Iturriaga y el equipo de su vida
El exjugador y columnista de El País publica 'Ahora que me acuerdo', un libro en el que homenajea a ídolos, compañeros y rivales
Leer los libros de Juanma Iturriaga —con la publicación de Ahora que me acuerdo (Ediciones Turpial) ya se puede hablar en plural—, procura un placer calidoscópico. Nada sorprendente para quienes le conocen, y muy gratificante para quien desee disfrutar de una mirada heterodoxa, irónica, siempre original, y tamizada por la divertida relación que mantiene con su propio ego. Una relación especial, que le permite ser capaz de enviarse una carta a sí mismo, pero con acuse de recibo en 1974, cuando tenía 15 años, o personificar sus propias dudas y contradicciones con un alien.
Itu habla no ya y no solo de baloncesto, del deporte y de sus mitos, a muchos de los cuales ha conocido y conoce en primera persona, sino de otros muchos temas y personajes, desde la radio hasta el Rey, desde Tony Soprano y las series de televisión hasta Jesús Gil, Florentino Pérez, OJ Simpson, Maradona, Jose María García, Carles Francino o José Joaquín Brotons, sin dejar de lado sus viajes, su familia… La vida.
Su mirada es panorámica y la utiliza como si blandiera un bisturí. En compañeros de fatigas, como Romay o Corbalán, o en rivales, como Epi —colega en la selección—, Jordan o Drazen Petrovic, en un amigo con el que compartió muchas de sus mejores vivencias como Andrés Montes, o en deportistas admirados como Delibasic, Perico Delgado o Ronaldo, escruta las facetas extrínsecas a su profesión o a los clichés derivados de su fama.
Su estilo es desinhibido, ágil, sin corsés, en las antípodas de la corrección política. Admite errores en algún artículo periodístico, pero en lugar de fustigarse con la confesión del pecado, lo rememora con una gozosa reescritura, léase el capítulo Un artículo excesivo sobre Petrovic. Iturriaga pretende en el papel impreso lo que ya intentó, con notable éxito, en la cancha: disfrutar y hacer disfrutar.
Su escritura está siempre abierta a interpretaciones, como su discurso en la presentación del libro Altísimo de su amigo Romay. A la conclusión, Romay le confesó: “La verdad es que no sé si me has alabado o me has dado unas buenas hostias”. Así lo reconoce Itu: “Creo poseer un estilo en el que la ironía está muy presente, y ya se sabe que la ironía a veces provoca confusión”. Ni en este Ahora que me acuerdo, ni en el anterior Antes de que se me olvide, ha sido exhaustivo, cronológico o formal. No le interesaba eso sino entrar en el terreno de las emociones. Lo consigue, de pleno.
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