El Athletic se saca los demonios del cuerpo
El Sevilla acorraló a los rojiblancos en la segunda mitad, pero no tuvo precisión en el área
Una farmacia de guardia en San Mamés hubiera agotado las existencias de ansiolíticos. Ansiedad del Athletic por salir del pozo negro y reivindicarse ante un rival de postín, y ansiedad del Sevilla por volverse a casa con el liderato en el bolsillo. Para que la ansiedad rebasara la línea de peligro, resulta que el árbitro Estrada Fernández no debió dormir bien y puso el listón de la punidad futbolistica tan bajo que se le acumulaban los delitos: los que eran los que no eran y los que lo parecían. Al minuto uno, Aduriz se llevó la primera tarjeta en el primer salto con Nico Pareja. El árbitro no pensó en ese momento -ya digo que había dormido mal- que saltos como ese iba a haber cien durante el partido lo que, en pura ley le iba a dejar solo en el terreno de juego. Y comenzó a repartir la injusticia en vez de impartir justicia. Un territorio para la pillería y una bomba de relojería en el ambiente.
ATHLETIC, 1 - SEVILLA, 0
Athletic: Iraizoz; Iraola, Etxeita, Laporte, Balenziaga; Iturraspe; Susaeta (Aketxe, m. 61), Mikel Rico, De Marcos, Muniain (Gurpegui, m. 82); y Aduriz (Guillermo, m. 28). No utilizados. Herrerín, San José, Ibai y Beñat.
Sevilla: Beto; Coke, Pareja, Carriço, Trémoulinas; Krychowiak, M´Bia (Banega, m. 45); Aleix Vidal, Denis Suárez, Vitolo (Gameiro, m. 45); y Bacca (Iago Aspas, m. 70). No utilizados: Sergio Rico, Diogo, Kolodziejczak y Deulofeu.
Goles: 1-0. M. 12. Aduriz.
Árbitro: Estrada Fernández. Amonestó a Aduriz, Pareja, Iturraspe, M´Bia, Etxeita yBacca.
Unos 48.000 espectadores en San Mamés.
Que el partido iba a ser hipertenso se sabía desde hace varias temporadas, cuando Athletic y Sevilla han rivalizado en intensidad, sin eludir choques, sin bajar jamás la guardia. Quizás por ello, a ambos les costó mostrar sus virtudes un rato, obligados por el duelo físico. La encontró antes el Athletic que halló la habilidad de Muniain y Susaeta para romper defensas, mejor apoyado el segundo que el primero por sus respectivos laterales. El Sevilla presionaba arriba con mucha gente, más aún cuando encontró en los despejes con el pie de Iraizoz su mejor arma ofensiva. El portero era un flan y el Sevilla se animó a obligar a la defensa rojiblanca a jugar con su guardameta, que concedió al Sevilla más contragolpes que los que le proponían sus centrocampistas.
Pero el Sevilla se rompía cuando el Athletic tocaba la corneta y llamaba a rebato. A los 12 minutos un cornetazo acabó en los pies de Susaeta, actuando de violinista, y su centro lo empalmó Aduriz con un golpetazo seco y violento como si un trombón de varas hubiera sonado en la cabeza de Beto, más asustado que enfadado porque sus defensores dejaran a Aduriz soltar aquel do de pie. Antes, el Sevilla había gozado de una oportunidad soberbia en un centro de Aleix Vidal a la que no llegó Denis Suárez. Pero su juego era pálido y su defensa enfermiza, frente a un Athletic que jugaba mediante arrebatos, intensos, aunque solo obtuviera, tras el gol, una oportunidad de Muniain a la que no llegó por milímetros.
La moneda al aire que salió cara para el Athletic y cruz para el Sevilla podía haber caído de canto
Al Athletic no le iba mal ni en el marcador ni en el juego, aunque la lesión de Aduriz le restó pugilato en el área. Guillermo le daba más velocidad, pero Carriço respiró un poco. Emery tenía que restar tensión y poner alguna inyección en ataque, o sea, tuvo que apelar tras el descanso a Banega y Gameiro. Los cambios y el marcador activaron al Sevilla, con el Athletic condescendiente y demasiado replegado, en espera tan solo de una pillería de Muniain o apelando al factor sorpresa de De Marcos para aparecer por cualquier sitio (aunque acabó jugando de lateral para frenar a Trémoulinas).
La segunda mitad fue un monólogo sevillista, pero más rutinario que bello. Lo que no moría en el error, fracasaba en el fuera de juego. La tensión en San Mamés pasó del grito al murmullo y del murmullo al silencio, solo roto cuando el Sevilla perdía el balón o el Athletic abortaba un centro. Pocas veces se ve un Athletic tan numantino durante tato tiempo (45 minutos, ni más ni menos). En el Sevilla crecía la figura de Aleix Vidal, hiperactivo y profundo; en el Athletic, la de Etxeita, otrora olvidado y ahora celebrado. Un media punta y un central, un ejemplo gráfico de una mitad del partido. El miedo echó al Athletic hasta el corral de su portería, pero obró el milagro de resucitar a un equipo con la analítica muy delicada. Y además ante un rival acreditado que le sometió hasta el final, exigiéndole hasta la última gota de sudor. Una moneda al aire que salió cara para el Athletic y cruz para el Sevilla, aunque perfectamente podía haber caído de canto, pero al Sevilla se le da mal la Catedral, la antigua y la nueva. Y no por falta de fe.
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