El ‘nueve’ sin dolor
Mandzukic es el segundo ‘atlético’, tras Luis, con tres goles en un partido de Champions
Los servicios médicos del Atlético de Madrid, Simeone, sus compañeros y algunos empleados han asistido perplejos a algunas demostraciones de resistencia al dolor de Mario Mandzukic. En apenas tres meses ha tenido gestos que delatan una capacidad para el sufrimiento que le ligan con los arietes de otros tiempos. Tipos de vendas en la cabeza y dentaduras salteadas, acostumbrados a procesar una ceja partida, una brecha en la cabeza o un tabique nasal roto como meros gajes de sus batallas con los centrales. El miércoles, horas antes de convertirse en el segundo jugador del Atlético, tras Luis Aragonés, que lograba tres goles en un partido de la Copa de Europa, Mandzukic aún sentía dolorosos pinchazos en el cuello por la contractura en las cervicales que se produjo en el duelo ante el Málaga. Le preguntaron si estaba para jugar, a lo que el croata respondió: “Esto se arregla calentando bien”. Ya el martes, en la previa, Simeone advirtió que jugaría pese al dolor “porque es un valiente y es difícil quitarle de la cabeza que juegue”. En algún encontronazo de entrenamiento, los centrales del equipo también han probado su querencia a no rehuir el choque.
En el partido contra el Olympiacos se vio a Mandzukic haciendo ese gesto tan característico de los boxeadores cuando mueven el cuello para relajarlo. Y también se le apreció recriminarle a Kasami, que le fracturó la nariz en Atenas, otro lance que pudo acabar igual. En ese primer partido de la Liga de Campeones (3-2) acabó exhausto porque decidió completarlo pese a saber que tenía la nariz rota. Tragó mucha sangre y le costaba respirar, pero no tuvo miedo alguno a meter la cabeza para marcar el 2-1.
“La sangre no es mala, no pasa nada por sangrar un poco”, le dijo a un médico del club
Ya en Madrid, cuando le dieron el alta y le diseñaron la máscara para entrenarse y jugar, los médicos le recomendaron reposo durante un fin de semana que el Atlético jugaba fuera. Los galenos querían evitar que sufriera alguna hemorragia. Su respuesta fue acudir a la ciudad deportiva para hacer bicicleta. Encontró el gimnasio cerrado y llamó al club para que se lo abrieran. “Un futbolista no puede estar tanto tiempo parado. La sangre no es mala, no pasa nada por sangrar un poco”, le dijo a su interlocutor.
La resistencia al dolor y su trabajo defensivo han sido su mayor credencial para que Simeone le haya defendido cada vez que ha sido cuestionado ante la evidencia de que su llegada ha condicionado el estilo del equipo. Mandzukic ha obligado a su técnico a dejar el contragolpe en un segundo plano para adelantar líneas y asumir los riesgos de jugar más tiempo en campo contrario. Ese paso hacia adelante también ha generado que el Atlético haya aumentado su posesión de balón. Desde el cuerpo técnico, no hablan de ejercicios específicos para ejecutar circulaciones de balón retóricas o un exceso de pases horizontales. Prefieren hablar de “elaboración”, de que ese tiempo mayor de posesión que el equipo tiene ahora no es más que el que necesitan los jugadores para crearle jugadas a Mandzukic.
Hasta ahora, el croata ha respondido con 11 goles, todos a un toque y dentro del área excepto el que valió la Supercopa. El miércoles, cuando concluyó el partido, estaba preocupado por tener el balón firmado por sus compañeros. De ellos, Oblak, es con el que más habla por las similitudes entre el croata y el esloveno. Comparten habitación y Mandzukic le ha apadrinado. Con Arda y Mario chapurrea inglés. Con Simeone le basta con mirarse a la cara. Los dos hablan el idioma de los guerreros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.