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El nuevo muro español

Gonzalo Pérez de Vargas, portero del Barça y de la selección, acapara elogios

Robert Álvarez
Gonzalo Pérez de Vargas, en el Palau Blaugrana.
Gonzalo Pérez de Vargas, en el Palau Blaugrana.JUAN BARBOSA

“¡Vaya temporadón que llevas, Gonchi!”. Carles Folguera, director de la Masia y entrenador de porteros del equipo de hockey aprovecha el cambio de tercio en los entrenamientos del Palau para departir con el chico de moda en el balonmano español. Es Gonzalo Pérez de Vargas, el rubicundo portero que comparte puesto con el bosnio Daniel Saric. Surca su carrera con el trazo de los porteros destinados a enlazar con los mejores, desde que ganó el campeonato de España infantil hasta que, hace un año, se estrenó con la selección y ganó la medalla de bronce en el Europeo.

“Es muy bueno, pero está en formación. Cuando alcance el 100% de sus posibilidades puede llegar a ser el mejor portero que haya tenido España”, vaticina David Barrufet, ex del Barcelona y de la selección hasta 2010. “Lo más positivo es que no hace falta esperar a tener 32 años para jugar en la selección cuando un chaval atesora su calidad, aunque sólo tenga 23 años. Es lo que nos pasó a mí o a Barrufet, pero en los últimos años, la selección tuvo porteros muy veteranos. Volver a tener uno con futuro es maravilloso”, se congratula Lorenzo Rico, un legendario del Atlético de Madrid, el Barcelona y la selección entre 1976 y 1995.

“Es explosivo, va para adelante... Aúna las virtudes de varios de los mejores” Lorenzo Rizo

Gonzalo debutó en el primer equipo blaugrana en 2009, ante el BM Toledo, el equipo de la ciudad donde nació. En 2011 fue cedido dos temporadas al Granollers, y la pasada, al Fenix Toulouse, donde coincidió con los exazulgrana Jerome Fernández y Ángel Montoro, como él, surgido del Amibal toledano. Fue elegido el mejor joven de la Liga francesa. En junio, Arpad Sterbik cambió el Barcelona por el Vardar macedonio y el club azulgrana repescó a Gonchi, un año antes de lo previsto.

“Todo empezó un día en que el profe preguntó quién quería jugar de portero. Casi nadie levantó el dedo; yo sí. No me preguntes por qué”. Eso sucedió en el colegio público Ciudad de Nara, nombre de la ciudad japonesa con la que está hermanada Toledo, y en el que Gonchi, a los cinco años, se inició en el balonmano gracias a Rafael Sierra, profesor de Educación Física. “No teníamos ni siquiera jugadas, pero la química del equipo era tan buena que ganamos el campeonato de España infantil y, en cadetes, solo perdimos contra el Barcelona. Tampoco es que tuviéramos figuras. Recuerdo a Roberto Gómez, pero se lesionó. Y a Juan De Romero, que siendo infantil ya tenía barba, y eso provocaba que algunos equipos nos acusaran de hacer trampas con la edad”, rememora Gonzalo.

Es rápido, e inteligente. Lee bien el juego, posee un gran tiempo de reacción...” David Barrufet

Xavi Pascual, el entrenador del Barcelona, por entonces responsable de las categorías de formación del club, le echó el ojo. “Lo tenía visto desde que era infantil. Poseía un talento natural. El mérito fue convencerle para que fichara. Son chavales jóvenes y esto es balonmano, no es fútbol. El primer año no pudo ser, pero lo cerramos para el siguiente”, relata Pasqui. “Yo era reacio”, admite el toledano. “Tenía allí a mi grupo de amigos. Pasqui llamó a mis padres. Viajé con mi familia a Barcelona. Nos mostraron la residencia Blume en la que iba a vivir y nos invitaron a ver un partido entre el Barça y el Granollers”. Recapacitó, animado porque conocía a Ruiz, Corrales o Saubich, con los que había competido en las selecciones de categorías inferiores.

“No debemos ir demasiado rápido. No podemos acelerar el proceso, ni encumbrarlo”, advierte Pascual. “Sabe lo que quiere, se entrena a tope cada día y sabe estar. Es extremadamente rápido, muy intuitivo e inteligente y eso le permite anticiparse en muchas jugadas”. Rico añade: “Su envergadura le permite parar como hacía yo a dos manos. De Barrufet le veo que no se deja intimidar, no permanece escondido en la portería, va para adelante. Es explosivo y en los lanzamientos de seis metros actúa como Sterbik. Es muy inteligente. Aúna las virtudes de varios de los mejores”.

Barrufet, que llegó a coincidir con Gonzalo, incide: “Físicamente no es muy grande (1,90 metros y 84 kilos), pero es rápido, sabe leer muy bien el juego, posee un gran tiempo de reacción y aguanta el lanzamiento hasta el instante oportuno. Ya ha demostrado que sabe responder a la presión. Además, tiene un compañero de garantía”. Lo certifica el propio Gonzalo: “Admiro a Daniel (Saric). He progresado en el aspecto psicológico, en no venirme abajo en los momentos difíciles. Él me ayuda y estamos acostumbrados a vivir en situaciones extremas, siempre en el punto de mira”. Gonzalo estudia ADE en la Universidad de Barcelona, le gusta cocinar y es daltónico. “Lo único en que me perjudica es que algunos compañeros se ríen de mí porque no sé ni el color con el que vamos vestidos”, concluye divertido.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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