Pedrosa rompe la racha de Márquez
El líder se queda fuera del podio tras una magnífica carrera de su compañero de equipo, Lorenzo y Rossi.
Llegó el día. Ese que había anunciado tantas veces. Sabía que iba a llegar. Y llevaba tiempo avisando al personal, aunque nadie le creía. Es tan bueno que cualquier alerta de debilidad se toma por una falsa modestia mal entendida. Pero Márquez tenía claro que habría un domingo en el que no ganaría la carrera. Tenía que asumirlo y demostrar que sería capaz de saber perder de la misma manera que sabe ganar. Y no solo perdió, sino que por primera vez se quedó fuera del podio. La última vez que no descorchó una botella de champán fue en Australia, en octubre del año pasado.
En esta ocasión, ante 240.695 espectadores –es la mayor asistencia a un circuito este año–, no fue un fallo de estrategia el que le negó la victoria, sino tres maravillosos pilotos que se entendieron mejor con sus motos en un circuito que al joven líder nunca le gustó especialmente. Sus derrapadas a la entrada de las curvas, recurso que maneja como nadie para no perder tiempo en los virajes más rápidos, pues él lo gana todo en frenada, contrastaban con la delicadeza al manillar de su compañero de equipo, Pedrosa, con la inclinación y velocidad de las Yamaha de Lorenzo y Rossi en las curvas más largas. Y así, con calma y paciencia, remontando posiciones y con algún interior que otro, fueron buscando sus sitio los tres magníficos.
Habían vivido los últimos meses cohibidos, incapaces de sacudirse el yugo de Márquez, como si se les hubiera olvidado lo buenos que fueron. La dictadura impuesta por el campeón más joven de la historia del motociclismo, ganador de las diez primeras carreras de la temporada, les había torcido el gesto, había cercenado sus recursos en la pista, sobre todo los de quienes estaban llamados a darle la réplica: Lorenzo y Pedrosa. Cansados de tanto halago al chico de los récords han hecho memoria y han recordado lo buenos que son, por algo representan a la mejor generación de la era moderna. Lo demostraron nada más se apagó el semáforo, y en cada vuelta: en las chicane de Brno.
Pese a tener la pole, hizo una mala salida Márquez, que había dejado a las Ducati de Iannone y Dovizioso aprovecharse de sus rebufos el sábado, en plena clasificación, para así intercalar en parrilla a un par de motos molestas para sus rivales, que salieron quinto, sexto y séptimo respectivamente. Pero le sirvió de poco. Las dos Ducati y Pedrosa llegaron antes que él a las primeras curvas, y también le adelantarían las dos Yamaha de Lorenzo y Rossi. Sufrió desde entonces para reubicarse en la pista.
En un par de giros Lorenzo se había colocado en cabeza –tras una adelantamiento doble a las Ducati a la entrada del estadio (curva cinco)– con un tiempo récord mientras Márquez trataba de no perder de vista a Rossi, con quien se las tuvo en algunas vueltas. Tuvo que ponerse serio con Iannone, que no le teme, por algo era el único que se atrevía a pelearle la posición en cada curva en los años más locos de Moto2, y que le devolvió un adelantamiento obligándole a levantar la moto para evitar el choque. Y mientras tanto seguía Pedrosa a lo suyo, concentrado reducir distancias con Lorenzo. Lo hizo tras cinco giros. Y al sexto le adelantó. Fue a la entrada de la curva tres, la primera chicane antes de la subida. Fácil. Sencillo. Como lo fue lograr cierta distancia gracias una constancia vuelta tras vuelta que no se le había visto todavía este curso. Apenas era dos o tres décimas más veloz. Pero no cometió un solo error. Y eso le bastó para defenderse del mallorquín incluso cuando aquel empezó a rodar más rápido que nadie. Redujo el de Yamaha los metros que les separaban, pero no lo suficiente. Y se contentó con un segundo puesto que le sabe a gloria.
Como el tercero a Rossi. No perdió el apetito el italiano, pese a haberse dejado el día anterior parte de su meñique en el asfalto checo –“parece un cabrio”, había dicho tras confirmar que no había fractura en el dedo–, y le devolvió los adelantamientos a Márquez. Tras el cuerpo a cuerpo de aquel con Iannone, Rossi se empeñó en no perderle de vista. Y aunque llegó a alejarse a un segundo, recuperó terreno con paciencia y pasado el ecuador de la prueba, cuando vio que al de Honda no le aguantaban los neumáticos, que no controlaba su rueda trasera, le ganó la partida por el interior al enganchar dos curvas sucesivas a la derecha, justo antes de llegar al estadio. Y el chico asumió que ese domingo que llevaba esperando unas semanas había llegado. Que era momento de saber perder. Lo hizo ante tres grandes.
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