Tibio estreno de Moyes
La Real arranca en Riazor ante el Deportivo un empate sin brillo en el debut de su nuevo entrenador
Siguen sin carburar Deportivo y Real Sociedad, que sellaron un empate sin goles ilustrativos de todas sus deficiencias, las que les mantienen en la parte baja de la clasificación. La igualada, nada épica, supone un inicio para David Moyes en el fútbol español, un primer paso que se olvidará por su irrelevancia.
Durante la primera parte, el Deportivo se sentó sobre un bidón de gasolina y comenzó a encender cerillas. No lo hizo por su incapacidad de controlar el partido a través de la pelota, algo que se podía prever si se considera que la Real dispone sobre el papel de mejores futbolistas, tampoco flirteó con el desastre por su carácter romo, por ese quiero y no puedo que le llevó a ensayar el disparo ante la meta rival tan solo en una oportunidad cerca ya del descanso, un disparo con la derecha del zurdo Luisinho.
DEPORTIVO, 0-REAL SOCIEDAD, 0
Deportivo: Fabricio; Juanfran, Lopo, Sidnei, Insua, Luisinho; José Rodríguez, Medunjanin, Juan Domínguez (Wilk, m. 45); Cavaleiro (Cuenca, m. 82) y Hélder Postiga (Toché, m. 74). No utilizados: Lux, Laure, Álex Bergantiños y Juan Carlos.
Real Sociedad: Zubikarai; Carlos Martínez, Elustondo, Ansotegi, De la Bella; Canales (Hervías, m. 75), Bergara, Granero Castro (Rubén Pardo, m. 69); Agirretxe (Finnbogason, m. 86) y Vela. No utilizados: Rulli, Yuri Berchiche, Zaldúa, Gaztañaga.
Árbitro: Prieto Iglesias. Amonestó a Juanfran, Medunjanin, Lopo, Ansotegi. Expulsó a Roberto Cabellud, preparador físico del Deportivo.
Riazor. 18.521 espectadores.
No, el Deportivo llamó a los problemas de la manera que se podría identificar como más inverosímil: convirtió cada acción de estrategia, cada balón parado a favor, en un peligro para su propio portero. Era una cadena en la que la acción del centro estaba mal ejecutada, el rechace iba para el rival y se creaban entonces superioridades a la contra intolerables en un equipo profesional. Nada nuevo, por otra parte, esta temporada. Le faltó acierto a la Real, se evidenció su frágil estado, la ausencia de colmillo, seguramente de confianza. Apuntó Carlos Vela en esos galopes, pero no golpeó. Hubo malas elecciones en pases sencillos, vida en definitiva para un Deportivo con un tremendo agujero que bastante afortunado debió sentirse de marcharse al descanso con la portería virgen.
El partido había comenzado con un aire inescrutable, con las dudas propias de la recurrencia mutua a nuevos libretos. El del Deportivo llamaba a un dibujo fetiche en Riazor, el de los tres centrales con el que había emergido en su día el super-Dépor de Arsenio o el que le sirvió tiempo después a Lotina para salvar una temporada que se enfocaba hacia el descenso y acabarla en media tabla. Pero Víctor Fernández tomó la manta más corta, la que le tapaba en la zaga y le dejaba a la intemperie no ya en la delantera sino en la medular. Situó ante los zagueros a Medunjanin, lo más opuesto a un mediocentro posicional y abrió un cráter que la Real no exploró.
Rectificó en el descanso el técnico deportivista. Vista la sangría dio entrada al polaco Wilk y quedó la sensación de que la Real había dejado pasar una buena oportunidad. En la búsqueda de todo aquel que llega, David Moyes se había armado con un 4-4-2 de los de toda la vida, con Canales sacrificado por la derecha y mayor presencia por el otro flanco, donde conectaban Castro y Vela, descolgado adelante junto a Agirretxe. También tomó decisiones en la caseta: montó una linea de tres por detrás del delantero, con el fino centrocampista cántabro en la mediapunta y el mexicano junto a la cal por la derecha. Las decisiones de ambos entrenadores fueron lógicas, pero quizás hubiera tomado una ventaja definitiva aquel que lo hubiera decidido sobre la marcha en la primera parte. Se ve que en eso al menos Moyes no es Toshack, el paradigma de los geniales volantazos sobre la marcha.
Al escocés se le esperaba. Habrá que aguardar más tiempo y más hechos para evaluarle. En su estreno pasó de puntillas en lo técnico y con estruendo en otros detalles porque protagonizó un altercado tras la expulsión del preparador físico local Roberto Cabellud, que se alteró en la protesta al cuarto árbitro y mientras se retiraba al vestuario se topó con un gesto de Moyes pidiéndole calma. Pareció displicente de más. Erguido de medio lado, mirando de reojo a la persona a la que se dirigía, el entrenador recién llegado recomendaba con una mano mientras guardaba la otra en el bolsillo. El incidente, acaecido sobre la media hora de partido, enardeció levemente un ambiente tibio. Demasiada lluvia, demasiada humedad y demasiado desacierto en Riazor.
Fue a más el Deportivo porque al nivel en el que está siempre resulta más sencillo resolver problemas en defensa que en ataque. Lo hizo, taponó la herida del mediocentro, consiguió asentarse y quitarle la pelota a la Real, en la que Vela desapareció, pero murió al borde del área donostiarra o en el fuera de juego, sin apenas opositar a un gol que su rival había dejado pasar una hora antes. Lo hizo sobre el final en un intento de José Rodríguez, en algún caracoleo de Cuenca, en un eterno e inocuo repertorio de saques de esquina en el que no faltó, obviamente, la contra rival. Pero entonces ya tenía el Deportivo un mediocentro para frenarla.
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