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El Madrid se pasea más de la cuenta

La Real remonta de forma colosal un 0-2 y golea a un rival que se vio ganador antes de tiempo Sin aptitud ni actitud, el cuadro de Ancelotti cae ante un adversario lleno de dudas

José Sámano
Khedira se lamenta tras fallar una ocasión.
Khedira se lamenta tras fallar una ocasión.Javier Etxezarreta (EFE)

De un Madrid abrumador a un Madrid penoso. De una Real desamparada a una Real apoteósica. Misterios del fútbol, del fútbol de toda la vida y del de estos tiempos en los que lo mismo desfila un equipo con camiseta rosa que otro con publicidad en alfabeto chino. Nada en Anoeta tuvo lógica. Resulta incomprensible que a un conjunto con los galones del madridista se le escape un partido que tenía liquidado en la primera media hora, con dos goles de ventaja, un puñado de ocasiones y un adversario momificado. Un simple gol despertó a la Real, que culminó una remontada extraordinaria, con el Madrid dimitido todo el segundo tiempo. Sin aptitud ni actitud, acabó a los pies de un rival que llegó a la cita con miles de dudas, con la gente en contra por sus tembleques en este inicio del curso. Cuando menos se esperaba, la Real se sacudió todos los fantasmas y dejó al Madrid en un enredo que traerá cola. Nada grave para la clasificación a estas alturas, pero en los grandes se pagan todas las derrotas, sobre todo las que se producen como esta. Porque lo del grupo de Ancelotti fue un siniestro considerable, de aquellos en los que tiene mucho que ver la voluntad, lo que menos se perdona.

No son pocos los desmentidos en el fútbol. Se vio en San Sebastián, donde el Madrid bailó a la Real en la primera media hora y cuando la apuesta por una masacre era segura, un instante rescató al equipo local, que pasó de verse al borde del descalabro a coger aire y luego sellar una epopeya. Tras la puesta en escena de los dos conjuntos era imposible presagiar que la Real pudiera evitar un desaire de época. En diez minutos, el grupo donostiarra ya estaba en las cuerdas, sonado por completo, con dos goles en contra, el tercero y el cuarto a punto de llegar y la hinchada en rebelión.

La Real era un equipo de plastilina, desnortado por su pésimo inicio de temporada, afligida por el fulgurante arranque de su adversario. El Madrid se dispuso a darse un banquete, con el gobierno absoluto ante un contrario de cartón piedra, con una tiritona descomunal y el ánimo por los suelos. Sergio Ramos, el mejor delantero madridista, fue el rey del baile. Sus asaltos al área de Zubikarai resultaron indefendibles para los de Arrasate. Primero se despistó Castro, que le dejó pasillo en su cabezazo para el primer gol. Ramos, que antes del descanso tuvo otros dos remates similares que no hicieron diana por un pelo, también tiene pies. Sin Cristiano, impuso sus galones y ejecutó de maravilla una falta que impactó en el larguero.

No había migas de la Real, que destilaba un tufillo de equipo descompuesto, apesadumbrado, sin nervio. Más desvalido se sintió aun cuando Bale sonrojó a Elustondo con un cañito antes de perfilarse forma estupenda para anotar el segundo tanto. El duelo era un chollo para el Madrid, al que solo le faltaba James, extraviado en un día tan plácido. Ancelotti le ubicó en la banda derecha, con Isco muy activo como interior junto a Modric, ambos escoltas de Kroos. El colombiano está por llegar. La disposición táctica del equipo le obliga a maquillarse en un puesto que no le va. En la banda pierde panorámica y el chico no es un certamen de velocidad. A James le gusta subordinarse a los delanteros desde el epicentro del juego, en una posición más centrada. Por el exterior no tiene recorrido.

Pese al desencaje de James, el Madrid estaba en su salsa. En la Real solo se había once soledades. Hasta que de repente un fogonazo le dio vida. Pasada la media hora, Xabi Prieto peinó la pelota en un córner e Íñigo Martínez llegó con acierto en el segundo palo. Una acción mal defendida por el Madrid y el partido dio un vuelco del todo imprevisto. Un gol sacó a la Real de su estado comatoso. No es un tópico cualquiera que el fútbol es un estado de ánimo. Cada chico de Arrasate sufrió una mutación instantánea, máxime cuando De la Bella asistió de forma magistral a Zurutuza, que llegó en carrera y cabeceó con furia a la red de Casillas. Antes del descanso la Real ya se había sobrepuesto a la derrota en Eibar, su descalabro en la Liga Europa y su parvularia primera media hora ante el Madrid.

El despegue de la Real no fue un espejismo, lo confirmó punto por punto en el segundo tramo, cuando metió tonelaje al encuentro y el equipo que había estado a un dedo de la rendición emergió como el conjunto sustancioso de las últimas temporadas. Con hueso, con decisión, con firmeza. La Real descorchó al Madrid. Toda una proeza para un colectivo que había estado fundido por completo ante un gigante. El equipo de Ancelotti se derritió, perdió cada disputa, se encontró sin respuestas, inopinadamente se vio desnortado, sin nadie que capeara. Se le agrietaron las líneas y lo pagó bien caro. Prieto enfiló a Zurutuza para el 3-2 y, como es costumbre, el Madrid volvió a defender de mala manera una jugada a balón parado. Tras varios rebotes, Vela le dio la puntilla con el 4-2. Los madridistas protestaron al considerar que el mexicano se había acomodado la pelota con el brazo izquierdo. Los problemas del Madrid no estaban en una jugada puntual. Tuvo una goleada a tiro fácil y se atrofió, se aflojó de piernas y de cabeza. Cuesta creer que al campeón de Europa se le pueda escapar un partido así. Pero el fútbol exige aplicación absoluta, nadie se puede dejar ir antes de tiempo. La Real constató que con orgullo y coraje los modestos pueden improvisar la gloria.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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