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FÚTBOL | CLÁSICO REAL MADRID - BARCELONA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cambio de cromos, cambio de estilo

Madrid y Barça miden sus rachas en un partido con máxima expectación

Ramon Besa
Luis Suárez en un partido amistoso con el Barcelona.
Luis Suárez en un partido amistoso con el Barcelona. David Ramos (Getty Images)

El clásico se ha convertido en el partido de fútbol por excelencia y por extensión en la portada de la Liga. No hay un torneo mejor organizado seguramente que la Bundesliga ni una competición con el impacto mediático y de mercado que la Premier. No se sabe tampoco de un partido que por sí solo despierte el entusiasmo y la expectación del Madrid-Barça. La mayoría de jugadores del mundo quiere jugar en el Bernabéu o el Camp Nou. Luis Suárez, el pichichi de la Liga inglesa (31 goles en 33 partidos), ha recalado en el Barcelona y Guardiola, técnico del actual líder y campeón alemán Bayern, protagonizó la etapa más gloriosa del Barcelona, igual que Xabi Alonso se ha ido a Múnich después de conquistar La Décima con el Madrid.

El colombiano James, sensación del último Mundial, juega en el Madrid, así como el galés Bale, el francés Benzema o el alemán Kroos, uno de los más distinguidos de los campeones del mundo. Y en España, cuya selección ganó la última Eurocopa con Casillas, Sergio Ramos, Piqué, Xavi, Iniesta, Alba o Busquets, todavía siguen en competición el croata Modric, el argentino Mascherano y, por supuesto, Cristiano Ronaldo y Messi, eternos candidatos al Balón de Oro, y el goleador Neymar (10 goles), figura de Brasil. No hay prácticamente país en el mundo que no tenga interés en un clásico que se supera en cada edición después de que en los últimos años el Barça haya dado un salto de calidad espectacular que exigió la mejor respuesta del Madrid.

El duelo es tan espectacular que ha acabado por extenderse a la Copa, un torneo que antes era el escaparate de equipos como el Sevilla, el Valencia, el Espanyol o incluso el Zaragoza. Únicamente el Atlético de Simeone ha sido capaz de romper el bipartidismo Barça-Madrid. Ambos quieren recuperar ya mismo un título que se habían repartido en la última década, desde 2003-04, con un claro protagonismo del Barcelona: seis títulos por tres del Madrid. La clasificación continúa estando de parte del Barça: es líder con cuatro puntos de ventaja; no ha encajado ningún gol y Messi, que le ha marcado más tantos al Madrid en el Bernabéu (12, cinco en sus últimas seis visitas) que en el Camp Nou (9), está a uno de igualar el récord de Zarra (251).

El Madrid aprecia el gusto por jugar con medios como Kroos mientras el Barça apuesta por los goles con Suárez

Los números blaugrana no inquietan para nada al Madrid, que va como un tiro, con un promedio de 3,7 goles por partido, aclamado incluso en Anfield. Alrededor de Cristiano Ronaldo, vive en la opulencia, como si las derrotas en Anoeta y contra el Atlético pertenecieran a la temporada pasada, tal que fueran uno de los muchos chicles que mastica y escupe Ancelotti. El técnico italiano entendió desde su llegada que en el Madrid las estrellas son los jugadores, no los entrenadores, y asumió que su tarea consiste en cuadrar la alineación a partir de las plantillas que hace y deshace cada año Florentino Pérez.

Ahora mismo da la sensación de que el Madrid ha encontrado placer en el juego, el gusto por el fútbol, como si la necesidad de ganar ya se diera por supuesta y, naturalmente, estuviera contrastada después de ganar la Copa de Europa en Lisboa. Las ausencias se asumen con una naturalidad asombrosa: si no está Bale, como hoy, jugará Isco y se ganará equilibrio y control a cambio de perder pegada, que no gol, garantizado por Cristiano Ronaldo (15). Y cuando reaparezca el galés se cantarán sus excelentes galopadas mientras descansa Isco o bien James por el bien común. No hay cadenas para el Madrid de Ancelotti, tan dicharachero que se permite bromear con la alineación, como si le gustara incomodar más al presidente que al Barça.

Tiene el Madrid un aire barcelonista desde que prefiere medios a delanteros, de la misma manera que los blaugrana se asemejan al Madrid, sobre todo cuando fichan a Luis Suárez y Luis Enrique apuesta por Rakitic. La situación del clásico se resume en dos operaciones: Kroos llegó al Madrid después de ser descartado sorprendentemente por el Barça, sobre todo porque se le consideraba un jugador capital para reforzar su estilo, y Luis Suárez alcanzó su sueño dorado del Camp Nou una vez que el Madrid se desinteresó por sus goles por su mordisco a Chiellini en el Mundial.

Las transiciones siempre han sido más llevaderas en el Madrid que en el Barcelona, un club más sensible a los entrenadores que a los jugadores, a diferencia de cuanto ocurre en el Bernabéu. Y Luis Enrique, un asturiano que de jugador blaugrana no se reconocía como exfutbolista blanco, se distinguió por su verticalidad, competitividad e ir y venir en la cancha, virtudes hoy simbolizadas en Rakitic. Asumido que Messi se ha reinventado como enganche por detrás de los dos delanteros y constatado que Neymar necesita jugar más cerca de la portería y del 10 —el argentino y el brasileño han marcado 19 goles y han participado en 24 de los 28 del equipo—, se mantiene la duda existencial sobre el papel que debe tener Xavi, capaz ahora mismo de competir con el propio Rakitic. La incógnita en el Barça no está entre un medio y un delantero, como en el Madrid, sino entre dos futbolistas de características opuestas.

Nada mejor que el clásico para medir el cambio en dos equipos poco exigidos hasta ahora, si se exceptúa sus choques con el PSG y el Atlético. El juego madridista simbolizado en Kroos ante los goles barcelonistas expresados en Luis Suárez.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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