán ché. Marcó Javi Fuego con la coronilla, pero bien pudieron hacerlo Otamendi y Mustafi, igual de abandonados por los defensas de Ancelotti.
Al Madrid solo le restaba apelar la heroica, a la épica que tanto ha marcado a fuego su historia. Lo sabe hasta el propio Chicharito, un novato de la casa, que tocó la corneta y con su conmovedor afán hizo creer en la proeza. Pero el mal fario también pudo con el optimista delantero mexicano. En otra sacudida del Madrid su punterazo se fue el poste, el destino del Madrid en esta jornada. El asunto, por increíble que parezca, podía ir a peor. Así fue. En la última jugada antes del intermedio, Gayà, que ya tenía tarjeta amarilla, atropelló a Bale. Cristiano, un especialista de aúpa, en duelo esgrimista con Diego Alves, que es más verdugo que víctima en la suerte de los penaltis. Por algo ha detenido el 43%. El brasileño es de hielo y no se vence hasta que el ejecutor golpea la pelota. No se arrugó ante todo un Cristiano y repelió el remate.
Tragados los sapos, al Madrid le quedaba un tiempo para le gesta. No se rindió, como suele, y Ancelotti dio vuelo a sus dos laterales con más recorrido, Carvajal y Marcelo. Con el tambor a todo trapo, el conjunto blanco envidó con todo, de carga en carga, hasta entronizar a Diego Alves, autor de muchas buenas paradas y algunas casi antológicas, como su respuesta de gato a un cabezazo de Sergio Ramos. El Valencia, agobiado, perdió salida. Donde antes jugaba al pie, ahora solo despejaba por tierra y aire. Pepe encontró el premio con otro remate de cogote. El partido era vibrante, intenso, de máxima exigencia, solo apto para futbolistas de cuerpo entero dispuestos a exprimirse como un limón. No había paréntesis para la tregua. La Liga se esfumaba para el Madrid, el Valencia amenazaba al Atlético con la tercera plaza.
Los chicos de Nuno encontraron cierto alivio con la entrada de Negredo, que asustó un par de veces a Casillas, pero no encontraba la manera de espantar al Madrid de su área. Hasta que embocó Isco un disparo estupendo, imposible incluso para el iluminado Diego Alves. Con el motor de emociones a toda mecha, el encuentro agonizó con los dos equipos suda que suda como regaderas, con la gente acalambrada. Y, cómo no, con otro postazo, este de Pepe, aunque esta vez había falta previa. No era el día. Pero al menos el Madrid se despidió, o casi, del título con el alma entre los dientes. La Juve es su asidero.
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