Djokovic destrona a Wawrinka
El serbio elimina 7-6, 3-6, 6-4, 4-6 y 6-0 al suizo y llega a la final, en la que espera Murray
No hay gloria sin sufrimiento. En un partido extrañísimo, lleno de idas y venidas, Novak Djokovic destronó 7-6, 3-6, 6-4, 4-6 y 6-0 a Stan Wawrinka, el campeón de 2014. Por cuarta vez seguida, los dos rivales se fueron al quinto set de un partido en los grandes. Esta vez, sin embargo, no cosieron las entretelas de su pulso con peloteos antológicos, sino con una mezcla de brillos y tinieblas que reflejó el miedo a perder lo mucho que había en juego. Nole competirá por el título el domingo contra Andy Murray. Antes, sin embargo, acaba por domar una semifinal que le ve resoplando, incrédulo ante lo que se le viene encima.
Wawrinka queda desposeído del título como lo conquistó: jugándose a quemarropa cada pelota
Djokovic se muerde la muñequera. Djokovic mira a su banquillo y utilizando la raqueta como una vara señala dónde van los pelotazos de Wawrinka: línea, línea, línea apunta en menos de un metro. Djokovic resopla porque de revés a revés no puede aguantar a Wawrinka; porque cuanto más fuerte le pega a la pelota más fuerte le vuelve; y porque solo su impresionante capacidad al resto le mantiene en un encuentro extraño, lleno de subidas y bajadas, en el que el suizo se adelanta con break en la primera manga y la pierde, igual que el serbio pierde la segunda tras disfrutar de bolas de rotura y se deja atrapar en la cuarta cuando ya contaba con la victoria.
Wawrinka no deja de ser Wawrinka en ningún momento. Un tenista capaz de lo mejor y de lo peor. En el partido predominan sus aciertos, que son gloriosos. El público grita asombrado. Eso no son golpes, son tiros. Eso no son reveses, son cañonazos. Wawrinka se saca ganadores de posiciones inverosímiles. Con su revés no escribe los poemas de su compatriota Federer, sino canciones descarnadas, puro heavy metal. Djokovic sobrevive haciendo virtud del sufrimiento. Como no puede ir al cara a cara, intenta mover al rival. Cava una trinchera y se juega los tobillos dándole vida a peloteos muertos. A Nole le falla la coordinación en los tiros, a los que les quita fuerza para que no la aproveche el contrario, pero mantiene la fe de defensa en defensa.
Eso obliga a Wawrinka a repetir una y otra vez su arriesgada apuesta. En los peloteos de transición, sale cara. En los decisivos, aquellos que marcan el partido, es cruz, cruz, cruz, cara y cruz. Apenas suma algunas de las bolas que marcan el encuentro. Queda desposeído del título de la misma manera que acabó conquistándolo: jugándose a quemarropa cada pelota.
Así, Djokovic tiene la oportunidad de ganar el octavo grande de su carrera en su templo preferido. Al otro lado de la red le espera Murray, que está fino y hambriento, y disputa su cuarta final en Melbourne, donde todavía no ha recogido el gran premio. Los dos mejores restadores del planeta, frente a frente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.