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Tres ascensos sin recompensa

Los despachos frustran el sueño de Albert Sàbat de jugar en la ACB

Robert Álvarez
Albert Sàbat, en Llagostera.
Albert Sàbat, en Llagostera. Pere Duran

Se llama Albert Sàbat, es base, tiene 29 años, juega en el Ford Burgos y compite en la Adecco Oro. Su caso es especial, insólito. Acumula ya tres ascensos a la Liga Endesa, para más inri con tres equipos diferentes, pero nunca ha podido disfrutar del premio que obtuvo a pulso en la cancha junto a sus compañeros. Ni él, ni los dos últimos equipos con los que consiguió el reto pudieron saborearlo: el Alicante en 2013 y el Ford Burgos en 2014. Los requisitos económicos que exige la ACB frustraron los ascensos de ambos, y en el caso del club burgalés por segundo año consecutivo. La experiencia de Sàbat, del Alicante y del Burgos, deja en evidencia la paradoja del baloncesto de élite español. Varios clubes malviven en la Liga Endesa. Algunos debían haber descendido atendiendo a su clasificación final, pero fueron repescados gracias a que los que tenían que subir de la Adecco Oro no contaban con los mínimos que exige la ACB. En el caso del Burgos, por ejemplo, unos cinco millones de euros, convertirse en una Sociedad Anónima Deportiva y contar con un pabellón con un aforo mínimo para 5.000 espectadores.

En 2012, Sàbat ya se ganó el derecho a probar las mieles de la máxima categoría con el Canarias, pero entonces, una decisión técnica de última hora, adoptada mucho tiempo después de que le hubieran prometido que iba continuar formando parte de la plantilla, hizo trizas su ilusión de competir con los mejores. El base catalán no dramatiza su situación. Todo lo contrario. “Soy perseverante y no me siento frustrado”, puntualiza. “Me da mucha rabia porque no tengo la recompensa justamente ganada en la pista. Mis dos últimos equipos no han podido hacer efectivos los ascensos que nos ganamos en la cancha, pero yo no me siento ni jugador ACB ni jugador LEB, sino jugador de baloncesto. Podría estar en la ACB, pero de todas formas estoy orgulloso de mi carrera, aunque no haya llegado al punto máximo de competitividad. Eso sí, me gustaría mucho poder demostrar algún día que puedo jugar en la ACB”.

“Me da rabia pero soy perseverante y no me siento frustrado”, afirma el base catalán

Sàbat, de Llagostera, el pequeño pueblo gerundense cuyo club de fútbol ha logrado la hazaña de competir en Segunda División, se dedicó al baloncesto instigado por su hermano mayor, Oriol. “Se me daba bastante bien. Hubo un año en que no pudimos hacer equipo porque no éramos suficientes y me fui al Sant Josep de Girona”, cuenta Albert. Aquél chaval de 12 años empezó a destacar y, con solo 17 debutó en la máxima categoría aunque fuera de forma circunstancial. Era el tercer base del equipo pero, debido a las lesiones, el entrenador, Joan Llaneza, confió en él y le dio la alternativa. Fue en la cancha del Valencia, en mayo de 2003. Cuando era junior disputó el Europeo Sub-20 con una selección española en la que estaban Marc Gasol, Sergio Rodríguez y Carlos Suárez, entre otros. Maduró como jugador en equipos como el Figueres, el Lleida, el Tenerife, el Ciudad de Vigo, el Vic y el Sant Josep de Girona. “En 2010 me llegó una oferta del Canarias por dos años. En el segundo nos salió todo redondo y quedamos primeros. Fue un poco duro porque, cuando se acabó la temporada, me dijeron que seguiría. Pero llegó el verano y no me decían nada. Veía que renovaban a otros jugadores. Hasta que hablé con mi representante y me dijo que no era verdad todo lo que me habían prometido. Fue duro, porque además había hecho un buen año y había sido titular”. Precisamente gracias a su buena temporada con el Canarias le llamó el Alicante. “Firmé al cabo de unos pocos días. Y allí, lo mismo. Teníamos un buen equipo, experimentado. Quedamos terceros y nos jugamos el ascenso en el playoff. Ganamos el quinto partido en Andorra. Logramos el ascenso un jueves y el martes siguiente ya habían anunciado que no se podía subir”, relata.

“La Adecco Oro puede perder la identificación de las ciudades con sus equipos”

Y con el Ford Burgos, el pasado mes de junio, volvió a sucederle tres cuartos de lo mismo. En este caso, era el segundo año seguido en que el equipo lograba el ascenso, pero el club no podía afrontar el salto de presupuesto que implicaba, de los 800.000 euros que tiene ahora a los ocho millones con los que debía contar para ingresar en la Liga Endesa, según fuentes de su directiva. Jorge García, un pívot cordobés de 37 años, vivió esos dos ascensos frustrados tras haber protagonizado cuatro que sí se materializaron: Alicante (2000 y 2009), Bilbao (2004) y Fuenlabrada (2005). “Lo que ha sucedido frena la evolución de los clubes y de los jugadores”, afirma el pívot cordobés. “La segunda categoría corre el riesgo de convertirse en una Liga de desarrollo sin identificación de las ciudades con sus equipos. Hay que flexibilizar las condiciones para cumplir con los requisitos del ascenso”.

La esperanza es lo último que se pierde. Andreu Casadevall, el experimentado entrenador del Burgos, trata por tercer año consecutivo de repetir el ascenso. “Andreu nos dijo que lo del año pasado estuvo muy bien, pero que esta temporada empezábamos de cero y nuestra ventaja es que ya sabemos lo que cuesta conseguir el reto”, concluye Sàbat.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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