Tony Martin lava más blanco
Nibali presta el amarillo a Gallopin y magnífica victoria en solitario del fenomenal alemán en vísperas del gran día de los Vosgos
En una carroza de la caravana publicitaria, una mujer negra, orgullo de la negritud, muestra sus espléndidas piernas bajo un mínimo disfraz de french can-can y blanquísimas enaguas sentada en un trono de proporciones regias. Detrás de ella un gran cartel en colores dice “Xtra lava más blanco”.
El mensaje antirracista, que pasa casi inadvertido entre la cacofonía de músicas y griterío que rodea el paso del Tour, es apenas más irónico que lo que ocurre en el podio de Mulhouse, en la meta, en el que un ciclista alemán con cuerpo mitad de tanque, mitad de leñador (le llaman panzerwagen en su equipo, el Omega, y así lo pone en su gorra), y admiradísimo por sus capacidades de rodador, recibe un ramo de flores por haber ganado una etapa de montaña, la segunda de los Vosgos, y, de paso, el maillot de lunares rojos de rey de la montaña. Y para completar el lote, un francés termina de amarillo, lo que sí que es realmente extraordinario.
Todo esto ocurrió un 13 de julio, cuando media Francia se vestía de fiesta para salir a la verbena y al baile del pueblo, la víspera de su día nacional, el día más grande de su verano provinciano, y el pelotón se tomaba un duro día de transición y preparación para la etapa del 14, donde esperan los Vosgos más duros (y el final durísimo de la Planche des Belles Filles) y en la que Contador, así lo ha prometido, volverá a atacar a Nibali.
Clásificaciones
ETAPA
1. Tony Martin (ALE/Omega) los 170,0 km en 4h 09m 34s (velocidad media: 40,9 km/h)
2. Fabian Cancellara (SUI/Trek) a 2m 45s
3. Greg Van Avermaet (BEL/BMC) mismo tiempo.
6. José Joaquin Rojas (ESP/Movistar) m. t..
GENERAL
1. Tony Gallopin (FRA/Lotto-Belisol) 38h 04m 38s
2. Vincenzo Nibali (ITA/Astana) a 1m 34s
3. Tiago Machado (POR/Net App) a 2m 40s
4. Jakob Fuglsang (DIN/Astana) a 3m 18s
5. Richie Porte (AUS/Sky) a 3m 32s
6. Michal Kwiatkowski (POL/Omega) a 4m 00s
7. Alejandro Valverde (ESP/Movistar) a 4m 01s
8. Pierre Rolland (FRA/Europcar) a 4m 07s
9. Alberto Contador (ESP/Tinkoff) a 4m 08s
10. Romain Bardet (FRA/Ag2R-La Mondiale) a 4m 13s
Pero antes hay que hablar de Tony Martin, el alemán de lunares, y de Tony Gallopin, el francés de amarillo. Dos maillots que seguramente serán efímeros pero que en Mulhouse convirtieron a ambos en las personas más felices del mundo (y al beso de Marion Rousse, la ciclista francesa novia del ciclista francés, magnífica rubia vestida de rojo, en la imagen más repetida de la televisión francesa). En la salida de Gérardmer, donde las nubes negras parecen jugar con los sentimientos y temores del pelotón, los ciclistas que han marcado la etapa en su agenda, y son muchos, hacen rodillo para que la ascensión de salida, ya casi antes del kilómetro cero, la del col de la Schlucht, no les pille en frío, para poder responder rápido a los ataques, para atacar ellos mismos. A su lado, los directores les arengan. Eusebio Unzue, por ejemplo, les recuerda a los suyos, a los chicos del Movistar, que van a recorrer territorios históricos del ciclismo, que van a ascender el Grand Ballon, uno de los nombres que más despiertan la imaginación, que más debería inspirarlos.
Tony Martin no necesita arenga. La inspiración se la prestan los nombres germánicos de todos los puertos del día (pura Alsacia: tras la Schlucht, el Wettstein, el Gueberschwihr y el Markstein, el primer primera del Tour del 14). Su mente es una calculadora que ha llegado a la conclusión de que si quiere ganar una etapa, esta es la última oportunidad. A la misma conclusión ha llegado Tony Gallopin, un ciclista de temperamento atacante, como demostró ganando la clásica de San Sebastián, y mucho antes. “Desde el día del pavés, en el que me mantuve delante”, dice el francés, hijo de ciclista también, de Joël, y sobrino de tres ciclistas más, de Alain, quien es el director del Trek, de Guy y de André, cuatro Gallopin que formaban su propio pelotón en los años 80, “sabía que si aguantaba sin perder mucho tiempo [y estaba a poco más de tres minutos en la general] hoy podría alcanzar el liderato pues seguramente habría una fuga masiva que el Astana de Nibali no moriría por controlar”.
No hubo una fuga, sino dos. En la primera, formada en el descenso de la Schlucht, dos hombres, el italiano De Marchi, que soñaba con los lunares, y el tremendo Martin; en la segunda, hija de la estrategia del Europcar de Rolland, que colocó a cinco de los suyos, dos docenas, entre ellos Gallopin y algunos españoles, como Purito, que salió de la somnolencia y empezó a cosechar puntos, granito a granito, en la hucha que quiere que le convierta en el rey definitivo de la montaña en París, su objetivo declarado.
Y aunque las dos docenas intentaron con todas sus fuerzas alcanzar a la pareja, que se quedó en solo Martin a 60 kilómetros de la meta, al pie del Markstein, no solo no lo consiguió, sino que siguió perdiendo tiempo tras el alemán imparable, capaz de convertir cualquier etapa en una contrarreloj individual, su especialidad (es triple campeón mundial), e ir más rápido que el pelotón. Una muestra de su personalidad: su padre se jugó la vida para huir con la familia de la Alemania del Este antes de la caída del muro cuando Tony era casi un niño de pecho (nació en 1985). Pero llegado el momento, Tony le dijo a su padre: para ser ciclista tengo que volver al Este, donde aún se conservan los valores de esfuerzo, sacrificio, dureza y compromiso que me harán mejor. Y se fue a Turingia. Y de allí salió hecho un ciclista único, que si quisiera, y así se lleva escribiendo desde hace años, podría ser el nuevo Merckx, pero que se conforma con lavar más blanco que nadie de vez en cuando.
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