Agua en el desierto
Olazábal pasa el corte de un torneo de golf por primera vez desde junio
A Severiano Ballesteros, y así lo contaba él, según su humor, un día como si fuera hecho real, como si fuera una leyenda fruto de su imaginación el día siguiente, un entrenador norteamericano, uno de los así llamados gurús del golf, le mandó cortarse el pelo a lo marine y viajar al desierto de Arizona con una caja de zapatos conteniendo todos sus malos recuerdos, fotos, objetos, y que allí, entre cactus, la enterrara. Por entonces, hará 20 años, sufría Seve, uno de los mejores golfistas de la historia, una crisis de pérdida, casi de amnesia, como si se le hubiera olvidado cómo darle a la pelota con los palos. La estrategia no funcionó, y al poco tiempo Seve rompió con el profesor y se lanzó a hacer Pilates. El heredero de Seve en España, José María Olazábal también ha recurrido a otro gurú norteamericano con base en un desierto, el afamado Butch Harmon que hizo más grande a Tiger Woods, a buscar una solución para su amnesia. “Sé lo que hago mal, pero no sé cómo volver a hacerlo bien”, le dijo a Harmon la semana pasada en su escuela del desierto de Nevada, en Las Vegas, confesándole uno de los mayores temores de cualquier golfista. Y Harmon, menos radical en su forma de guiar que el profesor fugaz de Ballesteros, estuvo viéndole golpear la bola tres días y le dijo: “Estoy de acuerdo: lo que me dices que haces mal, lo haces mal, pero tampoco sé cómo arreglarlo”.
A los 48 años, el golfista vasco ha vuelto a entrenar con Harmon, el gurú de Nevada
Con esa frase en la cabeza, Olazábal, que ya tiene 48 años largos pero ninguna gana de dejar de ser jugador profesional de golf, dejó el desierto y viajó a Shanghái, donde este fin de semana se celebra uno de los torneos mejor dotados del circuito europeo, el que da inicio a la serie de cuatro que concluirá el día 23 con la gran final de Dubai que coronará con casi total seguridad al norirlandés Rory McIlroy como mejor del año. El año 2014 no es precisamente uno de los mejores del ganador de dos Masters de Augusta. Antes de Shanghái había jugado 19 torneos y solo había sido capaz de pasar el corte en cuatro. Sus ganancias de poco más de 75.000 euros (a más de cinco millones de McIlroy) le situaban el 165º de la lista. Y antes de empezar a golpear la bola en China llevaba ocho torneos, desde el Open irlandés en junio, sin pasar un corte.
Pero como si en el desierto de Nevada, en vez de investigadores perdidos de CSI hubiera encontrado agua, o una pócima milagrosa, en el torneo chino Olazábal está sintiéndose rejuvenecer. Tras terminar las dos primeras rondas bajo par, lo que solo había conseguido una vez este año, en el lejano enero, el jugador de Hondarribia pasó el corte y podrá jugar sábado y domingo, como en los viejos tiempos. “Y ya sé que no está para ganar [con 141 golpes, -3, está Olazábal a 11 del líder, el belga Nicolas Colsaerts], y también lo sabe él, pero con absoluta y suma prudencia, solo pido una cosa, que consiga terminar el torneo el domingo con cuatro rondas bajo par, algo que no logra desde febrero del 13”, dice su mánager y amigo Sergio Gómez. “Eso sí sería extraordinario. Estamos expectantes. Lo necesita. El año que viene tendrá que pelear para clasificarse para todos los grandes salvo Augusta y tiene que llegar armado…”
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