La paz de Mandzukic
El delantero croata, que terminó el derbi con una ceja rota por un codazo de Ramos y un puñetazo de Carvajal, rebaja la tensión desmintiendo que fuera mordido por el lateral
Las gradas ya estaban casi desiertas cuando Mario Mandzukic, pantalón corto y móvil en mano, transitaba por la pisoteada hierba del Vicente Calderón hacia la puerta de salida para jugadores. Justo en la primera tribuna situada por encima del acceso que buscaba el croata permanecían los ultras del Real Madrid, reagrupados allí después de que la policía detectase que habían adquirido localidades de manera individual y se habían citado en la Plaza Mayor para acudir al estadio. Cuando los ultras madridistas apreciaron que el delantero rojiblanco caminaba en su dirección empezaron a entonar el “Atleti es de Segunda”. Mandzukic desapareció por el portalón del vomitorio camino del aparcamiento entre una ristra de improperios que ignoró con una frialdad muy alejada de la temperatura con la que protagonizó un duro cuerpo a cuerpo con la defensa madridista.
De esa batalla, Mandzukic salió con una ceja rota por un codazo de Ramos y un puñetazo de Carvajal en la boca del estómago tras un forcejeo por ganar la posición en el que había agarrado por la camiseta a su marcador. Ambas acciones quedaron impunes a ojos del colegiado, como un agarrón de Varane en el área. El posterior presunto mordisco del lateral en su muñeca del lateral madridista lo desmintió el propio delantero colchonero en las redes sociales. “El partido de ayer fue muy duro y los dos equipos lo dimos todo, pero para mí no hubo ninguna polémica, ni mordisco, ni nada”, escribió en twitter.
Mandzukic se agarró al viejo código futbolero de que lo que sucede en el campo, en el campo queda. Entre algunos de sus compañeros, sin embargo, caló la sensación de que esta vez, había habido una intención clara por parte de los jugadores madridistas de provocarle.
Simeone le mantuvo todo el partido para aprovechar su condición de guerrillero
“¿Mandzukic nervioso?” No. Para nada”, asegura el capitán Gabi. “Mandzukic nos da esa intensidad que el equipo necesita y cuando se pone nervioso es porque algo le hacen, si no, no se pondría nervioso”, abunda Gabi. Simeone mantuvo al ariete croata los 90 minutos, aunque en el aire estaba que bordeaba la expulsión. La rozó cuando el colegiado no le sacó la segunda amarilla por ponerle el codo en la mandíbula a Carvajal. Su entrenador tuvo la visión contraria. El técnico prefirió confiar en su manejo de ese tipo de partidos trufados de gresca esperando que sacara ventaja.
“Mandzukic es un guerrillero”, dice Juanfran de un personaje que a la altura de la rabadilla luce un tatuaje en el que se puede leer: “Lo que no me mata me hace más fuerte”. “Si me tuviera que ir a la guerra con alguien, no lo dudaría, sería con Mandzukic”. La frase, de Pep Guardiola, está recogida por Marti Perarnau en su libro Herr Pep.
En los nueve meses que Mandzukic lleva en el Atlético, en el vestuario y en el club han descubierto a un hombre que infunde respeto desde un físico que intimida. Un tipo duro al que es mejor tener como compañero que como rival cuando los partidos se enturbian. Hace unos meses, Godín comprobó en un entrenamiento que Mandzukic no conoce a nadie cuando compite. Simeone también ha asistido a algún episodio en el que ha comprobado que cuando se enciende, la autoridad del entrenador tampoco es una barrera para expresar lo que piensa.
Cuando se pone nervioso es porque algo le han hecho”, le defiende Gabi
Aficionado a las artes marciales, algunos de sus registros en el manejo de los codos o del cuerpo tienen que ver con esas disciplinas. En un balón largo que recibió de espaldas derribó a Ramos con una especie de llave de yudo.
También hay en el Atlético quien aprecia un carácter un tanto huraño y pragmático, quizá acentuado por un pasado complicado. Mandzukic vivió una infancia muy marcada por la guerra de los Balcanes. Le tocó vivir parte del conflicto bélico en barracones donde cada día se temían las incursiones nocturnas de grupos paramilitares serbobosnios. Pasó muchas noches escondido y aterrorizado bajo un colchón ante los ecos de los disparos que retumbaban muy cerca.
A dos meses para concluir el curso, su continuidad no está garantizada, sino todo lo contrario. Su juego no termina de encajar en el estilo histórico del contragolpe que pregona Simeone. Eso sí, mientras siga, su entrenador no va a renunciar a sus virtudes. El juego aéreo y también su condición de guerrillero.
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