Viñales toma el relevo

Maverick Viñales crece deprisa. Tan rápido como aprende. No le importaba demasiado hace un año dar el salto a Moto2 sin el título de Moto3, ese por el que peleó casi desde que puso un pie en el Mundial hace tres años. Aunque al final, después de una temporada en la que corrió más con la cabeza que con la maneta del gas, el chico se la jugó a todo o nada en la única carrera que valía la pena, la última. Y ganó la prueba y la corona con todo el coraje con el que se aborda la última curva de la última vuelta. Tampoco le importó demasiado a comienzos de curso, cuando apenas se había estrenado en Moto2 (con una victoria en la segunda carrera, eso sí), replantearse su futuro y cambiar de planes. Si tenía una oferta para ser piloto oficial de MotoGP, ¿por qué rechazarla? ¿Por qué foguearse un año más en la categoría intermedia, con otro título o sin él, cuando su objetivo no es otro que ser campeón de MotoGP? Él tiene claro su futuro. Y no hay duda de que aprende rápido. Tercer clasificado del Mundial en su primer año, corre como el mejor de los veteranos de la categoría.

El mejor de los veteranos tiene nombre, se llama Mika Kallio y aspira a arrebatarle el título a su compañero de equipo Tito Rabat. En su intento, frustrado, se las tuvo que ver este domingo en Alcañiz con un Viñales magnífico. Un tipo que tiene muy claro cuándo arriesgar y cuándo no vale la pena. Domina su Kalex como si llevara la KTM de hace un año. Disfruta con las derrapadas a la entrada de las curvas. Y sólo saca las uñas cuando la ocasión lo requiere. Esta vez se sabía con mejor ritmo que ningún otro, mejor incluso que los dos tipos que han hecho de este campeonato una batalla casi fratricida (al tiempo que imposible para el resto de equipos). Kallio y Rabat no tenían nada que hacer más que marcarse el uno al otro, pues el título empieza a pesar sobre sus cabezas más que las victorias. Y de eso sacó tajada Viñales, imparable, feliz con las mejoras que le han llegado a su moto este fin de semana.

Al inicio del quinto giro decidió el de Roses tomar el control de la situación antes de que Rabat se sumara a la batalla que había iniciado con Kallio. Trincó los frenos con fuerza y tomó la primera curva por el interior, antes de que lo hiciera el finlandés. Le aguantó a su rueda durante unas cuantas vueltas, hasta que Rabat decidió entrar en escena. Quiso adelantar a su compañero de equipo y la maniobra terminó perjudicando a uno, claro, y también al otro. El tuya-mía en el que se enzarzaron solo benefició a rivales como Aegerter y Zarco, que les adelantaron, y, sobre todo, a Viñales, que hizo de su escasa ventaja una brecha insalvable. En sólo un giro ganó 1,3 segundos. Y no hizo más que alejarse desde entonces. Cuando alcanzó (a siete vueltas) los 2,6 segundos de distancia respecto al segundo, un peleón Rabat, administró sus fuerzas y las de su moto, se esforzó por que no fallaran demasiado esos neumáticos que tanto sufren con una pista fría y húmeda, y gestionó la carrera a su antojo. Rabat (que es hoy más líder tras el mal resultado de Kallio) se le acercó bastante, pero nunca lo suficiente. Estaba todo bajo control. La carrera. El tercer puesto. El título honorífico como mejor debutante del año. Y su salto a MotoGP con Suzuki el año próximo.