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Rosberg soporta un huracán

El alemán suma su quinta victoria del curso tras aguantar las embestidas de Hamilton, y ambos se jugarán el título en Abu Dabi

Oriol Puigdemont
Rosberg pilota delante de Hamilton, ayer en Interlagos.
Rosberg pilota delante de Hamilton, ayer en Interlagos.c. mason (getty)

Por más tiempo que compartieran Lewis Hamilton y Nico Rosberg durante la infancia, el gran contraste que hay entre los rasgos físicos del uno y el otro aún es mayor cuando se analiza su carácter. El alemán difícilmente sorprende porque se ciñe al guion y no traspasa sus límites nunca. Raras veces sorprende, ni para bien ni para mal. Ya puede estar más feliz que unas castañuelas o cabreado como una mona que sus palabras siempre serán minuciosamente calibradas. A su lado, Hamilton parece venir de otro planeta. Sus reacciones son las de alguien que no tiene ninguna intención de maquillar su estado de ánimo y que no hará el más mínimo esfuerzo por ello. Si está contento todo son fiestas; cuando las cosas no van bien, mejor no cruzarse en su camino porque lo más normal es llevarse un bocinazo. Vamos, que es como un niño.

La amistad entre ambos se forjó tanto en las pistas de karting como en los trayectos hacia ellas, dentro del mismo coche que la mayoría de las veces conducía Anthony, el padre de Hamilton. Una década después de aquello apenas se miran. "La verdad es que no se dicen demasiadas cosas el uno al otro", reconocía ayer Toto Wolff, el director de Mercedes, uno de los tipos con más poder en la F-1 de hoy en día y un hombre que este año ha hecho un curso de equilibrista para mantener la paz dentro de su equipo. Hasta la fecha, la habilidad que ha demostrado este ejecutivo austriaco está fuera de toda duda. Él se encarga de animar a Nico, hacer que siga creyendo que tiene opciones de llevarse el título, a la vez que debe reconducir los calentones de Lewis cuando algo se le tuerce.

El británico lo tiene mejor en la última prueba: con acabar segundo sería campeón

Hay quien asegura que la forma que tienen los pilotos de correr es el reflejo de su personalidad, una teoría que adquiere mucha fuerza en el caso de la actual pareja de la marca de la estrella. En Brasil, tanto Rosberg como Hamilton fueron fieles a su estilo para suerte de la hinchada, que asistió a un duelo sin reservas, de esos por los que vale la pena pagar lo que le pidan a uno. Se midieron el chico de Tewin y el de Wiesbaden por algo más que un gran premio, y si el ganador del cara a cara terminó siendo el corredor alemán fue porque consiguió sobrevivir al huracán que le cayó encima, una tormenta de rayos y truenos que le lanzó durante más de una hora y media su vecino de taller. El tercero en cruzar la meta fue Felipe Massa, que puso Interlagos de pie, mientras que Fernando Alonso concluyó el sexto.

Se trata del undécimo doblete de las flechas de plata —nuevo récord— y de la quinta victoria de Rosberg, que de forma brillante, tras liderar todos los ensayos y adjudicarse la pole, pudo al fin detener la hemorragia de puntos que le venía provocando su colega. Con él se medirá en Abu Dabi dentro de dos semanas en el asalto definitivo, una cita que puntúa el doble y que le dará el Mundial a uno de los dos. El británico es quien lo tiene mejor porque le basta con volver a terminar el segundo para celebrar el alirón. Sin embargo, eso es algo con lo que no acostumbra a quedar satisfecho.

Hamilton es incorregible y eso es una bendición para todo aquel que disfrute de las carreras

Hamilton es incorregible y eso es una bendición para todo aquel que disfrute de las carreras. Él está aquí para ganar y todo lo demás le interesa más bien poco. Le importa un pimiento ser el líder del certamen y un rábano ponerlo en riesgo cuando la victoria está al otro lado de la balanza. En ese caso se lanza a por ella. Lo hizo siempre y lo repitió esta vez, forzando la máquina más de la cuenta para tratar de colocarse al frente del pelotón (30º giro), pero se quedó sin gomas a final de recta. Fue un error de cálculo que le llevó a dar un buen trompo, que le colocó al borde del desastre y que heló la sangre de la mitad de su escudería, que ahora dispone de algo más de 10 días para serenarse a base de tilas a la espera de un último combate que se adivina explosivo.

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