Aliño del Celta ante un manso
Dos goles de Larrivey y uno de Álex López sentencian a un paupérrimo Levante
Algo ha pasado en el Levante, irreconocible respecto al de pasadas temporadas, a aquel coriáceo colectivo que extraía el máximo rendimiento de sus limitados recursos con una identidad basada en el esfuerzo y el ardor. De pronto se ha domesticado. Falta por testar como le sientan los planes de Lucas Alcaraz, si puede ser el reactivo de un equipo con muy mala pinta y que se equivocaría si disculpa la derrota de Balaídos en un gol en fuera de juego que abrió el marcador y en un zurdazo de Ivanschitz que murió en el larguero y que pudo suponer el empate a veinte minutos del final.
El fútbol está muy por encima de dos acciones puntuales. Y el Levante, a día de hoy, no lo tiene. En Balaídos, cayó sin apenas revolverse, la peor de las noticias para aquellos que habitan en puestos de descenso. Triunfó el Celta con una faena de aliño tras un partido en el que se manejó con una placidez asombrosa ante un oponente replegado, leve en las disputas, condenado a correr tras la pelota porque fue incapaz de dar tres pases seguidos. Un manso.
CELTA, 3-LEVANTE, 0
Celta: Sergi Álvarez; Hugo Mallo, Cabral, Sergi Gómez, Jony; Radoja; Santi Mina (Madinda, m. 67), Krohn-Dehli, Hernández (Álex López, m. 78), Nolito; y Larrivey (Charles, m. 83). No utilizados: Rubén Blanco, David Costas, Planas y Borja Fernández.
Levante: Mariño; Pedro López, Hector Rodas, Juanfran, Nikos Karabelas; Diop, Simao Mate (Sissoko, m. 71); Morales (Víctor Casadesús), Rubén García (Xumetra, m. 45), Ivanschitz; y David Barral. No utilizados: Jesús Fernández, El Adoua, Camarasa y El Zhar.
Árbitro: Teixeira Vitienes. Amonestó a Xumetra y Pedro López.
Goles: 1-0. M. 26. Larrivey. 2-0. M. 82. Larrivey. 3-0. M. 90. Álex López.
Balaídos. 19.231 espectadores
El Levante causó una impresión lamentable. Sobrevivió con opciones en el marcador porque el partido derivó hacia una suerte de abulia que propició que sus protagonistas jugasen durante largos minutos como ralentizados. Al Celta le faltó su acostumbrada fluidez con el balón porque echó de menos en esa faceta tanto a Orellana, sancionado, como a Álex López, que esperó turno en el banquillo. Sus sustitutos, Santi Mina y Hernández, aportan otros valores, son más concretos, más llegadores, seguramente menos dotados para la circulación.
El Levante se aprovechó de esa carencia y acostado en tablas como estaba, invitó al rival a un monólogo a la espera de que se abrieran espacios. Y el Celta estuvo espeso hasta que la zaga se abrió sola, hasta que el lateral Nikos Karabelas arriesgó y encimó a Santi Mina cuando lo adecuado era temporizar. Un error al que acompañó una buena maniobra del joven delantero local. Justamente él y Hernández fabricaron el gol de Larrivey, que apenas había tocado bola y resolvió bien, con la ventaja, eso sí, de haber partido en posición levemente ilegal, adelantado sobre el último defensa granota.
El gol mejoró al Celta, no subió el ritmo de manera exponencial, pero engranó un poco mejor y siempre estaba ahí Nolito, menos relevante que otras veces, pero siempre presto a agitar el partido con su variado repertorio, indescifrable para los defensas, que no siempre atinaron a discernir el perfil por el que les encaraba o que decisiones tomaba. Siguió sin haber noticias del Levante, paralizado con el empate y también en desventaja, sin más producción ofensiva durante la primera parte que un centro al área que propició un barullo que murió en las manos del meta Sergio Álvarez, afortunado para llegar vivo al descanso después de que Larrivey culminara con un chut cruzado cerca del palo el enésimo caracoleo de Nolito.
Alcaraz tomó decisiones en la caseta ante la catástrofe futbolística que había contemplado. Retiró a sus inéditas alas, Morales y Rubén García, y cambió el dibujo para que Víctor Casadesús apoyase a Barral en la delantera, quizás tanto para llegar a la meta como para impedir que el rival iniciase desde la cueva sin mayores apuros, siempre con el faro de Radoja, que cada vez luce más. Pero se dejó llevar en su superioridad el Celta y pudo pagarlo en la única llegada del Levante en una hora, una oportunidad para la que no precisó siquiera pisar el área local, terreno que le parecía vedado. Esa ocasión, en realidad la ocasión, pareció abrir un epílogo de esperanza para el Levante. No fue así. Con los tres cambios realizados se golpeó Diop y se lesionó Héctor Rodas, se abrió un agujero en la defensa y Larrivey y Álex López culminaron la faena.
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