Al waterpolo gana el Espanyol
El aguacero potencia a la habilidosa delantera blanquiazul al tiempo que condena al rácano Levante
El Espanyol es desde hace años un equipo con callo en las lides del fango, casi siempre con la mirada en el retrovisor y escasas ilusiones europeas. No es diferente en este curso, visitante ocasional de las catacumbas porque Sergio González pretendió restar los chichones al balón al dotar al grupo de otra identidad basada en la posesión y la filigrana. No respondió el once porque no hay pie para la mezcla y porque el librillo tenía agujeros de difícil solución. Pero ha variado la hoja de ruta el técnico y la regresión de la idea conlleva ahora la imperiosa necesidad de jugar como antaño, como impulsaba un Javier Aguirre tan criticado por su proposición como elogiado por los resultados. Y eso, el resultadismo, es lo que se impone ahora el Espanyol, que cuenta con dos puntas excelentes que se bastaron para descoser al Levante, aguerrido en el césped y torpe en su intención.
ESPANYOL, 2; LEVANTE, 1
Espanyol: Casilla; Arbilla, Colotto, Bailly, Fuentes; Lucas Vázquez (Abraham, m. 87), Cañas, Víctor Sánchez, Salva Sevilla (Álvaro, m. 68); Caicedo (Stuani, m. 80) y Sergio García. No utilizados: Pau; Víctor Álvarez, Hector Moreno y Javi López.
Levante: Mariño; Iván López, Navarro, Vyntra, Nikos (Toño, m. 46); Morales, Sissoko (Simao, m. 69), Diop, Ivanschitz (El Zhar, m. 73); Casadesús y Barral. No utilizados: Jesús Fernández; Rubén, Juanfran y Camarasa.
Goles: 0-1. M. 12. Morales. 1-1. M. 19. Caicedo. 2-1. M. 35. Sergio García.
Árbitro: Del Cerro Grande amonestó a Ivanschitz, Navarro, Barral, Cañas y Arbilla.
Power8 Stadium. 12.723 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Gabriel Jorge Sosa, exjugador del Espanyol.
Llovía a cántaros en el Power8 Stadium y el césped se convirtió en una piscina de waterpolo donde los buenos controles eran una ventaja definitiva y la brega también. Y en eso el Levante tiene un máster, sobre todo en el eje, con jugadores de tres pulmones como Sissoko y Diop, que corren que se las pelan y destruyen sin remisión. Pero el aguacero también potencia los errores y la diversión, terreno propicio para los sprinters y los habilidosos. Y en eso no hay nadie mejor que Sergio García, adalid blanquiazul, futbolista de chistera que necesita muy poco para hacerlo todo. También lo evidenció Lucas Vázquez en ese acelerón que atendió Salva Sevilla con un pase de escuadra y cartabón, aunque el extremo definiera con el tobillo y a las nubes.
Menos descarado, el Levante se definió como un equipo minimalista a la hora de crear. Sin adornos, sin complicaciones. Su idea pasaba por abrir el cuero a la banda y soltar el pase largo a la carrera de los extremos, también a las caídas de Barral en las zonas calientes. No sufrió demasiado el Espanyol ante esa argucia, por más que sus laterales no se enteraron de la película. Pero el joven Bailly –que le comió la tostada a Álvaro a la espera de la reincorporación absoluta de Héctor Moreno, ya recuperado de su rotura de tibia- y el experimentado Colotto llegaron a tiempo a las ayudas. El problema es que ninguno de ellos funciona a balón parado, rémora infinita en este equipo, que a cada jornada encaja de la misma manera y no acierta a poner el torniquete. Así, tras un córner, Navarro engatilló a puerta y Casilla puso la mano pero no la dirección, por lo que el balón, huérfano, lo resolvió Morales a gol.
Pero, mentalizado como estaba el Espanyol de que una derrota suponía una condena, respondió con fiereza. Primero fue Lucas Vázquez, que sisó un balón a Sissoko y, tras ganarse el hueco, soltó un latigazo que se estampó en la zaga rival. Y Caicedo, en su sitio, recogió el esférico para darle después un putt con la zurda que acabó en el poste y en la red. Aunque la jarana la instauró Sergio García, que se despegó de su rival al insinuar con la cintura lo contrario a lo que hizo con el cuerpo, se giró hacia portería y chutó con la zurda y el alma para batir a Mariño desde fuera del área. Un gol de genio, nada nuevo.
La réplica del Levante llegó de nuevo a balón parado, en una falta lateral que Casadesús resolvió. Pero el colegiado, equivocado, decidió anularlo por fuera de juego. La excusa perfecta para que el Espanyol retrasara sus líneas hasta el punto de que acabó por jugar con cinco defensas; la ocasión del rival para morder. La tuvo Morales por dos veces, primero con la cabeza y luego con la zurda, pero le falló el golpeo y la persistencia, por lo que Sergio González validó la apuesta: mejor poco y bien que mucho y mal. Triunfo de waterpolo, triunfo para respirar.
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