Jordi Alba, profundidad y pegamento
El lateral del Barça, apartado en los duelos grandes, se subraya en la banda a cada ocasión
Los partidos grandes, los capitales, son los que suelen definir el estatus de los jugadores: necesarios los titulares; prescindibles los suplentes. Ocurre, sin embargo, que con Jordi Alba se da un extraño fenómeno, toda vez que ha estado en el banquillo en los dos duelos más trascendentales de la temporada —ante el Madrid en el Bernabéu y contra el PSG en el Camp Nou para decidir el campeón de la fase de grupos de la Champions—, único lateral que ofrece en ataque profundidad al equipo y pegamento en defensa, pues le alcanza con su velocidad para corregir los pases que filtran a sus espaldas.
“Alba es uno de los que está en mejor forma del equipo”, anunció Luis Enrique antes del clásico. Pero el lateral dio con sus huesos en el banquillo al tiempo que Mathieu se sorprendía de su inclusión en la banda, sobre todo porque no se había trabajado con anterioridad en el campo de entrenamiento. Ante el PSG jugó el Barça con una zaga de tres y volvió a ponerse el chándal. Pero estos dos varapalos no le restaron un ápice de competitividad al internacional, que cuando juega —tan sólo se ha perdido esa jornada y otras dos de Liga— se erige en la bala, como le llaman sus compañeros. “Vuela”, concede Iniesta. “Si se pone a correr, no lo pillas ni en broma”, añade Piqué. Bien lo sabe Luis Enrique, que siempre le ha dedicado elogios —aunque le ha penalizado en estos partidos— y también charlas, como esa que le dio en pretemporada antes de medirse con el HJK, cuando le tuvo cinco minutos en el centro del campo con remarcados gestos y apasionada cháchara. “Luis Enrique está haciendo un gran trabajo y nos tiene a todos enchufados”, responde Alba cuando le cuestionan sobre el técnico.
“Somos el único equipo que mete a los 11 rivales atrás y es difícil moverse en poco espacio”, cuenta Alba
Las carreras de Alba, en cualquier caso, son con sentido, efervescente en el costado porque gusta Luis Enrique que sus extremos jueguen por los pasillos interiores. “Somos el único equipo que mete a los 11 rivales atrás y es difícil moverse en poco espacio”, cuenta Alba. Pero él encuentra el hueco para actuar de aspersor. Como ante el Córdoba, cuando sacó siete centros, —la vez que más en el Camp Nou en este curso—, guarismo sólo superado por los nueve que hizo ante el Málaga en La Rosaleda. Ocurre que la falta de centímetros de los puntas y que también le han cogido el truco a su pase hacia atrás a Messi —no le ha dado un pasea de gol este año, sino que contabiliza dos en la Liga a Pedro (Levante y Espanyol) y otro europeo a Suárez (Apoel)—, impide que sea mejor asistente.
Frente al Córdoba, además, mejoró otros registros, como los pases buenos (dio 73 por los 64 que tiene de media), además de probar fortuna en un disparo, bien detenido por Juan Carlos. Tarea que tampoco tiene en blanco porque batió al Almería en la Liga, único defensa en el festejo además de Piqué, que contabiliza dos. Números redondos del lateral, que falta en las grandes citas pero no cuando se le reclama.
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