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Nadal, lecciones de una derrota

El español solo gana ocho juegos ante Berdych, pero cree encontrar “el camino” para volver a su máximo nivel en el tercer set

Juan José Mateo
Nadal, en un momento del partido contra Berdych.
Nadal, en un momento del partido contra Berdych.Filip Singer (EFE)

En la derrota, Rafael Nadal se reencuentra con "el camino" que lleva a la victoria contra los mejores tenistas del planeta. El campeón de 14 grandes cede 2-6, 0-6 y 6-7 en cuartos del Abierto de Australia y ante Tomas Berdych, que se apunta las dos primeras mangas en solo una hora. El checo está brillante. Hasta el último parcial, el español está irreconocible. Nadal, que había ganado 17 veces seguidas al número siete, no suma ni un solo punto con su segundo saque en los dos primeros sets. Se mueve sin los gestos felinos que le caracterizan, se toma una pastilla, y estira la pierna derecha como si tuviera molestias. Tras perder, sin embargo, no habla de eso. Contextualiza sus prestaciones recordando que le falta continuidad (llegó a Melbourne con solo ocho partidos jugados desde julio de 2014). Planea reencontrase volviendo a competir sobre tierra batida. Salvando la distancia del escenario y el rival, hace lo mismo que cuando perdió contra Novak Djokovic las finales del Abierto de EEUU 2011 y del Abierto de Australia 2012: asegurar que ha encontrado el camino.

Australia, tierra de desencanto

J. J. M.

Rafael Nadal llegó a Melbourne sabiendo que tenía la posibilidad estadística de convertirse en el primer tenista en la Era Abierta (desde 1968) que gana al menos en dos ocasiones los cuatro grandes. El primer Grand Slam del curso, sin embargo, volvió a resistírsele. Este es el torneo de la máxima categoría que más disgustos le ha dado en su carrera. Aquí cedió en los cuartos de 2007, 2010 y 2011, siempre con problemas físicos. Aquí perdió en 2008 una semifinal contra un Jo-Wilfried Tsonga desconocido y en 2012 una final, contra Novak Djokovic, que tenía muy bien encaminada tras una remontada prodigiosa. Aquí, finalmente, levantó el título en 2009, con Roger Federer roto en lágrimas ("Me está matando") y después de marearse en el calentamiento, tan maratoniana había sido su semifinal contra Fernando Verdasco.

En los torneos de la categoría, jamás sufrió tanto Nadal como en este grande de temperaturas cambiantes, al que llega sin referencias, en el principio del curso, sin ese rodaje que le hace sentirse fuerte. La Rod Laver le ha dado más disgustos que alegrías. Por otra parte, Andy Murray eliminó 6-3, 7-6 y 6-3 a Nick Kyrgios, a los 19 años el gran héroe local.

"Lo importante en el tenis es saber que tienes un nivel medio, que puedes tener picos muy buenos pero no vas a tener picos muy malos. Un nivel consolidado del que no bajas", argumenta el campeón de 14 grandes tras la derrota, que pone en peligro su puesto en el podio del tenis (perderá el número tres si Nishikori llega a la final). "Yo he tenido un nivel bajo. Eso es parte del ritmo, de la confianza de haber jugar partidos, de haber competido, de la competitividad que te da la competición", sigue el español, de 28 años, que vivió un último semestre de 2014 marcado por una lesión en la muñeca derecha y una apendicitis. "En los últimos meses me ha faltado competir. En el tercero saqué el carácter, la intensidad, y pude ganar el set, pero Tomas es justo vencedor. Hay que aceptar la situación. Saber que no es suficiente para ganar a jugadores de alto nivel.

Trabajar para sumar partidos, porque con eso es normal que estos bajones vayan desapareciendo", cuenta. "Soy consciente de las limitaciones competitivas que tengo al día de hoy y soy consciente de que necesito lo que he hecho aquí para volver a tener sensaciones positivas: sufrir, pelear, tener momentos malos y momentos buenos para coger el nivel de confianza y seguridad. Me voy con mejor sensación de la que llegué y sabiendo que puedo jugar a un nivel más alto. La línea del tercer set, el carácter, la entrega, el competir… Ese es el camino". En ese tercer set, salvó tres match point y dispuso de dos bolas de break con 4-4 que le dejaban sacando por el parcial.

"Soy consciente de las limitaciones competitivas que tengo al día de hoy", apunta el balear

 El mal partido de Nadal frente al primer top-10 con el que se medía desde Roland Garros 2014 radiografió lo que le falta para volver a luchar por los grandes títulos. El español dejó Melbourne convertido en el tercer tenista con más dobles faltas del certamen (19). Con apenas 35 ganadores con el revés, con el que cometió 44 errores no forzados. Restando muy por detrás de la línea. Sin aprovechar 21 bolas de break en cinco duelos (44% de acierto). Sin poder mantener continuadamente ese ritmo alto con el que desarbola a los contrarios, ni producir con regularidad esa bola alta y profunda que lleva su sello.

Ese es el retrato de un tenista competitivo y luchador, pero todavía sin la concreción que acompaña a los momentos más dulces. Un jugador capaz de dominar a la clase media, pero aún falto de la consistencia necesaria para domar a la elite. Especialista en relanzar su carrera tras periodos prolongados de baja por lesión (ahí está su brillante curso de 2013, tras medio 2012 en la enfermería), Nadal afrontó en Melbourne la dificultad de volver a la competición sobre cemento (no es su superficie predilecta), al mejor de cinco sets (más castigo físico) y sin rodaje (perdió a la primera en Doha, por lo que llegó sin victorias en 2015). Ahora, si cumple con su programa, competirá los torneos de Río de Janeiro y Buenos Aires, en un territorio más amable (tierra batida) para que reencuentre su mejor tenis y despeje una duda: ¿tuvo alguna dolencia durante su partido contra Berdych?

"Para su nivel, su movilidad fue muy pobre", se sorprendió Jim Courier, ex número uno. "No he visto al Rafa normal. Su espíritu de lucha le mantuvo en el tercer set, y le permitió que hubiera partido en un día en el que había algo que claramente no estaba bien. En mi vida jamás hubiera imaginado que Nadal disputaría dos sets sin ganar ni un solo punto con su segundo servicio. ¡Si justo en eso es el mejor! Espero que esté sano", cerró. "Ese no era Rafa. No se podía mover", retrató Rod Laver, campeón de 11 grandes. "Tiene que trabajar en la movilidad, claro, pero también en la confianza", opinó Mats Wilander, exnúmero uno. "Llegó a este encuentro sin los suficientes partidos como para jugar contra Berdych en esta pista, que es muy rápida. Berdych tiene el juego perfecto para ganar a Rafa. ¿Por qué había perdido 17 veces seguidas contra él? Porque Rafa no es humano".

Nadal aún busca a ese Nadal. No juega con su mejor versión. Tiene tiempo para cumplir con su gran objetivo de 2015: llegar a la primavera en disposición de competir la gira de tierra batida, que culmina en Roland Garros, pareciéndose a sí mismo.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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