El largo invierno de Muniain
El punta rojiblanco solo ha marcado un gol en Liga y otro en Champions, ambos en agosto
Nadie duda en Bilbao que Iker Muniain es uno de los tres o cuatro futbolistas rojiblancos más acreditados y valorados del Athletic. El problema es que nadie sabe en Bilbao por qué Iker Muniain está firmando probablemente su peor temporada. Habilidoso, técnico, habitual de los tendederos del área, presunto goleador que nunca ha sido, gran conductor del balón y regateador notable, Muniain vive su temporada más contradictoria porque Muniain no es un tipo rutinario.
Agosto le trajo las primeras buenas noticias. El 20 de ese mes le hizo un gol al Nápoles que significó el empate del Athletic que franqueaba la previa de la Champions, luego certificada en Bilbao. En ese momento, Muniain hizo una dedicatoria que anunciaba lo que luego confirmó: su novia Andrea estaba embarazada y esperaba un hijo que “es el motivo de mi sonrisa”, dijo. Ella tenía 20 años y él 21. Y eran muy felices.
El Athletic comenzaba su larga temporada con el sabor a azúcar y canela de la temporada anterior, donde su fútbol dejó un paladar exquisito de la mano de Ernesto Valverde, un cocinero de los de temple y fuego lento. Diez días después apuraba el plato con una victoria ante el Levante (3-0) y un nuevo gol de Muniain, el tercero del partido, el que convierte el marcador en un festival que proviene de la felicidad y no de la angustia.
El navarro mejoró algo tras ser padre. Antes había descubierto los silbidos de San Mamés
Agosto no podía ser más generoso con Muniain, el chico que debutó con 16 años en la Liga Europa frente al Young Boys, con su cuerpecillo menudo (1,69m y 63 kilos). Todo un veterano en miniatura. A sus 21 años, cuando otros debutan y muchos otros ni lo sueñan, el chaval tenía el culo pelado de errores y aciertos, de regates y pérdidas de balón, de chupar la canela del gol y de amargarse con la hiel del gol fallado. Pero agosto se agostó y desde entonces hasta hoy la única buena noticia para Muniain llegó el pasado 20 de febrero, cuando el hijo anunciado en Nápoles salió a la luz en Bilbao: “Ayer nació mi amor eterno”, escribió en su cuenta de Twitter, con su hijo Iker en los brazos.
Entre lo uno y lo otro, ha habido muchos sin sabores. Muniain no ha encontrado el tacto, ni la soltura, ni el pase, ni la conducción que le llevaron a ser internacional una vez en un amistoso frente a Venezuela en 2012 y a dos campeonatos de Europa sub-21, a figurar en las agendas internacionales y a ser el ojito derecho e izquierdo de la afición.
Esta temporada el jovencísimo jugador de La Chantrea —un barrio casta de Pamplona— ha descubierto el sonido de los silbidos de la Catedral, las críticas a su desatención defensiva y a su falta de gol: no marca desde aquel minuto 76 del 30 de agosto de 2014 frente al Levante. Ha llovido —y nunca mejor dicho— mucho en Bilbao desde entonces. Pero lo cierto es que nunca ha sido un goleador. En 250 partidos solo ha conseguido 35 goles y nunca ha alcanzado los dos dígitos en una temporada. Su labor es más asistencial desde que Caparrós le dio la camiseta del primer equipo el 30 de julio de 2009 y se estrenó con una derrota (0-1) ante los animosos suizos del Young Boys.
El hombre gol se ha quedado en dos goles: uno en Liga, uno en Champions. Le queda Liga y le queda la final de Copa para reivindicar la jerarquía de este joven veterano, padre jovencísimo y que ha encontrado la máxima felicidad fuera del campo. En cualquier caso, desde que es padre la adrenalina le ha subido y Bart Simpson juega mejor y además le vuelve a hacer gracia a San Mamés. La sonrisa ya es compartida.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.