Amarillo y lunares en el centenario de Bartali
Nibali recuerda también que un 18 de julio murió Casartelli y a su memoria dedica la victoria
Aún sudoroso Rui Costa hace rodillo, terminada la etapa, a la sombra de su autobús: “Ni en las carreras de Portugal, donde tanto calor hace, he pasado nunca tanto calor como hoy”, dice el campeón del mundo. “Ha sido una etapa durísima porque se ha ido rapidísimo todo el día”. Se fue rapidísimo —a casi 38 de media final, pero a más de 43 antes de llegar al primer puerto de primera— entre otras cosas, como si le fuera la vida en ello, el Katusha del diluido Purito, marcó un ritmo infernal en persecución estúpida de una fuga inocua. “No entiendo por qué ha hecho eso el Katusha”, dijo Unzue. “Si sabían que no podían defender el maillot de la montaña de Purito, pues este se jugaba en los 50 puntos del último puerto”. Una respuesta al enigma, que Unzue, viejo sabio del Tour ya intuía (una entente ruso-kazaja, Katusha-Astana) la ofreció en cierta forma el propio Nibali, quien dijo que sí él había alcanzado el maillot de los lunares pero sin quererlo. “Los próximos días lo recuperará Purito”, dijo el líder del Tour y del Astana, dando a entender que el precio por no pelearle el objetivo al catalán es la ayuda de su equipo cuando sea necesario.
Los próximos días, el maillot de lunares lo recuperará Purito", dijo Nibali este viernes
Los próximos días, el maillot de lunares lo recuperará Purito", dijo Nibali este viernes
Del gran Bartali, que murió en 2000, sabrá algo Nibali por los libros y por los centenares de anécdotas que de él han contado y siguen contando todos los italianos, aficionados al ciclismo o no. De Bartali solo se supo después de su muerte que había salvado a cientos de judíos de acabar en los campos de concentración nazis transportando escondidos en los tubos de su bicicleta pasaportes y documentación falsa de Florencia a Asís, su ruta de entrenamiento. Por eso para Israel es un Justo entre las Naciones, pero para Italia ya era justísimo, Bartali y sus sandalias franciscanas, siempre con calcetines, era justísimo desde sus tiempos de corredor, desde sus duelos homéricos con Coppi que dividieron al país.
Es simbólico ganar en el centenario de Bartali, y ser coronado mejor escalador, lo que él fue en su época" Vincenzo Nibali
Cuando el atentado contra el líder comunista Palmiro Togliatti, Bartali ganó el Tour. Su segundo. Era 1948. Su victoria salvó al país de una guerra civil, dijeron los historiadores. Y pese a ser estalinista, Togliatti lo admiraba más que al ateo Coppi, pese a que Bartali era catolicísimo —su viaje de novios lo hizo en el Vaticano y en su casa de Florencia tenía un altar consagrado, donde oía misa—. Era católico pero antifascista, y a Mussolini le fastidiaba que en vez de a él, le dedicara sus victorias a Teresa de Jesús. Y era el rival de Coppi, pero Coppi no tuvo mejor amigo que Bartali. En la canción de Paolo Conte, Bartali tenía la nariz triste como una subida y los ojos alegres de un italiano en vacaciones; para Dino Buzatti fue el Héctor de la Ilíada que se enfrentaba a Aquiles Coppi, y para muchos fue el padre Cebolla, aquel personaje del Decamerón que quería conservar como reliquia una pluma del arcángel Gabriel. Y para todos fue uno de los más grandes, sino el que más, en una época en la que los ciclistas podían ser también los héroes del pueblo. Todo lo que nunca podrá ser Nibali, pues así son los nuevos tiempos.
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