El efecto Williams propulsa al Athletic
Una primera parte indomable derrumba al Almería que se rehizo tras el gol de Wellington
Tiene el Athletic en su ADN el runrún como una seña de identidad. No es un gen original, sino adquirido allá en 1980 cuando José Ángel Iribar se despidió de los tres palos que había protegido con la fe de un guardés impagable. Desde entonces, cada portero del Athletic ha sufrido la pesadilla del runrún porque San Mamés seguía soñando con Iribar. Cada duda, cada desacierto, cada imprecisión era acompañada con ese runrún que molesta a los porteros tanto como a los actores de teatro las toses, los móviles o los cuchicheos del vecindario en el patio de butacas. 35 años después, el runrún ha cambiado de orientación y el viento no es de desaprobación encogida sino de expectación nada encubierta. Ahora, el murmullo tiene que ver con Iñaki Williams, a quien cada vez que le llega el balón, San Mamés estira el cuello, desencola las posaderas del asiento, se yergue y murmura lo que es la antesala de un grito, el runrún como principio y no como fin. Porque el chico se ha metido a San Mamés en el bolsillo, con su velocidad, con su capacidad de improvisación, con su visión arriesgada del fútbol. Ni Dubarbier, un tipo avezado y contundente podía con el jovencísimo jugador que ha otorgado por fin al Athletic un modelo de futbolista veloz.
Athletic, 2 - Almería, 1
Athletic: Iraizoz; De Marcos, Etxeita, Laporte, Balenziaga; Beñat, Mikel Rico; Williams (Iturraspe, m. 78), Muniain, Ibai Gómez (Iraoloa, m. 71); y Guillermo (Kike Sola, m. 89). No utilizados: Remiro, Gurpegui, Susaeta y Aketxe.
Almería: Julián; Michel, Fran Vélez, Trujillo, Dubarbier; Thomas; Wellington (Thievy, m. 71), Verza, Corona (Soriano, m. 61), Edgar (Espinosa, m 85) ; y Hemed. No utilizados: Yeray, Ximo Navarro, Casado y Azeez.
Goles: 1-0. M. 9. Etxeita. 2-0. M. 26. Mikel Rico. 2-1. M. 47. Wellington
Árbitro: Eduardo Prieto. Expulsó a Fran Velez (90+1) por dos tarjetas amarillas y amonestó a Dubarbier, Ibai Gómez, Soriano, Laporte, Hemed y Thievy
Unos 45.000 espectadores en San Mamés
Por ahí llovió en San Mamés una tormenta de ocasiones que le pilló al Almería sin paraguas, sin gabardina y en chancletas. Bajo el buen gobierno de Beñat, el Athletic se procuró un asedio tan desigual que a los nueve minutos había tomado su primer bastión con un cabezazo de Etxeita a la salida de un córner y antes de la media hora, Mikel Rico había hecho el segundo tras una salida desafortunadísima del inseguro Julián Cuesta. Pero antes y después de los goles, las jugadas caían como el sirimiri en Bilbao. Que si un remate al poste de Ibai Gómez, que si un disparo de Rico, que si otro de Muniain... En casi todos los asuntos andaba metido Williams, con su larga zancada, con sus quiebros agilísimos.
El Almería tenía un problema. Su presión era la misma que la de un grifo en tiempo de sequía. Nunca lo hacían de dos en dos, de tres en tres, sino condenando al intrépido Hemed a la soledad absoluta. El resto prefería esperar. Y esperarle al Athletic en San Mamés es como fijarse en la lluvia cuando amenaza la tormenta. Un remate, que salvó Iraizoz, fue su única bala. De ahí que dos goles le parecieran al descanso un parte de bajas escuálido vista la desproporción en el campo.
Más aún cuando tras el reinicio una sucesión de errores y de falta de tino y contundencia, acabó con el balón en los pies de Wellington cuyo disparo golpeó en Balenziaga y descolocó a Iraizoz. En ese momento nacía un partido distinto, con las mismas camisetas pero actitudes distintas. Al Athletic se le nubló la vista, en la misma medida que al Almería se le aclaró la mirada. Y por eso se veía más nítida la portería de Iraizoz que la de Julián. Pero el Almería, ya con Thievy y Soriano en el campo, causó más miedo que peligro. Y el miedo da escalofríos, pero no gana partidos.
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