Ferrari se descompone
Alonso abandona y Raikkonen termina el noveno en Monza el día en que Fiat embiste a Montezemolo: "Esto hay que arreglarlo"
Se enrosca Luca Cordero de Montezemolo a su poltrona presidencial en una de las etapas más convulsas que ha atravesado Ferrari, la escudería con el palmarés más florido de la historia de la Fórmula 1. Los ejecutivos del grupo Fiat, propietario de la compañía de Maranello, ya han perdido la paciencia después de invertir una millonada en un equipo que cuenta con dos de los cinco mejores pilotos de la parrilla y que a duras penas consigue que sus monoplazas se vean por televisión. Todos los indicativos vaticinaban que los bólidos rojos iban a pasarlas canutas en Monza, delante de su gente, y el petardazo fue de los de traca. Fernando Alonso se marchó con un rosco 16 grandes premios después por culpa de un fallo mecánico, y Kimi Raikkonen deambuló por entre el pelotón hasta cruzar la meta el décimo -finalmente terminó el noveno por una penalización sobre Kevin Magnussen-.
El español perdió la cuarta plaza de la tabla general de puntos en favor de Bottas
La inercia que había cogido el campeonato y los últimos acontecimientos en Spa debían colocar el foco encima del taller de Mercedes, donde dos viejos amigos, Lewis Hamilton y Nico Rosberg están a la greña porque solo uno de ellos se enfundará la corona a final de curso. Sin embargo, el fiasco de Ferrari fue tan sonado que el doblete de las flechas de plata, la victoria del británico, los errores de pilotaje del alemán y el podio de Felipe Massa quedaron ensombrecidos por el batacazo del constructor italiano. Alonso aparcó su coche al final de la recta principal (30ª vuelta) y antes de regresar al garaje saludó a los tifosi que le vitoreaban desde la grada. Hay días en los que ni siquiera él puede llegar a entender de dónde sacan argumentos los ferraristas para seguir creyendo en una estructura a la deriva que está absolutamente atenazada por el politiqueo interno. El descalabro fue completo porque el español perdió la cuarta plaza de la tabla general de puntos (ahora es de Bottas) el mismo día que Williams le birló la tercera a Ferrari en la estadística reservada a los constructores.
Montezemolo asomó el sábado por Monza y aseguró que no tiene ninguna intención de soltar el cetro que en 1991 cogió de manos de Gianni Agnelli, y recordó que en marzo renovó su contrato por tres años más. Al día siguiente apareció Sergio Marchionne, administrador delegado de Fiat, para lanzar un mensaje contundente que perfectamente puede interpretarse como la sentencia definitiva del boloñés. "Lo importante para Ferrari no solo son los resultados económicos, que son muy buenos, sino también vencer. Y hace seis años que estamos sufriendo una barbaridad para conseguirlo a pesar de tener a dos campeones del mundo", dijo Marchionne el domingo por la mañana desde Como, donde participó en una cumbre de empresarios. "Esto hay que arreglarlo. Yo me considero absolutamente esencial pero soy consciente de que estoy al servicio de la empresa. La clave de todo aquello que hacemos en cualquier mercado se articula alrededor de nuestras victorias en la F-1. Esto no es negociable y no podemos aceptar nada que no sea así. No quiero ver a uno de nuestros pilotos terminar el séptimo o el 12º. No me interesa a mí y no le interesa a Fiat", zanjó el máximo responsable del holding.
En medio de todo este casino tenemos a Alonso, que sin poder decir ni mu sobre el asunto asiste alucinado a la descomposición del símbolo más universal del automovilismo, incapaz de demostrarle al mundo aquello que la mayoría de sus rivales piensan de él: que es el corredor más completo que hay.
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