Juega Griezmann, aplaude el Calderón
La movilidad del delantero francés desengrasó al Atlético y conectó a la grada
Son pocos los jugadores que consiguen generar un runrún de expectación en el Calderón cada vez que tienen el balón en su poder. Pero si hay uno que lo ha logrado en poco más de dos meses es Griezmann, titular en la punta junto a Mandzukic, y de nuevo máximo generador de ese sonido que tiene embelesada a la afición y que le acompaña cada vez que arranca en dirección a la portería. El hecho de que fuera el protagonista involuntario del primer pique entre seguidores y técnico por su cambio ante el Celta demuestra el grado de entusiasmo que ha generado el francés de los 30 millones de euros entre los aficionados rojiblancos. Parece además que Griezmann es hasta el momento el mejor acompañante del nueve del Atlético, que sigue todavía adaptándose al estilo del equipo, y que ayer sumó su segundo gol en Europa.
A diferencia de Mandzukic, Griezmann se movió por distintas zonas del ataque evitando que las defensas fijasen su marca, lo que le generó más huecos para la llegada de los jugadores de segunda línea como Koke o Saúl. Fruto de un desmarque por la banda derecha, el francés recibió un pase interior pero envió el balón al larguero cuando el gol parecía cantado. El rechazo llegó hasta Mandzukic, pero el punta fue incapaz de remacharlo.
Observar a Simeone en la zona técnica es contemplar de qué jugador espera el argentino algo distinto. Y cada vez que Griezmann se lanzó al suelo, tiró un desmarque, o prolongó una jugada el argentino lo acompañó con palmadas. Con el tanto inicial de Koke, el Atlético se aflojó el cinturón y tras el segundo, de Mandzukic, llegó el turno de Griezmann. En su segundo disparo franco el francés consiguió enviar el balón a la red con un remate desde dentro del área. Fue el broche dorado para un partido que no hizo más que afianzar la relación entre estadio y jugador. Los aplausos de Simeone por su gol se mezclaron con el estruendo del público. Un sonido que le acompañó mientras, agradeciendo el gesto, el francés se despidió de la afición antes de ser sustituido. Todo un bautismo de mano contra mano.
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