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Navajazos en Mercedes

Ricciardo aprovecha una trifulca entre Rosberg y Hamilton para lograr su tercera victoria

Oriol Puigdemont
Ricciardo celebra su victoria en Spa.
Ricciardo celebra su victoria en Spa.AFP

Daniel Ricciardo es la mejor arma que en estos momentos posee Red Bull, además de un filón para la Fórmula 1 y una bendición para todos los que trabajan con él. Al margen de rápido también es encantador y muy barato para su equipo. La combinación perfecta, un chollo. El australiano arrancó como una de las mayores incógnitas del campeonato y cinco meses más tarde se ha convertido en la única alternativa al rodillo de Mercedes. De no ser por él y por los navajazos que se están arreando Nico Rosberg y Lewis Hamilton, la escudería de Brackley habría logrado un pleno en los 12 grandes premios que se han disputado. En Spa, uno de los pocos templos históricos que aún figuran en el calendario, Ricciardo sumó su tercer triunfo del curso al sacar tajada de la encarnizada guerra interna que sufre la estructura de las flechas de plata. Subido a un coche que más bien parece un proyectil, Rosberg pudo terminar el segundo por delante de Bottas y Alonso fue séptimo.

Con una leyenda como Niki Lauda como cara más reconocible a nivel institucional, Mercedes venía dando lecciones de cómo gestionar a dos pilotos ganadores. En Bélgica, su decálogo saltó por los aires en la segunda vuelta, cuando Rosberg se tiró al cuello de su compañero para tratar de adelantarle y colocarse al frente del pelotón. El rifirrafe terminó con Hamilton enfilando los garajes con un pinchazo en un neumático y un cabreo enorme. El panorama tiene muchos puntos en común con aquellas grescas que en su día mantuvieron Vettel y Webber en Red Bull (el australiano dejó la F-1 y ahora corre con Porsche en Le Mans).

Ricciardo era una de las mayores incógnitas del campeonato y cinco meses más tarde es la única alternativa al rodillo de Mercedes

Completado el protocolo habitual de cada domingo, el británico y el alemán se encerraron con sus jefes en un despacho para dar su versión de los hechos. "Nico reconoció haberlo hecho a propósito. Me dijo que podría haberlo evitado pero que quiso marcar el territorio", aseguró después Hamilton. "Si no me creéis, id a preguntarle a Toto [Wolff, el director] o a Paddy [Lowe, el director técnico], y a todos esos tíos del equipo que tampoco están contentos con él. Y encima quería echarme a mí la culpa", añadió el campeón del mundo de 2008. Su vecino, visiblemente descompuesto durante el encuentro habitual con los periodistas que se reserva a los integrantes del podio, se limitó a tirar balones fuera, escudándose en que no había tenido tiempo de ver el incidente repetido.

"Algo así es inaceptable", resolvió Wolff. "Lo que hemos visto es que Nico no estaba dispuesto a ceder e irse fuera [para evitar el toque]. Eso causó la colisión y, obviamente, no es algo que queramos que ocurra y menos en la segunda vuelta. Estoy muy decepcionado porque esta situación ha llegado demasiado lejos, y sinceramente pensé que después de haber corrido tantas veces el uno contra el otro esto no sucedería", añadió el ejecutivo, que en lo que llevamos de año ya ha tenido que apagar más de un incendio que la mayor parte de las veces siempre ha chamuscado a Hamilton.

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