La Super Bowl corona a Tom Brady entre los mejores de todos los tiempos
New England Patriots derrota a Seattle Seahawks en una final decidida en el último minuto Brady iguala en títulos a Joe Montana y supera su récord de pases de touchdown


En una de las mayores remontadas de la historia de la Super Bowl, y en un partido igualado hasta el infarto, los New England Patriots consiguieron este domingo su cuarto título de la NFL frente a los Seattle Seahawks (28-24). Fue también el cuarto título para su quarterback, Tom Brady, un jugador que ha marcado una época en la última década y que con esta victoria iguala a su ídolo de niño, Joe Montana, el quarterback que dominó los años ochenta. Brady, en el final de su carrera a los 37 años, entró oficialmente el domingo en el olimpo de los más grandes de la historia del fútbol americano con una actuación memorable en un partido que se recordará por un solo pase, en el último minuto de juego y a una sola yarda del gol. El pase que falló Seattle.
Hasta el domingo, Brady era reconocido como un quarterback todoterreno y la mayor estrella de la NFL. Se le admira la velocidad con la que estira la mirada y arma el brazo para disparar los pases más precisos de la liga, en las décimas de segundo que tardan tres tipos de más de 100 kilos en llegar hasta él para tumbarlo. Pero también tiene la potencia para enfrentarse a una defensa a empujones con el balón recogido bajo el brazo cuando las circunstancias lo requieren. Y además es guapo y simpático y está casado con Gisele Bündchen. La clase de jugador magnético que hace que todo gire en torno a él. El domingo ganó su tercer trofeo de jugador más valioso y batió, con 12, el récord de pases directos al gol (touchdown) en partidos Super Bowl que tenía Montana.
Durante buena parte de la final la historia pudo haber sido otra
Sin embargo, durante buena parte de la final la historia pudo haber sido otra. La de un equipo, los Seattle Seahawks, que después de arrasar en la final del año pasado se proponía inaugurar su propia época ante 72.000 espectadores en el gigantesco estadio cubierto de la Universidad de Arizona en Glendale, Phoenix, y una audiencia calculada en más de 100 millones de personas en Estados Unidos.
Un primer cuarto de juego de pura introducción dio paso a lo mejor de los dos equipos. En el segundo cuarto Brady, empezó a encajar un pase tras otro y los Patriots avanzaban a mucha velocidad por el campo. La defensa de Seattle parecía tener serias dificultades para llegar hasta él a tiempo o cubrir a sus receptores. El primer touchdown fue para los Patriots a pase de Brady. Seattle respondió con otro touchdown completamente distinto, ganado por Marshawn Lynch, uno de los mejores running backs de la liga, a puro empujón.

Fue al final del segundo cuarto cuando se produjo uno de esos momentos que definen este deporte y hacen que prácticamente no se puedan apartar los ojos del televisor. Otro ataque demoledor de los Patriots. Un pase, otro pase, hasta recorrer el 80% del campo en ocho jugadas sin que los de Seattle dieran la impresión de poder al menos bajar el ritmo de Brady y sus receptores. El segundo touchdown de los Patriots llegó con un pase final de Brady a Rob Gronkowski. 14-7, a 30 segundos del descanso.
Pero en ese medio minuto, Seattle dio una batalla que nadie esperaba. Al quarterback Russell Wilson, de 26 años, bajito para este deporte (mide 1,80 metros contra los 1,93 de Brady o los 1,96 de Peyton Manning, mariscal de campo de los Broncos de Denver), se le reconoce una habilidad especial para encontrar el momento y el hueco y avanzar con el balón, para resolver jugadas complicadas por sí mismo mientras la poderosa defensa de los Seahawks anula a los contrarios. Su repertorio de jugadas fue muy amplio el domingo. A 6 segundos para el final, con 10 yardas por delante, Wilson lanzó el balón al apertura Chris Mattews tras la línea de touchdown. La tranquilidad se borró de la cara de Brady en el banquillo. Empate al descanso, una rareza en la Super Bowl.
La entrada de Katy Perry en el estadio a lomos de un león dorado, un asombroso juego visual con el suelo bajo sus pies y el dueto con Lenny Kravitz desde luego entretuvieron a la audiencia. Pero no distrajeron de lo que acababa de pasar en el campo. Tras el descanso iba a empezar un partido nuevo y la atmósfera ya no era de los Patriots. El tercer cuarto confirmó esa sensación y los Seahawks, con un gol de campo (patada entre los palos) y otro touchdown se colocaron 14-24. En ese momento, los algoritmos predictivos de este deporte tan tecnificado les daban una posibilidad de victoria del 90%.
A Brady le sobró hasta para cometer dos fallos incomprensibles
Ahí fue donde apareció el Brady más grande. Los Patriots avanzaron por el campo a toda velocidad, un pase tras otro. A Brady le sobró hasta para cometer dos fallos incomprensibles. A dos minutos del final, el que ya es el mejor quarterback de las últimas dos décadas había firmado una remontada de 14 puntos, hasta dejar el marcador en 28-24, impensable poco antes. Faltaban dos minutos para el final. Y aún así, no se había dicho la última palabra.
El partido llegó a lo más parecido que en un partido de fútbol americano puede haber a una photo finish de atletismo o un sprint de ciclismo. Posesión de los Seahawks, una sola yarda (0,9 metros) hasta el gol y menos de un minuto de tiempo. En ese momento, para asombro de muchos, Seattle decidió hacer lo contrario de lo que le había funcionado durante todo el partido. En vez de correr con el balón, o cederlo a Lynch para que atravesara a todo el que se pusiera delante, Wilson decidió pasar el balón. Ese pase convirtió a Malcolm Butler, un jugador de segunda fila, en el héroe de New England que interceptó el balón impidió el touchdown y certificó la victoria de los Patriots. En toda la liga no se había interceptado un pase a una yarda del gol. Wilson dará explicaciones durante años sobre esa jugada. Butler fue el héroe. Brady, la leyenda.
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