Amor, pedagogía y mala uva
"Si un atleta español hace lo que Mekhissi, le digo que es tonto y que se ha merecido la descalificación", dice Ramón Cid, el seleccionador nacional
Las pronunció antes de la grotesca ceremonia de entrega de medallas de los 3.000m obstáculos, pero las palabras de Ramón Cid no es que tuvieran su habitual valor profético, pero sí su claridad descriptiva. "Si un atleta español hace lo que hizo Mekhissi con la camiseta, no solo aplaudo su descalificación, sino que le digo que es un tonto el haba y que se merece lo que le ha pasado. El único error fue que no le sacaran tarjeta roja directa y que nos tocara a los españoles hacer el papel de malos reclamando en defensa de nuestros atletas, que se sintieron humillados, porque los jueces deberían haber actuado de oficio". Quería cerrar así Cid la estúpida polémica, pero aún le quedaban flecos incontrolables a una historia que surgió la noche del jueves, se prolongó temprana por la mañana y no murió hasta minutos después de que sonara la última nota de La Marsellesa en el estadio.
Nunca quise humillar a nadie sino solo demostrar mi alegría por mi tercer título como hacen los futbolistas Mekhisi
Entra a las 11 de la mañana en la zona mixta Mekhissi como una estrella de cine, el brillo de los focos televisivos que le persiguen realzado por la manta de aluminio dorado con la que se cubre como si fuera la túnica de un emperador, y se encuentra llorando su pena a Bustos, Olmedo y Mechaal, los tres, eliminados de entrada en los 1.500m, una miseria histórica para el atletismo español, aunque luego fuera recalificado Bustos. Los ojos de la estrella desnuda del 3.000 obstáculos están rojos de llanto, y sus palabras son de tristeza y de rabia. "No he dormido en toda la noche", dijo el francés de Reims descalificado por quitarse la camiseta antes de tiempo y correr con ella entre los dientes y saltar así el último obstáculo, como los perros policía en las exhibiciones. "La descalificación fue una gran decepción, pues nunca quise humillar a nadie sino solo demostrar mi alegría por mi tercer título como hacen los futbolistas cuando meten un gol. Y clasificándome para la final de 1.500m, como lo he hecho, he querido demostrar que soy un gran campeón". No cuenta la bronca que puertas adentro recibió de los responsables de su federación, quienes tras acusar a España públicamente de gran envidiosa por la reclamación, recriminaron privadamente su gesto estúpidamente feliz a su atleta de oro.
Y su rabia la compartía también Yoann Kowal, su compatriota, amigo y justamente el heredero de su oro perdido. "No quiero subir a lo más alto del podio suplantando al campeón", dijo Kowal en caliente, pero más tarde, después de comer, ya bien reflexionado, subió a lo más alto, acogió el oro como propio y propició con un gesto de desprecio hacia Ángel Mullera, el atleta recompensado de rebote con un bronce, que el catalán fuera pitado por el público, pues Kowal no quiso que Mullera se hiciera la típica foto de los tres primeros abrazados. Luego rectificó y forzado por la prensa española que le preguntó si no se iba a disculpar pidió perdón a Mullera por su gesto, pero se mantuvo en sus 12. "Yo habría sido feliz con la plata detrás de Mekhissi, el mejor obstaculista europeo de la historia, pero un oro es un oro", dijo el campeón de Europa. "Sin embargo, su descalificación fue exagerada. Habría bastado con una tarjeta amarilla, pero creó que Mekhissi pagó por su historial, por su mala fama. Ahora solo rezo para que gane los 1.500 para poder compartir juntos la alegría".
Pese a la presencia final de Bustos, el 1.500 español, aquel granero mítico cuyo trigo crecía inagotable, es ahora un sector triste, que ni siquiera logró calificar en los Mundiales de Moscú a ningún atleta para semifinales. "No, no somos lo que fuimos. El último gran destello fue mi cuarto puesto en el Mundial de Daegu 2011", reconoció Olmedo, quien a los 31 años dio un giro a su vida y a su carrera. Abandonó Soria, la tierra de Fermín Cacho, donde se entrenaba con Enrique Pascual Oliva, el técnico de Cacho y Abel Antón, para irse a Palma de Mallorca, donde había encontrado trabajo su chica y donde podía aprovechar las instalaciones extraordinarias, de cinco estrellas, construidas por el gobierno balear en Calvià para la gran figura de las islas, justamente David Bustos, quien, buscando la felicidad personal se mudó a Cantabria, donde vive su chica. El proceso provocó un cambio de entrenadores también. Bustos se entrena con José Manuel Abascal y Olmedo, quien no pierde su cerrado acento sevillano por mucha mudanza que haga, se fue a entrenar con Johnny Oruriaghli, hasta entonces mentor de Bustos. Y, pese a que los resultados no fueron buenos, ambos atletas están contentos con sus vidas personal y profesional. El tercer español eliminado, Adel Mechaal, corrió su semifinal con una zapatilla a la que le faltaban varios clavos, que se le despegaron en el calentamiento.
Contra la tristeza, el único antídoto en la mixta fueron los saltos de alegría de los saltarines de Ruth Beitia y Eusebio Cáceres. La cántabra, quien envuelta como una cebolla en varias capas de ropa, una toalla, un chándal, un chubasquero con capucha y una gorra sobre el moño que le obliga a peinar el pelo empapado, llegó dando palmadas de felicidad y placer. Se había clasificado muy fácilmente para la final de salto de altura en una competición de escaso nivel (no estará el terror, Blanka Vlasic y pasaron a la final 10 atletas con 1,89m y cuatro con 1,85m) y no dudó a la hora de proclamar su confianza de llegar a las medallas en la final del domingo a las 15.16. "Y ya repetir el oro de hace dos años sería la hosss... la bomba", dijo. "Aunque no te creas que me gusta el podio que han montado aquí en Zúrich, que parece sacado de un anuncio de Mediamarket".
Cáceres, por su parte, se clasificó para la final de longitud, también el domingo, con un salto de 8,05m en una tarde en la que nadie saltó gran cosa y en la que quedó fuera el campeón del mundo de Moscú, Alexander Menkov. El saltador alicantino estaba feliz porque lleva una temporada horrorosa con su cuerpo, con problemas en la espalda que le han impedido ser regular, pero con su capacidad de botar mágicamente intacta. "Pensaba que no llegaría, pero llegué", dijo el chaval de Onil. "Ahora, en la final, iré a muerte. Esperaré que me salga un gran salto y lo que sea será… Pero será algo bueno".
También disputará una final el domingo (16.08) la obstaculista Diana Martín, la tapada del equipo español, pues con mucha discreción está en una magnífica posición para llegar a una medalla. "Solo pido que sea una carrera rápida", dijo la atleta entrenada por Antonio Serrano. "Porque en las lentas, sin velocidad, salto fatal los obstáculos. Los tengo que saltar a caballito…"
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.