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El mejor árbitro de rugby se llama Filipa

“Ellas no paran de hablar nunca; a ellos hay que explicarles lo mismo una y otra vez”, dice la mejor juez de Portugal en este deporte

Filipa Jales, en el Instuto Superior de Agronomia en Lisboa.
Filipa Jales, en el Instuto Superior de Agronomia en Lisboa.J. HENRIQUES

“¿Quién de vosotros me ha agarrado los pechos?”, pregunta la árbitra en medio de la melé. A un gigantón se delata por los colores de sus mofletes. “He sido yo, señorita, pero sin querer”. la árbitra se echó a reír: “Estaba bromeando; te doy las gracias por evitar que me cayera”.

Filipa Jales ha sido designada por la federación portuguesa de rugby como el mejor juez de la pasada temporada. “Me lo tomo con un poco de escepticismo”, dice en el campo de entrenamiento del Instituto de Agronomía de Lisboa. “Hay hombres que arbitran mejor que yo, pero creo que tratan de fomentar el deporte femenino; pero el ser árbitro internacional, el arbitrar más de 60 partidos al año, la mayoría a hombres, eso no me lo quita nadie. Eso me lo he ganado yo”.

Tratan de fomentar el deporte femenino, pero el arbitrar más de 60 partidos al año, eso me lo he ganado yo”

La vida de Jales, a quien le incomoda confesar sus 35 años, se divide en dos, trabajo —es ingeniera química— y rugby. “Entre semana me entreno yo sola o entreno a un equipo masculino o estoy desarrollando el proyecto internacional de rugby adaptado o veo partidos grabados para corregir errores. Apago el sonido e intento pitar la falta antes que el árbitro. Es un buen ejercicio, pero claro en el sofá nunca falta el oxígeno”.

Son las 9 de la noche y Jales llega al campo de entrenamiento, donde ya le esperan un montón de barbudos, calvos, vendados, bajos, altos, altos y bajos, gordos y flacos. A cada uno del equipo Black Horses le da dos besos. Acaba de llegar de Bélgica, donde pitó un torneo europeo. “Me enviaban imágenes del partido que había jugado mi equipo y me ponía histérica con los fallos de reglamento que cometían. Aguanto perder, aguanto jugar mal, pero lo que no aguanto es que mis equipos competan errores de reglamento. Los mejores jugadores son los que se saben bien la ley, porque sacan provecho de ello”.

Jales arbitra rugby 7, rugby 10, rugby 15, masculino, femenino. “Lo que me echen. El rugby 7 es el más cansado físicamente, corren más, es un ritmo más rápido; pero el rugby 15 cansa más psicológicamente, hay que estar muy atenta a la pérdida de autocontrol y a captar la primera falta, normalmente captamos la segunda y eso es un fallo”, admite.

Como jugadora fue 9 veces internacional y el día que le proclamaron mejor jugadora de una final, con 30 años, se retiró

Jales llegó al rugby porque la echaron de la gimnasia artística. “Me dijeron que no cabía en los aparatos, que era muy grande”. Mide 1,76, es fuerte, y está en plena forma, mejor que la mayoría de sus pupilos. “Probé otros deportes, el voleibol, el fútbol..., pero no me gustaba ninguno. Anduve un par de años bastante frustrada. Una amiga de la universidad me animó a que probara con el rugby, 'con lo grande que eres'. Yo no sabía qué era eso. Jamás había visto un partido. Cuando acudí a la prueba ya me había visto todo el Siete Naciones”.

Era un equipo femenino de Caparica con un entrenador masculino que, como presentación, le animó a que chocara contra él con todas sus fuerzas. “¿Con todas?, dijo la novicia. “Me dijo que sí y acabó en el suelo. Me asusté mucho, pero las chicas aplaudían. Me encantó ese deporte”.

Como jugadora fue nueve veces internacional y el día que le proclamaron mejor jugadora de una final, con 30 años, se retiró. “Te quedas vacía, sin gran parte de tu vida, de tus hábitos; otra vez descolgada. Un amigo me animó a pasarme al arbitraje, me convenció porque el nivel era bajo y siempre pitaban los mismos porque no había muchos. Empecé, me encantó y ahora hasta reviso mis partidos en vídeo y me insulto a mí misma por los fallos que tengo”.

Reconoce que una mujer siempre va a correr menos rápido que un hombre, “eso hay que compensarlo con las líneas de carrera y con la capacidad de anticipación a la estrategia de los jugadores”. En un partido masculino, Jales dice que toma el doble de decisiones que en uno femenino, pero lo que ahorra en desgaste muscular lo pierde en las cuerdas vocales. “Las jugadoras no callan; hablan entre ellas, hablan con las del equipo contrario, hablan conmigo, lo cuestionan todo. No hay un minuto de silencio. Siempre exigen el porqué y el porqué y no callan hasta que no se lo das. Tengo que parar los partidos para explicárselo todo; con los hombres, no. Si digo stop es stop; eso sí, una y otra vez hay que explicarles lo mismo. No lo cogen a la primera ni a la segunda”.

Todas las lesiones que no tuvo como jugadora las ha tenido como árbitra. “En el hombro, en la cadera, el escafoides de una mano, roto en un partido en Bulgaria, y claro hay que hacerse la fuerte; me colgaba el pito y saltaba de dolor, y los dedos de los pies ni los cuento. Yo soy grande, pero los jugadores son armarios, un pisotón suyo en las melés es de lo más habitual”.

Jales reconoce que nunca habría sido árbitra de fútbol. “La diferencia es el carácter. Es horroroso el comportamiento de su público, de sus jugadores y de sus técnicos. No soporto que se finjan lesiones. Nunca he visto ni un solo fingimiento en rugby, ni con hombres ni con mujeres, al contrario; hay que levantarse cuanto antes para no mostrar debilidad”.

La mejor árbitra de Portugal no recuerda un insulto, un mal gesto, como máximo discusiones técnicas con el banquillo. “En cinco años jamás he tenido un solo incidente. El rugby es un deporte con valores; dicen que de caballeros, es verdad, pero también habrá que decir de señoras”.

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