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Costa de Marfil, campeón de África tras 22 penaltis

Los 'elefantes' derrotan a Ghana en un duelo sin juego ni goles (0-0) Barry, el portero costamarfileño, gran protagonista en la tanda

Alejandro Prado
El portero Barry, a hombros de Bony.
El portero Barry, a hombros de Bony.CARL DE SOUZA (AFP)

Las dos potencias del fútbol africano colisionaron ayer en Bata (Guinea Ecuatorial) para disputarse la supremacía del balompié continental. Tal fue el choque que del partido no salió ni un gramo de juego. Costa de Marfil se proclamó campeón tras una tanda de penaltis interminable que sirvió de conclusión de un partido horroroso (0-0). Fueron necesarios 22 lanzamientos desde el punto fatídico y que interviniesen los porteros. El meta costamarfileño, Barry, se convirtió en el gran protagonista al detener el penal que le lanzó su colega ghanés y transformar el suyo, a la postre definitivo. Antes había protagonizado un extraño episodio revolcándose en el suelo entre penalti y penalti quejándose de una lesión.

Bastante se tuvo que aburrir Teodoro Obiang desde el palco viendo semejante exhibición de nulidad futbolística. El presidente guineano saludó uno por uno a los jugadores antes del partido y se dispuso a presencia la final de esta Copa de África que llegó de rebote a su país, después de la negativa de Marruecos por miedo al ébola. Este encuentro definitivo siguió con la tónica del torneo: poco juego y mucha igualdad.

Se tuvo que aburrir Obiang desde el palco viendo semejante exhibición de nulidad futbolística

Y eso que calidad había en el terreno de juego. Yaya Toure es una de las mayores estrellas mundiales, aunque bien es cierto que sus años de máxima plenitud ya pasaron. El jugador del Manchester City es capitán general en Costa de Marfil. Su influencia en el césped es absoluta y eso se notó en los primeros minutos, cuando los llamados elefantes dominaron el encuentro, al menos territorialmente. Gervinho, la otra figura del equipo, apenas apareció, muy a disgusto con un fútbol que para nada va con su estilo.

Mientras tanto Ghana se limitaba a estar bien colocadita. Que nadie abandone su puesto y pierna fuerte cada vez que una sombra naranja pase cerca, debieron ser las órdenes de Avram Grant, aquel técnico israelí que dirigió al Chelsea en una final de Champions. No hay que olvidar que Ghana fue la única selección a la que Alemania no pudo derrotar en el pasado Mundial, donde exhibió un fútbol atrevido, aunque con escasos réditos.

En esta final la osadía era cosa hereje. El juego de ambos consistía en pasarse el balón al pie en zonas intrascendentes y mandarlo arriba de una patada si un rival se acercaba. Y así transcurría la historia, de forma anodina, porque en las zonas de ataque no había gente suficiente como para inquietar. Solo las acciones a balón parado salpimentaban el tostón que decidía el rey de África. No hubo ocasiones significativas, tan solo tiros lejanos que salían a metros del marco. Por lo tanto, lo lógico era que la copa se jugase en los penaltis, y ahí fue menos malo Costa de Marfil.

No faltó la polémica, que tuvo su cénit en el partido de cuartos entre la anfitriona Guinea y Túnez. El partido se fue a la prórroga con un controvertido penalti a favor de los guineanos, que se impusieron en el tiempo extra. En semifinales las quejas fueron de los locales, que se consideraron agraviados por las decisiones arbitrales. Ghana vencía por 0-3 y ya con el encuentro decidido los aficionados guineanos protagonizaron altercados que obligaron a suspender el partido durante más de media hora

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Sobre la firma

Alejandro Prado
Redactor en la Mesa de Edición del diario EL PAÍS. Antes prestó sus servicios en la sección de Deportes y fue portadista en la página web. Se licenció en Periodismo en la Universidad Carlos III y se formó como becario en Prisacom.

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