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Entre la felicidad y el alivio

El australiano Matthews gana la etapa y se convierte en líder gracias al trabajo de su equipo.

Michael Matthews celebra su victoria.
Michael Matthews celebra su victoria. Miguel Angel Morenatti (AP)

Correr casi 200 kilómetros bajo un sol como una enorme aguja y temperaturas de 40 grados y que te pongan al final una cuesta de un kilómetro para dilucidar el esprín debe de ser como comerse un cocido (al estilo que se prefiera) y de postre pedir arroz con leche para fijar los alimentos. ¡Vaya que si se fijan, mejor que con pegamento! Y en esa cuesta emergió la figura encorvada del australiano Michael Matthews en la última curva para superar a Daniel Martin, que miraba al frente y veía esa cosa rosa donde habita el éxito y abajo, esa palabra mágica, “meta”, tanto para el que gana como para el que sufre.

Clasificaciones

Etapa:

1º- Michael Matthews (Orica)   5h 12m14s

2º- Daniel Martin (Garmin),                m. t.

3º- Joaquim Rodríguez (Katusha)       m. t.

4º- Wilco Kelderman (Belkin)            m. t.

5º- Paul Martens (Belkin)                 m. t.

General

1º Michael Matthews (Orica)   9h 27m53s

2º Nairo Quintana (Movistar)             a 4s

3º Valverde (Movistar)                     a 11s

4º Rigoberto Urán (Omega)             a 15s

5º Damiano Caruso (Canondale)     a 17s

A Matthews le dio tiempo a arreglarse el maillot y levantar el brazo apuntando al cielo. En su cara había una mezcla de felicidad y de alivio. La felicidad de haber ganado una etapa en la Vuelta y el alivio de haber correspondió al trabajo estajanovista de su equipo, el Orica, durante la parte importante de la carrera. ¡Dios mío, si no gano me matan!, debió de decir con la boca cerrada, por mucho que los esprines sean una caja de sorpresas donde los favoritismos se pierden en un parpadeo de más o un golpe de riñón de menos. ¡Dios mío, si no gano, no me dejan volver al hotel!, debió de pensar cuando señalaba al cielo en una clara táctica de despiste sentimental.

Pero ganó. Porque en esta ocasión, con este final, Bouhanni y Degenkolb, los grandes velocistas, no entraban en liza. Demasiada cuesta. En estos casos se necesita un músculo más en las piernas y un pulmón más grande para subir con la misma velocidad con la que otros bajan. El toma y daca entre el francés y el alemán estaba fuera de lugar. Por eso emergía la figura menuda pero poderosa de Matthews, y el Orica se afanó por maquillarle a gusto, vestirle de gala, aprovisionarle de agua, secarle el sudor, mientras todo el equipo encabezaba el pelotón un kilómetro tras otro, para echar abajo la escapada de Lluis Más, el ciclista balear del Caja Rural, que había abandonado a los cuatro compañeros con los que se marchó en el kilómetro cero.

El pelotón al principio sesteó acumulando un retraso justificado: no corráis tanto, hijos míos, con el calor que hace, susurraba la voz de la abuela a cada ciclista.

Pero luego tocó correr. Al Orica le costó más de lo necesario cortarle las alas a Lluis Más. Su vuelo concluyó a falta de 25 kilómetros. Era una justa muy desigual: una contrarreloj individual frente a una contrarreloj por equipos. Nueve del Orica contra uno del Caja Rural. Y el Orica siguió, pero al asunto se apuntaron el Sky y el Katusha. Había miedo al estrechamiento de la carretera a dos kilómetros de la meta. Así que acelerando y acelerando para coger un buen sitio en el concierto, el pelotón comenzó a volar.

En la cuesta, se escapó Caruso. Se fue con fuerza, pero la inercia del grupo era imparable. Purito Rodríguez se quiso meter en la contienda y eso le valió el tercer puesto y la bonificación. Pero para entonces, Matthews ya había levantado el brazo, feliz y aliviado. Sus compañeros celebraron que su trabajo había servido para algo, porque además el muchacho era el nuevo líder de la carrera, y Matthews cuando llegó al hotel vio que la llave de la habitación estaba activada. ¡Gracias chicos!, debió de decir, aunque no le oyeran.

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