Scolari juega con fuego
Mientras el pueblo ha aparcado las protestas sociales, el seleccionador de Brasil carga contra la FIFA, los rivales y hasta sus propios jugadores, pero no debate sobre fútbol
Populista como es, a Luiz Felipe Scolari le ha dado un peligroso ataque de demagogia. Uno más, pero esta vez ha cruzado algunas líneas rojas que se pueden volver en contra de su selección brasileña y de todo un país que la respalda sin otra fisura que el puro debate futbolero.
El Mundial ha abierto un paréntesis en las calles, donde, al revés que en la Copa Confederaciones de hace un año, las gentes han aparcado las protestas sociales y, de momento, solo disfrutan de su equipo y el resto del campeonato. Mientras al pueblo le daba solo por discutir a tal o cual jugador, o el sistema, a Scolari le ha dado por difundir coartadas por si la pelota le es infiel. Ahora resulta que percibe una conchabanza de la FIFA y sus poderes para evitar el éxito brasileño. El cuento de un irresponsable. Mensajes así, llegada una derrota puramente deportiva, pueden tener un calado muy turbio, más en una nación que se ha sublevado contra los dispendios del Mundial. Solo faltaba que, además de un circo injustificado, resultara que su propio equipo ha sido tratado como un paria. Un cóctel explosivo. Puede que Scolari no sea consciente… O sí. Quizá condicionar a todos los estamentos sea lo único que le quede en la pizarra. De fútbol, ni hablar.
El técnico ha cruzado algunas líneas rojas que pueden volverse en contra de su equipo
En medio de la tregua, al técnico brasileño le ha dado por montar su propio incendio, acusando a la FIFA y al sector arbitral de una supuesta conspiración contra La Canarinha. “No sé cuánto me va a durar ser educado, estamos siendo demasiado cordiales; me preocupan los árbitros, están reticentes con Brasil”, dijo tras el agónico partido contra Chile, poco después de que su jefe de prensa se liara a tortas con el futbolista chileno Pinilla. Brasil había visto al lobo y el pavor disparó todas las alarmas. Faltaba el segundo capítulo de Felipão y sus desvelos por ese imaginario e irrisorio complot. De fútbol, ni hablar.
Por si fuera poco, estos días convocó minuciosamente a un grupo de periodistas compatriotas para atizar sus fuegos artificiales: “La FIFA quiere hacer fracasar el proyecto del hexacampeonato”. Tal es el ataque de pánico que tiene que quiso aportar como prueba que a Van Gaal no se le haya sancionado por deslizar un cierto favoritismo hacia Brasil, o a Robben por reconocer que se había tirado en una jugada. En su intento por cerrar filas, también recriminó a la prensa brasileña no haber sido más beligerante por el gol que anuló el inglés Howard Webb a Hulk en el encuentro ante Chile y haber puesto letra al penalti que se inventó su delantero Fred en la jornada inaugural ante Croacia. De fútbol, ni hablar.
En su intento por cerrar filas, ha recriminado a la prensa brasileña no ser más beligerante
El angustioso trance con Chile y el canguelo de algunos futbolistas, como el capitán, Thiago Silva, que aterrado por la cruz de los penaltis no quiso ejecutar uno y se aisló de grupo durante la rueda, dejó en estado de conmoción a Scolari. Pocos como él saben lo que es un monumental fracaso en casa. Y ya no se trata del Maracanazo, sucedido cuando Felipão no había cumplido dos años, sino de su batacazo de la Eurocopa lusa de 2004, cuando su Portugal de Figo, Cristiano y compañía dio el petardazo con Grecia en la final de Lisboa. Afligido por el susto ante los chilenos, Scolari quiso blindarse a sí mismo y comenzó el tiro al plato: dejó en mal lugar a los jugadores al proclamar a los mares que había reclutado de nuevo a una psicóloga porque los veía emocionalmente tocados. También deslizó, sin dar nombres, que se arrepentía de haber convocado a alguno. No satisfecho con incordiar a los futbolistas, que se han sentido expuestos de forma innecesaria al filtrar su jefe su supuesta debilidad, abrió una brecha entre la prensa, al elegir a unos mensajeros en detrimento de otros. Por supuesto, puso a Holanda, un posible futuro rival, en el ojo del huracán y atizó contra la FIFA, ya denostada de por sí, la hoguera popular. De fútbol, ni hablar.
Pocos como él saben lo que es un fracaso en casa, tras perder la Eurocopa lusa de 2004
El tema fútbol es asunto de ilustres como Tostão, que desde sus tribunas se lamenta por tan poco talento y tanta cicatería. O de Carlos Alberto, el inolvidable capitán del mágico Brasil del 70, el punto final de la mejor jugada colectiva que recuerda el fútbol —el 4-1 a Italia en aquella final mexicana—: “El equipo llora cuando canta el himno, cuando se lastima, cuanto tira penaltis… ¡Ya basta de llorar!”.
¿Y qué dice Scolari? Oídos sordos y mejor la pirotecnia en un país que no está para tirar cerillas. De fútbol, ni hablar.
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