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La estrategia alivia al líder

El Barça remonta un mal inicio de partido y se impone al Celta con un gol de Mathieu al rematar el saque de una falta

Mathieu, en el momento del gol.
Mathieu, en el momento del gol. Alex Caparros (Getty Images)

Un partido con dos caras sonrió al Barcelona y castigó al Celta, superior durante la primera parte, superado tras el descanso por un líder de batalla, indemne tras padecer un calvario que hasta resultaba previsible. Jugó ante un espejo, ante un oponente que bebió y se nutrió del manantial de su entrenador: achique, recuperación, transición rápida y finalización. El Celta que creció con Luis Enrique creyó en esa pauta y la ha afianzado con Berizzo para convertirse en un equipo que dignifica el campeonato, en un rival capaz de discutir a los más grandes. Lo hizo con el Atlético, al que laminó como pocos recuerdan a un equipo guiado por Simeone y lo repitió, con otros matices pero con idéntica creencia en su estilo, ante el Barcelona. Le quitó la pelota y le convirtió durante bastantes minutos en un equipo menor. Ya podrá, porque ahí continúa vivo y muy buen situado, este Barça de Luis Enrique levantar todos los títulos en juego esta temporada, ya puede mandar en el campeonato como lo hace que es inevitable verle jugar con una cierta melancolía, ver como futbolistas que dominaron el mundo a partir de la pelota corren ahora tras ella. Da la impresión de que su paladar está preparado para degustar otro tipo de manantiales.

La persecución incomoda al Barcelona porque muchos de sus futbolistas no están programados para esa liza, pero hubo más detalles que alertan sobre los problemas de un equipo que ha pasado de manejar diferentes rutas para sacar la pelota jugada a hacerlo de manera más trabada. Acudió el Celta al terreno del Barcelona para incomodar su construcción y tuvo tanto éxito que poco germinó desde el fondo blaugrana. Hubo suciedad en la partida porque faltaron recursos para que después de los primeros pases la pelota llegase a los interiores. Rafinha e Iniesta quedaron al margen, limitados a generar fútbol a partir de la recuperación, no tanto de la posesión. Los problemas trajeron de la mano el respeto. Se tapó el Barça, temeroso en su ineficacia, apenas aliviado cuando Messi abandonaba el flanco derecho para tratar de ejercer en zonas centrales y retrasadas, como si fuese un Xavi de Rosario. Tan grande es La Pulga que puede ser Paco Gento, Maradona, Gerd Müller y Xavi en un mismo partido. Y que nadie le invite a hacerlo porque igual hasta sorprendería haciendo de Puyol. Sus apariciones iniciales dieron vida a los suyos porque por una parte buscó la combinación y engranar a Iniesta y por otra exhibió su verticalidad. Ante una de sus típicas diagonales en conducción tuvo que replicar Sergio Álvarez con una intervención providencial para el Celta. Para entonces, y apenas iba un cuarto de hora, Nolito ya había amargado varias veces a Dani Alves, que tampoco encontró demasiadas ayudas para lidiar con él. Y mediada la primera parte el burbujeante sanluqueño puso al árbitro en un brete al chocar con Bravo en un balón dividido en el área tras el que la grada pidió penalti. Difícil discernir si lo fue incluso ante un monitor.

Tan grande es La Pulga que puede ser Paco Gento, Maradona, Gerd Müller y Xavi en un mismo partido

Con las pizarras dispuestas, Messi amenazaba con romper la tiza. Pero el Celta le tapó los caminos, espació sus excursiones y no acabó de perder el control. Manejó los tiempos en la presión, eligió los momentos y dosificó esfuerzos en esa resta. Se avivó el Barcelona tras el descanso porque encontró a Neymar, del que hasta entonces no había noticias. El árbitro le anuló un gol por un fuera de juego que no fue y entró en el partido. El Celta perdió el hilo. Se replegó y en esos pasos atrás se percibía una invitación para que algo pasase porque este Barcelona es más cuando más próximo al área está, cuando la chispa se pasea junto a la mecha. Entró Xavi y en esas vueltas sobre la pelota tan suyas regresaron viejos aromas. Berizzo retiró a Krohn-Dehli y ahí se percibió que algo le faltaba al Celta, tan audaz en la primera parte pero con problemas para conectar a su mejor centrocampista, definitivamente aislado cuando se había pasado la hora de partido.

Poco remitía ya a la primera parte. El Barcelona se había juntado para recuperar el balón arriba tal y como lo había hecho el Celta minutos atrás. El equipo de Berizzo se acunó para explotar alguna contra. Hugo Mallo finalizó una con un chut cruzado que molestó a Bravo. Que casi todo fuese diferente no significaba que resultase sencillo para el líder, sin claridad en las llegadas, premiado a la postre por su atinada gestión de una acción de estrategia, la clase de Xavi en el golpeo y la fuerza de Mathieu para rematar en plancha una falta botada por el capitán hacia el segundo palo. De nuevo el zaguero galo, que ya había abierto el marcador hace quince días contra el Real Madrid, fue la solución. Ya no hubo respuesta del Celta, agotado y desquiciado en el caso de Orellana, expulsado tras el feo gesto de arrojar un trozo de césped a Busquets, que se tambaleó como si sobre él cayeran todos los pastos de Galicia.

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