El Rayo vuelve a triunfar
Después de tres jornadas sin puntuar, el equipo vallecano logra la victoria ante un Celta que peleó el empate hasta el fin
La exigencia de la presión que tan bien interpretan Rayo y Celta fomentó las imprecisiones de un partido que fue grato de presenciar, en el que siempre estuvo a la vuelta de la esquina una solución para deshacerse de las apreturas, un gesto técnico individual o incluso colectivo que deshiciera la emboscada; un partido prolijo en lecturas e interpretaciones por parte de los técnicos para un combate nada plano. Es el sello de Rayo y Celta, abanderados del buen gusto y la preparación de una clase media baja que crece para mirar a los ojos a la nobleza de la Liga. Para los gallegos la visita a Vallecas era golosa: un triunfo le situaba quinto en la clasificación; para el Rayo la victoria era una necesidad después de encadenar tres derrotas, tras sólo haber ganado un partido en su feudo. La logró y gana distancia respecto a la retaguardia del campeonato.
Al Rayo le llegó el gol antes que el fútbol. Pasó por momentos delicados para asentarse. Lo hizo con el marcador a favor, el fruto de la primera aparición de Bueno y Kakuta. A través de ellos marca diferencias el equipo que prepara Paco Jémez, pero su alma opera en la medular y se apellida Trashorras. En el Celta le conocen bien, sostuvo al equipo durante los complicados años de Segunda. Trashorras es ese tipo de futbolista al que no le incomoda que el portero le ponga la pelota en el pecho en campo propio de espaldas a la meta rival y con el aliento de un marcador en el cogote. Ya sabrá que hacer con ella, piensa. Ese fue su retrato en el partido. Krohn-Dehli, un talento que lo mismo entiende de armar juego que de restarlo o de evolucionar por fuera o por dentro, se pegó a la espalda del faro vallecano. Le incomodó y en ese fastidio demandó al Rayo un plan al que no está acostumbrado, el del balón en largo y la segunda jugada. Trabajó el Celta para evitar superioridades en la salida del balón del rival y a partir de ahí no cesó de controlar la posesión y construir sus intenciones, que muy básicamente eran dos: la de la circulación o el envío directo a Larrivey para que habilitase a una segunda línea de llegada.
Dominó el Celta, pero le golpeó el Rayo y dio la sensación de que lo hizo con bien poco, una carrera de Bueno por la zurda, un centro a Kakuta que no pudo resolver con remate, pero con el que reconstruyó un nuevo balón al área para que Bueno fuese el más listo con un meritorio y nada sencillo remate en plancha tras bote. Su sexta diana en lo que va de Liga. Cambió el marcador, pero no el partido. Sí el grado de ambición del Celta, que jamás dejó de sentir que el partido era suyo, pero que se le escapaba con el transcurrir de los minutos. Replicó con continuas llegadas de sus hombres de mediocampo a posiciones de remate, primero, nada más encajar el gol, con Álex López para que detuviera el solvente Cristian Álvarez. Poco después con Krohn-Dehli, que disfrazó con un control de exterior y un amago de pase lo que en realidad era un golpeo de empeine que se fue al palo.
RAYO, 1-CELTA, 0
Rayo Vallecano: Cristian Álvarez; Tito, Abdoulaye Ba, Zé Castro, Nacho (Quini, m. 56); Baena, Trashorras; Licá (Aquino, m. 73), Bueno (Manucho, m. 56), Kakuta; y Baptistao. No utilizados: Cobeño, Amaya, Jozabed, Aquino y Moreno.
Celta: Sergio Álvarez; Hugo Mallo, Cabral, Fontàs, Jonny; Radoja; Augusto (Hernández, m. 66), Krohn-Dehli (Charles, m. 80), Álex López (Orellana, m. 56), Nolito; y Larrivey. No utilizados: Rubén Blanco, Sergi Gómez, David Costas y Santi Mina.
Árbitro: González González. Amonestó a Orellana (en el banquillo), Cabral, Nolito, Tito, Nacho, Licá, Trashorras, Baena y Cristian Álvarez
Goles: 1-0. m. 19, Bueno
Vallecas. 11.321 espectadores
Para entonces Paco ya había tomado decisiones que ayudasen a su equipo a padecer menos. Al cuarto de hora Kakuta había cambiado de banda para buscar a Jonny y evitar a Hugo Mallo, pero los caminos por el centro seguían cerrados. Bueno apareció en el gol y se marchó del partido. Tras una hora ya estaba en el banquillo. Se le hizo largo el partido al Rayo, pero lo peleó. Buscó otro plan con Manucho y Baptistao en punta, se aseguró atrás con Quini en el lugar de un amonestado Nacho. Sufrió, pero supo hacerlo lejos de su área. Y no era sencillo dar ese paso adelante porque el Celta empujó y mucho. Lo hizo en la estrategia, a través de la cual Cabral remató un córner al larguero en el albor de la segunda parte, también con la pelota al piso y la enmienda en la alineación, a la que se agregaron los chilenos Orellana y Hernández, reservados en el banquillo tras regresar de su último compromiso con la selección sin apenas tiempo para preparar el partido de Vallecas. Se fue el Celta a por el empate, a la postre con la casta por mayor argumento. Esa aceleración, seguramente también la falta de aliento, le lastró en los minutos finales. No hubiera sido injusto que se llevase el empate, pero el Rayo encontró un tesoro y supo guardarlo.
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